El
Bautismo es el sacramento por el cual el hombre nace a la vida
espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación
de la Santísima Trinidad.
Normalmente la palabra bautizar significa "sumergir",
"introducir dentro del agua"; la "inmersión en el agua simboliza
el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de
donde sale por la resurrección con Él (Romanos 6,3-4;
Colosenses 2,12) como "nueva creatura" .
Entre los sacramentos, ocupa el primer lugar porque es el
fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en
el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros
sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados
como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos
incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su
misión.
En la Sagrada Escritura se prueba que el Bautismo es uno
de los sacramentos instituidos por Jesucristo:
"Te aseguro que el que no nace del agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3,5).
Jesucristo da a sus discípulos el encargo de
administrar el Bautismo: Juan 4,2.
Ordena a sus Apóstoles que bauticen a todas las
gentes: "Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y
háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28,19).
"El que crea y se bautice se salvará, pero el que
se resista a creer se condenará" (Marcos 16,16).
Los Apóstoles después de haber recibido la
fuerza del Espíritu Santo comenzaron a bautizar: Hechos 2,38-41.
En el Antiguo Testamento aparecen ya las figuras del
Bautismo, es decir, hechos o palabras que, de un modo velado, anuncian
aquella realidad que de modo pleno se verificará en los siglos
venideros: Colosenses 2,11ss; 1 Corintios 10,12; 1 Pedro 3,20ss;
Ezequiel 36,25; Isaías 1,16ss; 4,4; Zacarías 13,1.
La materia del Bautismo es el agua natural (Juan 3,5). La
ablución del bautizado puede hacerse ya sea por infusión
(derramando agua sobre la cabeza) o por inmersión (sumergiendo
al bautizado en el agua).
La forma del Bautismo son las palabras del que lo
administra, las cuales acompañan y determinan la
ablución. Esas palabras son: "Yo te bautizo en el nombre del
Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo".
Efectos del Bautismo:
1.-El perdón de los pecados, del original (en el caso de los
niños), y también de los personales (en el caso de las
personas con uso de razón). A esto se le llama
justificación.
2.-Un derecho especial a recibir los auxilios espirituales que sean
necesarios para vivir cristianamente, como hijo de Dios en la Iglesia,
hasta alcanzar la salvación (gracia sacramental
específica del sacramento del Bautismo).
3.-El "Caracter" bautismal. El Bautismo válidamente recibido
imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el carácter
bautismal, y por eso este sacramento no se puede repetir. El caracter
sacramental realiza una semejanza con Jesucristo que, en el caso del
Bautismo, implica: a) la incorporación del bautizado al Cuerpo
Místico de Cristo, que es la Iglesia, y b) la
participación en el sacerdocio de Cristo.
4.-Remisión de las penas debidas por los pecados.
Este medio necesario para la salvación puede ser
suplido en casos "extraordinarios", cuando sin culpa propia no se puede
recibir el Bautismo de agua.
1.-El Bautismo de deseo es el anhelo explícito
(catecúmeno) o implícito (pagano o infiel) de recibir el
Bautismo, deseo que debe ir unido a la contrición perfecta.
2.-El Bautismo de sangre es el martirio de una persona que no ha
recicibido el Bautismo, es decir, el soportar pacientemente la muerte
violenta por haber confesado la fe cristiana o o practicado la virtud
cristiana (Mateo 10,32-39). La Iglesia venera como mártir a
Santa Emereciana, que antes de ser bautizada fue martirizada sobre el
sepulcro de su amiga Santa Inés, al que había ido a orar.
En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la
Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como
hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran
misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la
ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad
que los niños se acerquen a mí, no se los
impidáis" (Marcos 10,14), nos permiten confiar en que haya un
camino de salvación para los niños que mueren sin
Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la
Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a
Cristo por el don del Santo Bautismo.
Es necesario bautizar a los niños, ya que nacen con
el pecado original (Salmo 51(50),5), que sólo el Bautismo puede
curar, y es conveniente porque ya desde esa tierna edad son poseedores
de los bienes sobrenaturales y reciben la constante actuación
benéfica del Espíritu Santo en sus almas.