BEATO ENRIQUE PEDRO GONZALBEZ ANDREU
22 de septiembre
1936 d.C.
Ingresó en la Asociación
a los 19 años con un buen bagaje cultural y muy buenas cualidades
que supieron cultivar los sacerdotes formadores de la Asociación.
Era oficial de notaría y escribía muy bien. En El Eco de la
Milagrosa se han conservado 23 artículos suyos. En agosto de 1932
escribía: “Nuestra fe crece con la persecución y se vivifica
con el atropello y la injusticia”. Impresiona el de abril de 1935, titulado
“La negación”. En momentos difíciles para la juventud creyente
se desbordan sus sentimientos, porque hay que confesar a Cristo en todo momento.
Tenía gran inquietud ante los problemas sociales y religiosos siguiendo
la doctrina social de la Iglesia y las encíclicas de los Papas. Enviado
por la Asociación, asistió a cursos y entró en contacto
con el que luego sería cardenal Herrera Oria y con la Asociación
Nacional de Propagandistas. Fue un joven de grandes ideales sobre Dios, la
religión católica y la patria. Participó en el II Congreso
de las Juventudes Católicas Españolas que tuvo lugar en Santander.
Toda esta doctrina la difundía en la Asociación y en la prensa.
MARTIRIO: En 1936 ya no vivían sus padres. Sus hermanos,
conscientes del peligro, hicieron cuanto estaba de su parte por ocultarlo,
pero todo fue inútil. Ellos también fueron perseguidos. Gonzálbez
ingresó en la prisión el 19 de agosto. Allí encontró
a los dos compañeros de martirio: Allepuz y Ardil y, a partir de este
momento, los tres amigos corrieron la misma suerte. El folio 221 de los autos
del juicio recoge la notificación a los condenados de la sentencia
de muerte. Impresiona la excelente caligrafía de las firmas de los
tres congregantes, que denota el pulso firme que mantuvieron en momentos
tan duros. Era domingo, 20 de septiembre de 1936.
El mismo día, en una nota a lápiz que conservan
sus hermanos como reliquia, les dice: “+A los de casa: ya sé que conocéis
la sentencia dictada en contra mía. Yo estoy tranquilo y os ruego
no os entreguéis a la desesperación, confiad en Dios, como
yo confío, y rezad a Él por mi vida y si así no conviene,
por la salvación de mi alma. Antes de que nada ocurra habremos de
vernos, pues estamos esperando al juez para que nos autorice a entrevistarnos
con nuestras familias. Un abrazo para todos. Pedrín”. Para el encuentro
con el Señor, en la madrugada del 22 de septiembre de 1936, se puso
la medalla Milagrosa con el cordón azul y blanco de la Asociación.
Uno de los tiros del piquete militar atravesó el metal de la medalla.
Es otra de las reliquias preciosas que conserva la familia. En la biografía
de Ardil se detalla la escena del perdón a los verdugos.