EPIFANÍA DEL
SEÑOR
6 de enero
En el
Evangelio no se dice que los magos o sabios de oriente hayan sido tres;
pero la tradición que lo afirma es muy antigua y se funda sin
duda en las tres clases de dones que el Evangelio menciona. Algunos de
los frescos más antiguos de las catacumbas, representan a tres
reyes, pero otros representan a dos, cuatro y aun seis magos,
probablemente por motivos artísticos. Algunos de los Padres,
como Orígenes (Hom. in Genesim, XVI, 3), San
Máximo de Turín y San León consideran como cosa
probada que los magos eran tres. Tal vez en la determinación de
este número influyó también el hecho de que
frecuentemente se compara o se contrapone a los magos con los tres
jóvenes que cantaron las alabanzas de Dios en el horno en
llamas, a que se refiere el libro de Daniel (Dn 3).
En los frescos de las
catacumbas, así como en los más antiguos grabados de los
sarcófagos, se representa siempre a los magos con gorros
frigios. La idea de que eran reyes se divulgó posteriormente y
es posible que se originase en el salmo 72, 10: «Los reyes de
Tarsis y de las islas ofrecerán presentes; los reyes de Arabia y
de Saba llevarán regalos». Según parece, san
Cesareo de Arlés, que murió en el año 543, fue el
primero en citar dicho salmo a este propósito (Migne, PL., vol. XXXIX, c. 2018) y, a
partir del siglo VIII, los magos aparecen en todas las representaciones
con la corona real.
Más tarde, el
pueblo cristiano dio nombres propios a cada uno de los tres. Un
manuscrito de París, que data del siglo VIII, les llama
«Bithisarea, Melchior y Gathaspa». En una miniatura del "Codex
Egberti" (c. 990)
aparecen dos nombres: «Pudizar» y «Melchias». A
pesar de estas ligeras divergencias, no cabe duda de que de ahí
se derivaron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. En las pinturas
posteriores de la Edad Media, uno de los magos es casi siempre un
joven, otro de edad madura y el tercero muy anciano. La costumbre de
representar a uno de los magos como hombre de la raza negra, data del
siglo XV.
Esta fiesta recibe dos
nombres: Epifanía o manifestación del Señor, y
Reyes Magos, a los que Cristo se manifestó. "No se pusieron en
camino, dice San Juan Crisóstomo, porque hubieran visto la
estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en
camino, como premio a su generosa actitud".
La lección de los Magos es válida siempre. Nos
enseñan altura de miras para ver la estrella, intrepidez para
seguirla y constancia para llegar al fin. El poeta ingles Auden nos
dice: "El primero dice: Debo saber cómo ser verdadero hoy. Por
eso sigo la estrella. El segundo dice: Quiero descubrir cómo
vivir hoy. Por eso sigo la estrella. El tercero dice: Necesito
averiguar cómo amar hoy. Por eso sigo la estrella. Al final
afirman los tres: Debemos descubrir cómo ser hombre hoy. Por eso
seguimos la estrella". Sus presumibles reliquias se encuentran en la
catedral de Colonia.