EL PROTOEVANGELIO
Génesis 3,15
1.
«Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la
salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de
Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la
Iglesia y se interpretan a la luz de la plena revelación
ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la
mujer, Madre del Redentor».
Con
estas afirmaciones, el Concilio Vaticano II nos recuerda cómo se
fue delineando la figura de María desde los comienzos de la
historia de la salvación. Ya se vislumbra en los textos del
Antiguo Testamento, pero sólo se entiende plenamente cuando esos
textos se leen en la Iglesia y se comprenden a la luz del Nuevo
Testamento.
En
efecto, el Espíritu Santo, al inspirar a los diversos autores
humanos, orientó la Revelación veterotestamentaria hacia
Cristo, que se encarnaría en el seno de la Virgen María.
2.
Entre las palabras bíblicas que preanunciaron a la Madre del
Redentor, el Concilio cita, ante todo, aquellas con las que Dios,
después de la caída de Adán y Eva, revela su plan
de salvación. El Señor dice a la serpiente, figura del
espíritu del mal: «Enemistad pondré entre ti y la
mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la
cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gén
3,15).
Esas
expresiones, denominadas por la tradición cristiana, desde el
siglo XVI, Protoevangelio, es decir, primera buena nueva, dejan
entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los
orígenes de la humanidad. En efecto, frente al pecado,
según la narración del autor sagrado, la primera
reacción del Señor no consistió en castigar a los
culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y
comprometerlos activamente en la obra redentora, mostrando su gran
generosidad también hacia quienes lo habían ofendido.
Las
palabras del Protoevangelio revelan, además, el singular destino
de la mujer que, a pesar de haber precedido al hombre al ceder ante la
tentación de la serpiente, luego se convierte, en virtud del
plan divino, en la primera aliada de Dios. Eva fue la aliada de la
serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que,
invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la
enemiga de la serpiente.
3.
Los exegetas concuerdan en reconocer que el texto del Génesis,
según el original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la
acción contra la serpiente, sino a su linaje. De todos modos, el
texto da gran relieve al papel que ella desempeñará en la
lucha contra el tentador: su linaje será el vencedor de la
serpiente.
¿Quién
es esta mujer? El texto bíblico no refiere su nombre personal,
pero deja vislumbrar una mujer nueva, querida por Dios para reparar la
caída de Eva: ella está llamada a restaurar el papel y la
dignidad de la mujer, y a contribuir al cambio del destino de la
humanidad, colaborando mediante su misión materna a la victoria
divina sobre Satanás.
4.
A la luz del Nuevo Testamento y de la tradición de la Iglesia
sabemos que la mujer nueva anunciada por el Protoevangelio es
María, y reconocemos en «su linaje» (Gén
3,15), su hijo, Jesús, triunfador en el misterio de la Pascua
sobre el poder de Satanás.
Observemos,
asimismo, que la enemistad puesta por Dios entre la serpiente y la
mujer se realiza en María de dos maneras. Ella, aliada perfecta
de Dios y enemiga del diablo, fue librada completamente del dominio de
Satanás en su concepción inmaculada, cuando fue modelada
en la gracia por el Espíritu Santo y preservada de toda mancha
de pecado. Además, María, asociada a la obra
salvífica de su Hijo, estuvo plenamente comprometida en la lucha
contra el espíritu del mal.
Así,
los títulos de Inmaculada Concepción y Cooperadora del
Redentor, que la fe de la Iglesia ha atribuido a María para
proclamar su belleza espiritual y su íntima participación
en la obra admirable de la Redención, manifiestan la
oposición irreductible entre la serpiente y la nueva Eva.
5.
Los exegetas y teólogos consideran que la luz de la nueva Eva,
María, desde las páginas del Génesis se proyecta
sobre toda la economía de la salvación, y ven ya en ese
texto el vínculo que existe entre María y la Iglesia.
Notemos aquí con alegría que el término mujer,
usado en forma genérica por el texto del Génesis, impulsa
a asociar con la Virgen de Nazaret y su tarea en la obra de la
salvación especialmente a las mujeres, llamadas, según el
designio divino, a comprometerse en la lucha contra el espíritu
del mal.
Las
mujeres que, como Eva, podrían ceder ante la seducción de
Satanás, por la solidaridad con María reciben una fuerza
superior para combatir al enemigo, convirtiéndose en las
primeras aliadas de Dios en el camino de la salvación.
Esta
alianza misteriosa de Dios con la mujer se manifiesta en
múltiples formas también en nuestros días: en la
asiduidad de las mujeres a la oración personal y al culto
litúrgico, en el servicio de la catequesis y en el testimonio de
la caridad, en las numerosas vocaciones femeninas a la vida consagrada,
en la educación religiosa en familia...
Todos
estos signos constituyen una realización muy concreta del
oráculo del Protoevangelio, que, sugiriendo una extensión
universal de la palabra mujer, dentro y más allá de los
confines visibles de la Iglesia, muestra que la vocación
única de María es inseparable de la vocación de la
humanidad y, en particular, de la de toda mujer, que se ilumina con la
misión de María, proclamada primera aliada de Dios contra
Satanás y el mal.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)