El Padre Diego
Yuki, sacerdote japonés, era en 1621 el único misionero
estable en Japón central (cerca de Kyoto, Osaka). Había
pronunciado sus primeros votos en la Compañía de
Jesús cuando fueron crucificados en Nagasaki san Pablo Miki y
compañeros (año 1597). Diego Yuki se formó en
Macao junto con futuros mártires, como el beato Antonio Ixida.
Antes de adentrarse como sacerdote en Japón, escribió una
carta al padre general, donde aflora su actitud martirial.
Ordenado sacerdote
en 1615, fue misionero oculto en Japón desde 1616 hasta su
martirio en 1636, animando y confortando con los sacramentos a los
cristianos perseguidos. Una carta del padre Yuki, del 18 de diciembre
de 1625, describe con detalle la situación de la comunidad
eclesial en aquel ambiente persecutorio.
El Padre Diego
Yuki, apresado en Osaka, lugar de su apostolado, fue condenado a morir
en la fosa (Osaka, febrero de 1636); afirmó siempre su fe, sin
delatar a sus colaboradores ni a los cristianos que le habían
albergado; de haberlos delatado, hubiera sido señal de
apostasía y le hubieran liberado. Los testigos ofrecen
testimonio fehaciente de su actitud martirial, sin callar la
defección de otros. Con él murió su catequista
Miguel Soan. Tenía 62 años. Fue beatificado por
Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2008.