BEATA ELENA ENSELMINI
4 de noviembre
1242 d.C.
Era
hija de la noble familia de los Anselmini de Padua. A los 13
años decidió entrar en un convento que hospedaba, en dos
moradas distintas, a las monjas y a los frailes de la Orden de san
Francisco, en una zona llamada "la Celda vieja" (la actual Arcella), y
fue el propio san Francisco de Asís quién le impuso el
velo. San Antonio de Padua, la preparó teológica y
moralmente.
Durante seis
años su experiencia como clarisa fue luminosa y gozosa, no
obstante el rigor de la regla. Pero a los 20 años, surgieron los
años de las tinieblas, tinieblas incluso en sentido
físico, con enfermedades que la dejaron afásica; pero
fueron sobre todo las tinieblas del alma: fue probada en la duda y en
la aridez espiritual. Fue tentada en creer que todo era inútil;
que la salvación eterna le sería siempre negada. Pero en
los momentos de mayor desorientación íntima, se
acogió a la fe y a la obediencia a los superiores. Con la
tenacidad de una voluntad bien templada, era capaz de encontrar la paz
y la certeza de que la Providencia la guiaba a un destino mejor.
Quedaba su enfermedad
(se quedó ciega y sorda), y sólo se podía
comunicar con los signos del abecedario, y así pudo expresar sus
visiones místicas. Un día vio en el Paraíso
numerosas almas de religiosos que vivían en comunidad, y esto la
sorprendió, pues pensaba que eran las penitencias lo que nos
hacía alcanzar el Cielo, en cambio le fue revelado que era la
obediencia y el ejercicio de penitencia lo que hacía alcanzar el
Cielo.
De complexión
grácil y enfermiza, padeció en los últimos quince
meses de vida repetidas fiebres, y permaneció durante tres meses
sin comer, ni beber, ni pronunciar palabra. El 4 de octubre de 1231,
arrebatada en éxtasis, vio a los santos Francisco y Antonio en
actitud de cantar las alabanzas del Señor. En definitiva, "el
cielo en la celda", hasta el 4 de noviembre, cuando expiró, a
los 24 años.
Podemos decir que su cuerpo sufrió en la muerte un proceso
natural de momificación y quedó intacto, y las
manifestaciones de fervor son exageradas, pero revelan la espontaneidad
de una devoción popular hacia esta ilustre clarisa. Su cuerpo,
por una circunstancia fortuita, fue colocado en una urna y conservado
en la pequeña iglesia del monasterio, hasta el año 1509,
en que fue trasladado a la iglesia de Santa María de los
Armenios, luego llamada de la Beata Elena. Y, desde 1810, fue
trasladado a la de Santa Sofía, donde permaneció hasta el
23 de mayo de 1958, en que fue devuelto a la iglesia de La
Arcella. Fue beatificada por Inocencio XII el 29 de octubre de
1695.