Nació en Venecia el 7 de marzo de 1693 y murió en Roma el 2 de febrero de 1769. Educado por los Jesuitas en Bolonia, consiguió su grado en derecho en Padua y en 1716 fue nombrado refrendario de los dos departamentos conocidos como "Signatura Justitiæ" y "Signatura Gratiæ". Gobernador de Rieti en 1716, de Fano en 1721 y Auditor de la Rota para Venecia en 1725. En 1737 fue creado cardenal-diácono y en 1743 obispo de padua, donde si distinguió por su celo en la formación y santificación de cu clero, para cuya promoción celebró un sínodo en 1746 y publicó una muy notable pastoral sobre el estado sacerdotal. Su vida personal era consecuente con sus enseñanzas y el abad jansenista Clemente un testigo involuntario, nos dice que “se le llamaba santo (por su gente) y era un hombre ejemplar que a pesar de las inmensas beneficios de su diócesis y su patrimonio personal, siempre estaba sin dinero debido a la abundancia de sus limosnas y que era capaz de dar hasta propia ropa. “
En 1747 era cardenal- presbítero y el 6 de julio de 1758 elegido papa para suceder a Benedicto XIV. Se sometió a la voluntad de los electores con llanto porque preveía la fuerza y la dirección de la tormenta que se estaba formando en el horizonte político.
El Regalismo y el Jansenismo eran los enemigos tradicionales de la Santa Sede en su gobierno de la Iglesia, pero un enemigo aún más formidable surgía hasta el poder y los utilizaba como sus instrumentos: Voltaire y los Enciclopedistas, los “filósofos” como les gustaba llamarse a si mismos. Eran hombres de talento y de elevada educación y con esos donas se habían granjeado muchos admiradores y seguidores entre las clases dominantes, con el resultado de que, en tiempos de Clemente XIII, tenían representantes en el poder en la corte portuguesa y en las de todos los Borbones.
El enemigo iba radicalmente contra la misma religión cristiana que restringía su licencia de pensamiento y acción. En su correspondencia privada la llamaban Infâme y deseaban su rápida extinción con el triunfo de su política; y sabían que en sus relaciones con el público, especialmente con los soberanos, debían fingir alguna creencia católica. Al planificar su guerra contra la Iglesia estaban de acuerdo en que l primer paso debía ser la destrucción de los Jesuitas. “Cuando hayamos destruido a los Jesuitas”, escribía Voltaire a Helvetius en 1761, “lo tendremos muy fácil con l´Infâme." Su método era persuadir a los soberanos de que los Jesuitas eran el principal obstáculo para las pretensiones Regalistas, y por ello un peligro para la paz de sus reinos; apoyando estas posiciones con la difusión de literatura difamatoria así como invitando a cooperar a los que, incapaces de ver las intenciones de de sus propósitos finales, se unieron a ellos por razones doctrinales u otras, en su antipatía por la Compañía de Jesús. Esta era la situación política con la que hubo de enfrentarse Clemente XIII al comienzo de su pontificado.