BEATO ENRIQUE ANGELELLI
4 de agosto
1976 d.C.
Enrique Ángel Angelelli
Carletti (Córdoba, 18 de julio de 19231 – La Rioja, 4 de agosto de
1976), siervo de Dios, fue un obispo católico argentino. Fue padre
conciliar en el Concilio Vaticano II, durante el cual apoyó públicamente
las posiciones renovadoras. Fue designado obispo de la diócesis de
La Rioja (Dioecesis Rioiensis) el 3 de julio de 1968. La diócesis
incrementó significativamente el número de sus sacerdotes y
de parroquias durante su ministerio episcopal. Caracterizado por su fuerte
compromiso social, formó parte del grupo de obispos que se enfrentó
a la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976, autodenominada Proceso
de Reorganización Nacional. De su muerte, acaecida en ese mismo año
y presentada por las autoridades militares como accidente automovilístico,
se sospechó que se trataba de un asesinato encubierto hasta que el
4 de julio de 2014, transcurridos casi 38 años, Luciano Benjamín
Menéndez y Luis Fernando Estrella fueron condenados a cadena perpetua
acusados de haber provocado la muerte del obispo.
Enrique Angelelli, nacido en la ciudad de Córdoba, fue
el primer hijo de Juan Angelelli y Celina Carletti, italianos inmigrantes.
Entró al Seminario de Nuestra Señora de Loreto a los 15 años
de edad. En 1947 fue enviado a terminar sus estudios en el Pontificio Colegio
Pío Latino Americano de Roma. Fue ordenado presbítero allí,
el 9 de octubre de 1949, a los 26 años, y continuó sus estudios
de licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana.
De regreso a Córdoba, en 1951, fue nombrado vicario cooperador
de la parroquia San José de barrio Alto Alberdi y capellán
del Hospital Clínicas. Visitó las villas miseria de Córdoba
y asumió como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC),
con sede en la capilla Cristo Obrero.
Fue profesor de Derecho Canónico y Doctrina Social de
la Iglesia en el Seminario Mayor y profesor de Teología en el Instituto
Lumen Christi. Por bula pontificia, el papa Juan XXIII lo nombró obispo
titular de Listra y obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba
el 12 de diciembre de 1960. El 26 de diciembre de ese año fue nombrado
vicario general. El 16 de febrero de 1961 asumió como arcediano del
venerable cabildo eclesiástico de la iglesia catedral, y fue consagrado
el 12 de marzo de 1961. Fue rector del Seminario Mayor y como obispo auxiliar
se involucró en los conflictos laborales gremiales (Fiat, IME, Municipales),
y trabajó con otros sacerdotes para reconquistar un lugar para la
Iglesia, causando que fuese resistido por el conservadurismo eclesial. En
1963 convocó a campañas de solidaridad para mitigar el hambre
y el abandono de los desposeídos.
Fue padre conciliar: participó de la primera sesión
del Concilio Vaticano II (octubre de 1962), de la tercera (1964) y de la
cuarta (1965). En 1964, en el marco de los cambios conciliares, se produjeron
tensiones en la Iglesia cordobesa a raíz de la publicación
de reportajes periodísticos a los sacerdotes Vaudagna, Gaido, Dellaferrera
y Viscovich. Angelelli apoyó públicamente las posiciones renovadoras,
lo que originó su exclusión del gobierno eclesiástico,
pasando a desempeñarse como capellán de las religiosas Adoratrices
españolas en Villa Eucarística. En 1965, el titular de la arquidiócesis
Raúl Primatesta lo restituyó como obispo auxiliar. Angelelli
fue uno de los cuarenta obispos firmantes del Pacto de las catacumbas de
Domitila, por el que se comprometieron a caminar con los pobres asumiendo
un estilo de vida sencillo y renunciando a todo símbolo de poder.8
En mayo de 1966, se formó una comisión provisoria
invitada a elaborar el primer Plan nacional de Pastoral. Como resultado,
el 19 de julio de 1967 se configuró la Comisión Episcopal de
Pastoral bajo la sigla COEPAL que presidió Manuel Marengo, obispo
de Azul, y en la que Enrique Angelelli ofició de vicepresidente. La
comisión se integró además por Vicente Faustino Zazpe
(obispo de Rafaela), José Medina (obispo de Jujuy) y Juan Iriarte
(obispo de Reconquista). En la organización interna, Angelelli ocupó
la presidencia de la subcomisión de santuarios (1969-1970), y también
figuró como responsable de pastoral popular. Durante el período
como vicepresidente hasta abril de 1970, Angelelli tuvo una presencia activa
en las diversas reuniones deliberativas y ejecutivas.
El 24 de agosto de 1968, Angelelli asumió como obispo
de la Diócesis de La Rioja, en el noroeste de Argentina, designado
por el Papa Pablo VI. Lo que aparecía como el camino al ostracismo,
se transformó en el escenario episcopal que movilizó a los
amplios sectores riojanos sumidos en la postergación, promoviendo
la formación de cooperativas de campesinos y alentando la organización
sindical de los peones rurales, los mineros y las empleadas domésticas.
En La Rioja, Angelelli colaboró en crear sindicatos de
mineros, trabajadores rurales y de domésticas, así como cooperativas
de trabajo, de telares, fábricas de ladrillos, panaderos y para trabajar
la tierra. Una de estas cooperativas solicitó la expropiación
de un latifundio que había crecido a través de la apropiación
de pequeñas parcelas porque sus propietarios no podían pagar
sus deudas. El Gobernador Carlos Menem prometió que iba a transferir
dichas tierras a la cooperativa.
El 13 de junio de 1973, Angelelli fue a Anillaco, la ciudad
natal de Menem para presidir las fiestas patronales de esta ciudad. Fue recibido
por una turba liderada por comerciantes y terratenientes, entre ellos Amado
Menem, hermano del gobernador, y sus hijos César y Manuel, quienes
junto a otros propietarios se habían vuelto contra el obispo. La turba
entró por la fuerza en la iglesia, y cuando Angelelli suspendió
la celebración y salió de allí, ellos le lanzaron piedras.
El gobernador Menem retiró su apoyo a la cooperativa
so pretexto de "agitación social". Angelelli denunció a grupos
conservadores, canceló las celebraciones religiosas de la diócesis,
y declaró un interdicto temporal sobre Menem y sus partidarios.
El Superior General de los jesuitas, Pedro Arrupe, y Vicente
Faustino Zazpe, de la Arquidiócesis de Santa Fe, enviado por la Santa
Sede en calidad de auditor, visitaron La Rioja y apoyaron a Angelelli, quien
previamente había ofrecido su renuncia al Consejo Presbiterial y pedido
al Papa Pablo VI que lo ratificara o que le retirara su confianza. Casi todos
los sacerdotes de la diócesis se reunieron con Zazpe para apoyar Angelelli
y le dijeron que "los poderosos manipulaban la fe para preservar una situación
de injusticia y opresión del pueblo" y para tomar ventaja de la "mano
de obra barata, mal paga".
Por otra parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina,
Adolfo Tortolo, dijo que la Conferencia no debía mediar, y el Nuncio
Lino Zanini apoyó abiertamente a los sancionados, a quienes les dio
crucifijos como obsequios. Zazpe concluyó su inspección con
una misa conjunta con Angelelli y expresó su pleno apoyo en referencia
a su trabajo pastoral y a la doctrina.
La corta presidencia de Isabel Martínez
de Perón (1974-1976) estuvo marcada por el inicio de la guerra sucia,
que pronto derivó en ataques con bombas, secuestros, torturas, asesinatos,
y persecuciones.
El 12 de febrero de 1976, el vicario de la diócesis de
La Rioja y dos miembros de un movimiento de activistas sociales fueron detenidos
por los militares. El 24 de marzo tuvo lugar el golpe de Estado que derrocó
a Isabel Perón y a todos los gobernadores del país, incluyendo
Carlos Menem de La Rioja. Angelleli peticionó al coronel del ejército
Osvaldo Pérez Battaglia, nuevo interventor de La Rioja, para obtener
información sobre el vicario y el paradero de los activistas. Al no
obtener respuesta, viajó a Córdoba para hablar con Luciano
Benjamín Menéndez, por entonces comandante del III Cuerpo de
Ejército. Menéndez advirtió amenazante a Angelelli:
"Es usted quien tiene que tener cuidado.
Existen indicios de que Angelelli sabía que estaba en
la mira de los militares. Personas cercanas a él lo habían
escuchado decir días antes de su muerte: "Es mi turno".11 El 4 de
agosto de 1976, conducía una camioneta junto con el padre Arturo Pinto,
de regreso de una misa celebrada en la ciudad de Chamical en homenaje a dos
sacerdotes asesinados, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville,11 con
tres carpetas con notas sobre los dos casos.
Según el Padre Pinto, un automóvil comenzó
a seguirlos, y luego otro. Y en el paraje denominado Punta de los Llanos
habrían encerrado a la camioneta hasta hacerla volcar. Después
de permanecer inconsciente durante un tiempo, Pinto vio a Angelelli muerto
en la carretera,11 con la parte de atrás de su cuello mostrando lesiones
graves, "como si lo hubieran golpeado".
La zona fue rápidamente rodeada por la policía
y personal militar. Se envió una ambulancia y el cuerpo de Angelelli
fue trasladado a la ciudad de La Rioja. La autopsia reveló varias
costillas rotas y una fractura en forma de estrella en el hueso occipital,
en consonancia con un golpe dado con un objeto contundente. Los frenos de
la camioneta y el volante estaban intactos, y no había marcas de proyectiles.12
El informe policial indicó que Pinto era quien había
conducido el vehículo, que tuvo una pérdida momentánea
del control, y al intentar volver a la carretera reventó un neumático.
Según esta versión, Angelelli habría perdido la vida
como consecuencia de los sucesivos vuelcos del camión. El juez Rodolfo
Vigo aceptó el informe. Pocos días después de la muerte
de Angelelli, la fiscal Martha Guzmán Loza recomendó cerrar
el caso, al que calificó de "accidente de tránsito".13
El 19 de junio de 1986, ya bajo el régimen democrático,
el juez de La Rioja Aldo Morales sentenció que había sido "un
homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima".14
Cuando algunos militares resultaron involucrados en la acusación,
las fuerzas armadas trataron de bloquear la investigación, pero el
juez rechazó sus reclamos. El caso pasó a la Corte Suprema
de Justicia de la Nación Argentina, que a su vez lo derivó
a la Cámara Federal de Córdoba. El tribunal de Córdoba
dijo que era posible que las órdenes provinieran del Comandante del
Tercer Cuerpo de ejército, Luciano Benjamín Menéndez.
En abril de 1990, la Ley de Punto Final puso fin a la investigación
en contra de los tres militares acusados de la muerte (José Carlos
González, Luis Manzanelli y Ricardo Román Oscar Otero). Sin
embargo esta ley fue derogada en 2005 junto con la Ley de Obediencia Debida,
y en agosto de ese año el caso fue abierto nuevamente. La Corte Suprema
dividió el caso en dos partes: la acusación contra los militares
fue enviada a los tribunales de Córdoba, y la posible participación
de civiles en el asesinato fue remitida a La Rioja. El ex comandante Menéndez
fue llamado por el tribunal de La Rioja el 16 de mayo de 2006, pero decidió
no declarar nada.
En abril de 2009 se realizó una necropsia. El informe médico
legal ratificó que las múltiples fracturas en el cráneo
fueron la causa de la muerte. Asimismo, se divulgó cierta información
que pretendía negar el homicidio. Al descartarse la presencia de proyectiles
de armas de fuego, aspecto que nunca estuvo mencionado como evidencia en
la causa, se quiso abonar la tesis de un simple y casual accidente vial,
descartando la existencia de intencionalidad, es decir, de un atentado.
En 2010, el Centro Tiempo Latinoamericano de Córdoba,
la sobrina de mons. Angelelli, María Elena Coseano, el propio Obispado
de La Rioja, las secretarías de Derechos Humanos de la Provincia y
de la Nación, y Arturo Pinto como víctima sobreviviente, se
constituyeron en querellantes en el Juzgado Federal de la La Rioja. En la
presentación, se resumió una vez más el relato varias
veces repetido por el P. Arturo Pinto, único testigo directo en la
causa judicial, quien mencionó que la camioneta que manejaba el obispo
fue encerrada bruscamente por un Peugeot 404, en una maniobra que le provocó
el vuelco. Se reclamó la imputación de catorce militares y
policías, encabezados por el dictador Jorge Rafael Videla y el entonces
comandante del tercer Cuerpo de ejército, Luciano Benjamín
Menéndez, como responsables mediatos del crimen.
El 4 de julio de 2014, Luis Fernando Estrella y Luciano Benjamín
Menéndez fueron condenados a cadena perpetua por el crimen de Enrique
Angelelli. Otros acusados tales como Jorge Rafael Videla, Juan Carlos Romero
y Albano Harguindeguy, fallecieron antes del comienzo del juicio.
Pocas semanas antes de la sentencia, la investigación judicial había
recibido un impulso imprevisto de la Santa Sede, cuando el papa Francisco
remitió dos documentos hasta entonces secretos que resultaron un aporte
significativo a la causa. Se trataba de una carta firmada por el propio Angelelli
enviada al entonces nuncio apostólico Pío Laghi en la que advertía
estar amenazado, con lo cual la misiva comprometía al nuncio. La otra
carta contenía el relato detallado del asesinato de Gabriel Longueville
y Carlos de Dios Murias, dos sacerdotes muy próximos al obispo, el
18 de julio de 1976.
Tres días después de la muerte de Angelelli, un grupo de clérigos
argentinos dirigió una petición a Raúl Primatesta, arzobispo
de Córdoba y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, instándolo
a hablar en defensa del clero. El cardenal aconsejó la «prudencia
de las serpientes» y recordó que «hay un tiempo para hablar
y un tiempo para callar». El cardenal Juan Carlos Aramburu señaló:
«Para hablar de crimen hay que probarlo y yo no tengo ningún
argumento en ese sentido». Sin embargo, algunos prelados como Jaime
de Nevares, Jorge Novak y Miguel Hesayne denunciaron el asesinato.18 L'Osservatore
Romano informó la muerte de Angelelli como «un extraño
accidente».1820 La Agencia Informativa Católica Argentina
publicó un informe muy breve de la trayectoria de Angelelli, en tanto
que el incidente no fue discutido posteriormente por publicaciones oficiales
de la Iglesia católica.
El 4 de agosto de 2006, al cumplirse 30 años de su muerte,
el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Jorge Bergoglio,
luego papa Francisco, celebró una misa en la catedral de La Rioja
en memoria de Angelelli. En la homilía en la catedral señaló
que monseñor Enrique Angelelli recibía pedradas por predicar
el Evangelio y derramó su sangre por ello. Sin hacer mención
explícita de la participación de la dictadura en la muerte
de Angelelli, Bergoglio dijo que el obispo «removió piedras
que cayeron sobre él por proclamar el Evangelio, y se empapó
de su propia sangre». Bergoglio sentenció luego con una frase
de Tertuliano: "[la] sangre de los mártires [es la] semilla de la
Iglesia". Así, fue la primera palabra oficial de la Iglesia argentina
sobre Angelelli, y la primera vez que se lo invocaba en calidad de mártir.
Después de la misa, 2000 personas (incluyendo al gobernador de La
Rioja Ángel Maza) rindieron homenaje a Angelelli en Punta de los Llanos,
donde se produjo el crimen. Angelelli formó parte, junto con Carlos
Horacio Ponce de León, Jorge Novak, Jaime de Nevares y Miguel Hesayne,
del grupo de obispos que denunció más enérgicamente
las violaciones a los derechos humanos durante el Proceso de Reorganización
Nacional.
En 2014, ya durante el pontificado de Francisco, la investigación
judicial recibió impulso de la Santa Sede con aportes significativos
para el esclarecimiento del crimen y la sentencia definitiva. En junio de
2018, la Iglesia católica anunció su reconocimiento de que
la muerte de Enrique Angelelli, como también la de los sacerdotes
Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, y la del laico católico
Wenceslao Pedernera, tuvo el carácter de «martirio en odio de
la fe», lo que amerita su beatificación.