CONSAGRACIÓN DE
SÍ MISMO A JESUCRISTO
Oh Jesús,
Sabiduría eterna y encarnada!, verdadero Dios y
verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María,
siempre virgen! Te adoro en la gloria del Padre, durante la
eternidad y en el seno virginal de María, tu Madre, en el
tiempo de tu Encarnación.
Te doy gracias porque, anonadandote, haz venido al mundo
–hombre entre los hombres y servidor del Padre– para
librarme de la esclavitud del pecado.
Te alabo y glorifico Señor, porque has vivido en obediencia
amorosa a María, para hacerme fiel discípulo suyo.
Desgraciadamente, no he guardado los votos y promesas de
mi bautismo y no soy digno de llamarme hijo de Dios. Por
ello, acudo a la misericordiosa intercesión de tu Madre,
esperando obtener por su ayuda el perdón de mis pecados y
una continua comunión contigo, Oh Sabiduría Encarnada.
Te saludo, pues, oh María Inmaculada, templo viviente de Dios:
en ti ha puesto su morada la Sabiduría
Eterna para recibir la adoración de los ángeles y de los
hombres. Te saludo, oh Reina del cielo y de la tierra:
a ti están sometidas todas las criaturas. Te saludo, refugio
seguro de los pecadores: todos experimentan tu
gran misericordia.
Acepta los anhelos que tengo de la Divina Sabiduría
y mi consagración total.
Yo, N...., consciente de mi vocación cristiana, renuevo hoy en
tus manos mis compromisos bautismales. Renuncio a
Satanás, a sus seducciones, a sus pompas y a sus obras, y me
consagro a Jesucristo para llevar mi cruz detrás de El, en la
fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. En presencia de
toda la corte celestial, te elijo en este día por mi Madre y
Maestra. Me entrego y consagro a ti, como tu esclavo, mi cuerpo y mi
alma, mis posesiones tanto internas como
externas, incluso el valor de todas mis buenas acciones, pasadas,
presentes y futuras, dejando en ti, el entero y completo
derecho de disponer de mi, y todo lo que me pertenece, sin
excepción, de acuerdo a tu voluntad, para mayor gloria de Dios
en el tiempo y en la eternidad.
Madre del Señor, acepta esta pequeña ofrenda
de mi vida y preséntala a tu Hijo: si El me redimió con
tu
colaboración, debe también ahora recibir de tu mano, el
don total de mí mismo. En adelante, deseo
honrarte y obedecerte en todo como verdadero esclavo tuyo.
Oh Corazón Inmaculado de María!, que yo viva plenamente
esta consagración para prolongar en mí la
amorosa obediencia de tu Hijo y dar respuesta a la misión
trascendental que Dios te ha confiado en la
historia de la salvación. ¡Madre de misericordia!,
alcánzame la verdadera Sabiduría de Dios, y hazme
plenamente disponible a tu acción maternal. Colocame así,
entre los que tu amas, enseñas, guías,
alimentas y proteges como hijos tuyos. ¡Oh Virgen fiel!, haz de
mí un auténtico discípulo e imitador de tu
Hijo, la Sabiduría Encarnada. Contigo, Madre y modelo de mi
vida, llegaré a la perfecta madurez de
Jesucristo en la tierra y a la gloria del cielo. Amén
¡Totus Tuus!.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)