BEATO ELEUTERIO DEL CASTILLO GOMEZ
3 de octubre
1936 d.C.
Fue ordenado de menores y
de subdiácono en Cuenca por el obispo D. Cruz Laplana y de sacerdote
en la basílica de la Milagrosa de Madrid por el obispo de Málaga,
D. Manuel González, ambos beatos. Buen tenor y buen predicador, el
P. Eleuterio inicio su apostolado sacerdotal en el santuario de los Milagros,
en Maceda (Orense) de profesor e inspector del seminario menor. En 1933 le
nombraron subdirector del noviciado en Hortaleza (Madrid). Era capellán
de las Trinitarias y estudiaba con brillantez una carrera universitaria.
Fue un sacerdote valiente y cumplidor de su deber. En la cárcel se
hacía muy simpático por su ardor y espíritu religioso.
Manifestaba deseos de salir de la cárcel para ayudar a la causa de
la religión y decía que, aunque les mataran, vencería
la causa de Dios. Fue martirizado quince días antes de cumplir los
33 años.
MARTIRIO: El P. Eleuterio Castillo era uno de los 13 Paúles
de Hortaleza conducidos en un camión a la Dirección General
de Seguridad con el párroco, su hermano y dos padres Oblatos, el 21
de julio después de pasar la noche en el ayuntamiento del pueblo.
Amenazados de muerte desde el primer momento, se prepararon con la oración
y la confesión sacramental. El 22 por la tarde ingresaron en la cárcel
Modelo. Su hermana Felisa y su esposo Juan Alonso Hidalgo, guardia civil
destinado en el cuartel general de Guzmán el Bueno, con vivienda en
el mismo cuartel, buscaron la forma de ponerlo a salvo. Lo rescató
un pariente con su carné, avalado por el sindicato único de
sanidad (CNT-AIT) el día 31 de agosto del mismo año, pero en
la puerta de la cárcel lo detuvieron y lo tuvieron retenido en una
pensión hasta el 22 de septiembre que lo llevaron a la checa de las
Milicias del POUM sita en el monasterio de las Salesas junto al cuartel.
En la misma checa metieron a su cuñado, Juan Alonso, sin otro cargo
que haber protegido al religioso.
En la madrugada del 3 de octubre de 1936 mataron juntos al P.
Eleuterio Castillo y a su cuñado, Juan Alonso Hidalgo, debajo de la
ventana donde dormían Felisa y sus cuatro hijos pequeños que
oyeron perfectamente los tiros y llegaron a ver los cadáveres. Leonor,
la pequeña de los sobrinos, Carmelita descalza del monasterio de Loeches
(Madrid), testificó en el proceso. Felisa reconoció los cadáveres
de su esposo y de su hermano y los acompañó en el entierro.
Los propios milicianos dieron muerte también al pariente sindicalista
que había intentado su libertad.