BEATO EMILIO BOVER
ALBAREDA
1936 d.C.
20 de agosto
El predicador popular P.
Emilio Bover Albareda nació el día 31 de agosto de 1868
en el pueblo de Castelltersol de la provincia de Barcelona y de la
diócesis de Vic. Fue bautizado solemnemente en la iglesia
parroquial de San Fructuoso el día 3 de ese mes y año. En
la misma iglesia parroquial fue confirmado el día 13 de
noviembre de 1869 por el Excmo. Antonio Luis Jordá, Obispo de
Vic, durante la visita pastoral.
Sus padres fueron D. Lorenzo Bover, peón, y Dª Teresa
Albareda.
Los primeros rudimentos de latín, la retórica y la
poética los estudió en Artés, sucursal del
seminario diocesano, entre 1885-1888.
En el verano de 1888 ingresó en la casa de Cervera, donde
tomó el hábito el 3 de septiembre de ese año y
profesó el 1 de octubre del año siguiente. Su maestro de
novicios fue el P. Sánchez del Val. Aunque entonces no se
hacían votos temporales, él por razón de las
quintas, tenía 20 años, profesó ad nutum
superioris, supliendo años más tarde, antes de la
ordenación in sacris, su profesión definitiva.
En Cervera hizo los estudios de filosofía y el primero de
teología, pasando en 1894 a Santo Domingo de la Calzada. Los
estudios los sacó con dificultad, tanta que a punto estuvo de
pasar para hermano coadjutor. Por ello decía
humorísticamente que a los 30 años acabó la
carrera virgen y mártir haciendo referencia al poco saber y al
mucho jadear[1]. En enero de 1895 recibió las cuatro
órdenes menores de manos del Excmo. Mariano Supervia, Obispo
aux. de Zaragoza. El subdiaconado lo recibió el 17 de septiembre
de 1897 de manos del Excmo. Ramón Fernández
Piérola, Obispo de Vitoria. De diácono fue ordenado por
el Excmo. José Mª García Escuder, Obispo de Osma el
9 de enero de 1898 y al domingo siguiente le confirió el
presbiterado.
Al año
siguiente, 1899, recibió su primer destino a la casa de
Sabadell, recién fundada. A los dos años fue enviado a La
Selva del Campo con el cargo de predicador. En septiembre de 1904 los
superiores le destinaron a Vic y antes de acabar el año lo
enviaron a Santiago de Chile.
Misionero en Chile
El P. Bover, con
otros tres Padres y dos Hermanos coadjutores, emprendió el viaje
a Chile en el Transatlántico León XIII el 3 de diciembre
de 1904 con dirección a Buenos Aires. Desde ahí a Chile
pasando los Andes tenía un viaje variado en sólo 44 horas
en tren, en coche y en cabalgadura. A Santiago llegó a las once
de la noche del 29 de ese mismo mes. Al final de 1906 tuvo que volver a
España. Yendo a parar a la casa generalicia de Aranda de Duero.
La casa de
Cartagena fue el destino del P. Bover en 1908, donde se dedicó a
la predicación y catequesis. En 1914 fue trasladado a Solsona
con el cargo de Consultor 2º y predicador. En esta casa
demostró su habilidad en electricidad para poner una nueva
instalación eléctrica en la casa y en la iglesia. Esta
competencia la demostró en todas las casas por donde
pasó. En 1916 fue elegido bibliotecario y colector local de
misas. En 1919 el gobierno provincial decidió la
construcción de un colegio para los estudiantes moralistas. La
intervención del P. Bover fue notable. En sus
múltiples predicaciones por los pueblos consiguió
numerosas vocaciones para el postulantado.
En diciembre de
1922 fue destinado a la casa de San Feliu de Guixols, fundada entonces,
con el cargo de predicador. También aquí le dieron el
cargo de bibliotecario, con el suplemento de encuadernar con gusto y
lujo, y profesor de oratoria. Varios miembros de esta comunidad
consiguieron llevar a los postulantados de Vic y Cervera 65
niños en año y medio, casi todos de la diócesis de
Gerona. La crónica de la comunidad informa: «Sin embargo
es justo advertir que quien se llevó la palma en esta tan
importante y meritoria obra fue el R. P. Emiio Bover como quiera que
además él solo ha recogido cincuenta y seis, cargó
con los crecidos gastos de viaje de casi toda merced a la generosidad
de un buen amigo suyo, y con las incontables molestias de
acompañarlos a los Colegios indicados».
En 1925 se
fundó la casa de Gerona y allí fue enviado el P. Bover
desde el primer momento para ir preparando la vivienda. Desde esta
comunidad reclutó otros 33 niños para el postulantado el
primer año. También siguió de bibliotecario
convirtiendo la biblioteca en una de las más selectas de la
provincia.
Cuatro
años más tarde, 1929, fue destinado a la comunidad de
Lérida. Su último destino fue Cervera. Aquí
también siguió con el trabajo de encuadernar libros para
diversas comunidades. Era su ocupación preferida.
«En uno de
sus viajes coincidió con Alejandro Lerroux en el mismo
departamento del tren y le preguntó:
Sr. Lerroux, si
llega V. A ser poder, ¿hará todo eso que V. dice en sus
soflamas... que dará a comer chorizo de canónigo y pernil
de obispo?
No, de ninguna
manera... Acudo a esos recursos para mover a los obreros... que ante
otros temas se quedan indiferentes...
De hecho, el
llamado “emperador del Paralelo” era mejor de lo que parecía.
Cuando la quema de conventos e iglesias en Madrid, era Lerroux Ministro
de Estado con la república... Volvió a Madrid ya
próximo a la frontera en un viaje a París
¡Bárbaros!, ¿qué hacéis?
¿no os días cuenta que nos estáis deshonrando ante
el mundo?»[2]
Cualidades. En un informe de estudiante de teología se le
califica como atento y servicial, no tan discreto en hablar de otros.
Mañoso, práctico, aficionado a la física. Es
sagaz. Sus cualidades intelectuales eran regulares y, según
informes, poco cultivadas, poco asiduo al estudio serio, pero fue un
gran bibliotecario. En varias ocasiones escribió a los
Superiores para que le dispensaran de los exámenes de moral.
En la
necrología se dice que era hombre original en todo, con buena
dosis de humor e ironía, capaz de reírse de sí
mismo, tanto para hacerse simpático, célebre y popular.
Era muy caritativo, en Cartagena se preocupó más que
nadie de los más pobres. También muy activo y trabajador.
Tenía un
gran amor a la Congregación.
Predicador
Gran predicador para gente sencilla. Cuando subía al
púlpito para atraer la atención del público devoto
decía: Mirad aquí miradme a mí que soy muy feo.
Era incansable predicador, no se negaba a ninguna ni hacía
distinción de lugares por humildes que fueran. Aun no poseyendo
buena oratoria fue buen misionero y predicador y tuvo gran
aceptación. Por su sencillez y bondad dejaba un recuerdo
imborrable. En las misiones sabía ganarse la confianza de los
penitentes. Desde el púlpito decía: «No me gusta
confesar ángeles, que no necesitan y además pueden
engañarme»[3].
Otra faceta importante en su ministerio apostólico fue la
catequesis. Llamó poderosamente la atención en Cartagena
y Gerona. Este método lo había aprendido principalmente
del P. Costansó en Santiago de Chile.
Reclutador de vocaciones. A este aspecto se ha referencia
anteriormente. De todos modos, conviene señalar que la
táctica que seguía era la que las circunstancias le
permitían en las misiones y novenarios para suscitar las
vocaciones de los niños. Sin precedentes. “Se encontraba a gusto
entre los niños; sabía atraérselos... – Portaos
bien, les decía... “que tant us donaré un confit com una
clatellada”»[4].
A muchos les pagaba los viajes y otras necesidades. Para ello
contó con la ayuda económica de D. Marcos, Oficial de
Marina de Cartagena, que a veces le mandaba su paga entera, y,
después de la muerte de este, de Dª Concepción de
Barnola.
Refugio y martirio
Al dispersarse
la comunidad de Cervera el 21 de julio de 1936, el P. Bover se
refugió en la casa del Sr. Gueli, fabricante de galletas. El
comité de Cervera había dado un bando, un edicto, contra
el cura, amenazando de muerte a los que le acogieran. Más tarde
este bando fue extendido a todos los sacerdotes y personas religiosas
escondidas. Para que todos se enteraran fijaron pasquines en las
calles. Por este motivo hicieron registros en algunas casas. Los
primeros días de la revolución celebró Misa en la
iglesia de San Agustín. En la sacristía se
discutió si se podía celebrar Misa sin sotana.
Desde el 23 de
ese mes se refugió en la casa de D. José Civit,
farmacéutico, que fue a buscarlo. Su ocupación
principal era rezar y estar con los niños de la casa. En un
lugar de la casa tenían escondidas Hostias consagradas, que les
habían llevado de una iglesia, y allí se le veía
arrodillado con frecuencia. Todos los días practicaba el
Viacrucis y rezaba el santo rosario sin parar con la
participación de la familia. También explicaba el
Evangelio. También confesaba a los de la familia y otras
personas que venían verlo.
Sentía la
pena que sufrirían los padres y familias de tantos niños
que había reclutado para el postulantado.
Al referirse a
las palabras de Jesús a los hijos del Zebedeo:
¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Dijo
que todos estábamos dispuestos a darle a Jesús la misma
respuesta: ¡Podemos! El P. Bover estaba resignado a la muerte
igual que el Sr Civit, que le hospedaba.
El día 19
de agosto a eso de las once de la noche se presentaron unos individuos
armados, entre ellos un tal Cera, sanguinario redomado, pidiendo al Sr
José Civit que les siguiera para una declaración y que
luego volvería, pero él les dio el rosario diciendo Hasta
el cielo. Los milicianos dijeron que no cerraran la puerta porque
volverían a hacer un registro. Le dijeron esto al P. Bover y
respondió:
Ahora sí que entro en agonía.
Se retiró al salón y pasó la noche
preparándose a morir. A las cinco de la madrugada todavía
no se habían presentado los milicianos y le dijeron que se
retirara a descansar. Se fue al cuarto de los niños donde
había uno enfermo. El Padre se puso la bata blanca de
practicante diciendo:
Así pareceré un enfermero, o el practicante que
está velando al niño mayorcito.
El día 20, entre ocho y nueve de la mañana, se
presentaron los milicianos a practicar el registro,
minuciosísimo. Entraron en cuarto y al verle preguntaron
quién era, respondiendo una niña que era un amigo de casa
que estaba haciendo compañía a los niños de casa.
Uno de los milicianos sacó un retrato del bolsillo y al
reconocerlo dijo:
Vd. es Padre.
Sí soy
Padre, respondió el P. Bover.
Le intimaron que
les siguiera sin permitirle despedirse de la familia: A los
niños les dijo que cuando se hallasen en un apuro gritasen
fuerte:
¡Padre Emilio! que él desde el cielo les ayudaría.
A la cuñada del Sr José también le
encomendó:
Despídame Vd de esta familia a la que doy las gracias por el
caritativo acogimiento que me han dado. Me despido de todos hasta el
cielo.
Después
de media hora comparecieron de nuevo y pidieron el reloj y el dinero
del Padre. El reloj era sencillo y el dinero poco: 25 pesetas.
Al P. Bover lo
llevaron al Comité y después lo llevaron al cementerio de
Cervera para fusilarlo. Se dice que antes de este acto, el Padre
perdonó a sus asesinos y pidió besarles las manos.
También rezó un Credo y gritó ¡Viva Cristo
Rey! A continuación, partió la descarga a las puertas del
cementerio y le remataron. Era el día 20 de agosto de 1936. En
dicho cementerio fue enterrado.