BEATO ENRIQUE
CORTADELLAS SEGURA
1936 d.C.
25 de agosto
El P. Enrique
Cortadellas nació en el pueblo de Olujas, provincia de
Lérida, el día ocho de noviembre de 1909 y fue bautizado
el día siete de ese mes y año en la parroquia de Santa
María de dicho municipio, perteneciente a la diócesis de
Solsona.
En la misma parroquia fue confirmado el 15 de junio de 1912.
Sus padres
fueron D. Ramón Cortadellas, labrador, y Dª Ángela
Segura, honrados y piadosos, que tuvieron cinco hijos, dos de ellos
claretianos, Enrique y Gabriel, que murió en Solsona el 7 de
febrero de 1933.
Entró al
postulantado de Vic en 1921, donde cursó las Humanidades hasta
1925, siendo su prefecto el P. Jaime Girón.
En la misma casa
de Vic, el 29 de agosto de 1925 tomó el hábito e
inició el año de noviciado bajo la guía del P.
Ramón Ribera, y profesó el 31 de agosto del año
siguiente.
Un día
después se trasladó a Solsona para cursar la
filosofía. Sacó adelante los estudios con bastante
esfuerzo. El día 16 de agosto de 1929, por la tarde, él y
todos sus compañeros, acompañados por el P. Cabra,
salieron para Cervera por Manresa. Durante los cursos 1930-1932
coincidió con su hermano Gabriel, que obtenía
calificaciones brillantes.
En la primera
semana de febrero de 1931 recibió la primera tonsura de manos
del Excmo. Manuel Irurita, obispo de Barcelona. Al año
siguiente, el 24 de enero, recibió las dos primeras
órdenes menores, o sea el Ostiariado y Lectorado, de manos del
Excmo. Valentín Comellas, Administrador apostólico de
Solsona. En septiembre de ese año viajó en autobús
con otros hacia Solsona para recibir las otras órdenes, pero por
un vuelco del autobús, que por especial providencia no
cayó por un precipicio, no pudo continuar el viaje porque el
coche que se prestó sólo pudo llevar a cuatro. El 17 de
septiembre de 1933 recibió el subdiaconado de manos del Excmo.
Valentín Comellas. El diaconado se lo confirió el Excmo.
Ramón Font, Obispo de Tarija, Bolivia, el día 26 de mayo
de 1934. En Barbastro, el 22 de septiembre de ese año,
recibió el presbiterado de manos del Excmo. Nicanor Mutiloa,
Administrador apostólico de Barbastro.
Su primer y
último destino fue la comunidad de Cervera con el cargo de
maestro en el colegio de niños. Aquí se encontraba cuando
la comunidad tuvo que dispersarse el 21 de julio de 1936.
Cualidades. Según informes del maestro de novicios, era algo
distraído, irreflexivo, pero dócil y con interés
por corregirse.
Refugio y martirio
Cuando su
familia se enteró que la ex Universidad estaba acordonada, su
hermano José fue a buscar al P. Enrique y, después de no
pocas peripecias, lo llevó a la casa de sus padres en Olujas,
poco distante de Cervera, pensando que era un lugar seguro. Pero, como
se ha dicho en alguna otra ocasión, la casa de los familiares
encerraba muchos peligros como delación, resgistros, etc. En
esta huida le acompaño el estudiante José Berenguer,
también profesor de niños en el colegio. Este luego se
marchó.
Durante el
tiempo que estuvo en su casa, nos informa su cuñada D. Josefa
Carulla, se dedicaba al rezo del Breviario con el único tomo que
le habían dejado, el santo rosario en familia y les explicaba la
vida del santo del día. También ayuda en las faenas de la
trilla y oras propias de una casa de labranza. Tenía un trato
exquisito con todos. A pesar de que estaba tranquilo, las noticias que
recibía sobre los fusilamientos de sus compañeros le
hicieron sufrir mucho. ¡Perdió nueve kilos!
Sigue informando la citada cuñada del P. Cortadellas, que
algunas veces, ante las noticias que llegaban, su madre le decía
que sentía pesar por haberle permitido hacerse religioso.
Él enseguida replicaba que lo dijese. Que si cien veces volviese
a vivir, otras tantas ingresaría en la misma
Congregación, con riesgo de perder la vida. También le
decía que estuviera tranquila, que si le mataban iría al
cielo y rogaría por ellos.
También hablaba mucho con su hermano Tomás sobre los
acontecimientos y le manifestó su presentimiento de que iba a
morir mártir.
El día 24 de agosto volvió el estudiante José
Berenguer y también llegó un aviso de habían de
venir los de la C.N.T. Por ello el P. Cortadellas y el estudiante
pasaron la tade escondidos fuera de casa. Viendo que no venían,
al atardecer volvieron a la casa. Pero, a las once y media de la noche
sonaron a la puerta golpes desacostumbrados. La cuñada del Padre
se asomò al balcón y vió mucha gente armada. Era
del Comité de Cervera, de la C.N.T., que pedía les
abriesen la puerta. Su hermano José, antes de bajar a abrir la
puerta, avisó al Padre y a su compañero para que
escapasen aprovechando la oscuridad. Estos lo intentaron por la puerta
del corral que daba al campo.
Al abrir la puerta, los dl Comité dijeron:
Venimos a hacer un registro. Sabemos que teneis cosas de la Universidad
de Cervera.
En ese momento escucharon el tiroteo dirigido a los fugitivos. No
habían dado cuatro pasos cuando les echaron el alto y unos
cuantos disparos. Ellos dijeron: Mira, ¡yaempiezan a cazar
perdices. Entonces dos milicianos quedaron custodiando al hermano y
cuñada del Padre y los demás fueron a por los Padres, que
podían haber escapado. El P. Enrique al ver aquello
volvió para atrás, pues dijo:
Prefiero volverme. Matarán a mi hermano y prefiero que me maten
a mí.
Llamó a la puerta del corral y fueron a abrile sus familiares
acompañados por los dos milicianos. Al verlo, gritaron y dijero:
Ya lo tenemos. Nos falta otro aún, refiriéndose a
Berenguer.
El Berenguer se
escondió en otro corral, donde lo encontraron y lo prendieron. A
este le preguntaron quién era y uno de los milicianos
comenzó a hacer un discurso anticlerical diciendo que estos no
podían vivir en aquel régimen. El discurso duró
casi hora y media. Al P. Enrique no le preguntaron nada. Por
último, dijeron: ¡Basta ya! Seguidnos, refiriéndose
a los Padres.
Entonces el P.
Enrique abrazó a su madre diciendo:
¡Adiós madre, hasta la gloria!
Los demás
familiares también le abrazaron, de modo que no le dejaban
marchar. Fueron inútiles las tentativas de los familiares. Se lo
arrancaron con violencia, a culatazos. El P. Enrique dijo en aquel
momento:
¡Cuán doloroso es tener madre en ciertos momentos!
Los coches los
había dejado a las afueras del pueblo, junto a laderas. El jefe
de los milicianos dispuso que los llevaran a cada uno en un coche
distinto. Al P. Enrique lo llevaron al coche, pero no lograban ponerlo
en marcha. Los otros milicianos fueron a ver, quedando uno solo con
Berenguer. El coche arrancó y llevaron al P. Enrique a Cervera.
Berenguer al verso solo con un solo miliciano, al querer abrir la
puerta no pudo y se lo dijo al miliciano. Este se empeñó
en abrirla con una mano mientras en la otra tenía la pistola.
Entonces el Berenguer le dio un fuerte puñetazo en la mano que
tenía la pistola, cayendo esta al suelo y al instante
echó a correr. Se sucedieron gritos y disparos. Encendieron los
focos del coche y rastrearon sin éxito. Logró esconderse
eu un pajar.
Como se les
había escapado uno, volvieron a la casa y se llevaron a
José a Cervera. Allí, ante el Comité, se
encontró con Enrique. No se dijeron nada porque había
gente, pero pensaron que les mataban a los dos. A José le
dijeron; Cómo es que tuvieres esta gente en casa.
¡Habías de coger una pistola y matarlos! Él
respondió: ¿
¿Así se han de matar los hermanos? Ellos
contestaron: Pues al menos los habías de echar.
Entonces el P. Enrique, para salvarlo, dijo:
Él ya quería echarme. Mas estaba el padre y no pudo
hacerlo.
Uno de Cervera que conocía a José, dijo: A este dejadle,
yo le conozco, es trabajdor, labrador. Y dos milicianos le volvieron a
su casa a las cuatro de la madrugada.
Al P. Enrique,
esa misma madrugada lo llevaron al cementerio. Según
confidencias de un miliciano, la ejecución fue así: le
habían atado las manos con un cordel rojo; antes de que le
fusilasen pidió a los verdugos que le dejasen rezar. Se lo
concedieron. Se arrodilló, y como tardase en terminar, le
dijeron:
¡Bueno, ya
hay bastante!
Le mandaron que
se colocase al lado de otro sacerdote de Gramuntell que habían
matado, y se negó. Entonces dispararon
Era el 25 de
agosto de 1936.
Al enterarse del
asesinato la familia Turull ofreció un nicho para su
enterramiento y después de algunas gestiones, lo
enterraron en un nicho de la dicha familia.