CLEMENTE VII
1523-1534 d.C.



Julio de Médici fue proclamado Papa el 19 nov. 1523 y tomó el nombre de Clemente VII. Había nacido el 26 mayo 1478, en Florencia. Nombrado cardenal el 23 sept. 1513, cargo en el que alcanzó gran prestigio por su actividad política durante el pontificado de León X, del que fue vicecanciller, por su acertado gobierno de Florencia, así como por su carácter grave y comedido.
      
      El cónclave en que resultó elegido Papa duró 50 días, debido a las diferencias de opinión que eXIstían entre los cardenales partidarios del Emperador y del rey de Francia. Al final, se impusieron los imperiales y se procedió a la elección del card. Médici, que fue saludado con universal alegría y recibido con gran expectación. Pese a tales esperanzas, el pontificado de Clemente VII estuvo lleno de vacilaciones e indecisiones. Cuando tomaba una decisión era incapaz de llevarla a cabo, porque, a causa de su exagerada tendencia política, no sabía desentenderse de las dificultades; el temor constante de peligros reales, y con demasiada frecuencia sólo imaginarios, paralizaba todas sus empresas y no le dejaba proceder de una manera resuelta y consecuente.
      
      Aunque había sido elegido Papa como cabeza y representante del partido imperial dentro del cónclave, pronto cambiaron sus inclinaciones. De ser partidario del Emperador pasó a neutral, y de neutral a ser pro-francés, de pro-francés a pro-imperial, etc. Los ideales que se había marcado al comienzo del pontificado consistían en ser lo más independiente posible, tanto del Emperador como del rey de Francia; trabajar para el restablecimiento de la paz europea, en sus dos vertientes: la amenaza de los turcos y los progresos de la herejía en Alemania; y al mismo tiempo asegurar la libertad de Italia y de la Santa Sede. Puede decirse que no alcanzó éXIto en ninguno de estos propósitos.
      
      Por su carácter indeciso se vio envuelto en las más sangrientas guerras de su época. Con motivo de la de Lombardía y los progresos victoriosos del ejército francés, ajustó una alianza con Francia y Venecia, lo que irritó a Carlos V. Pero los imperiales derrotaron estrepitosamente a los franceses en la batalla de Pavía, en la que quedó prisionero Francisco I (v.). La noticia de esta victoria produjo en Roma gran conmoción, y como resultado de la misma los imperiales se erigieron en dueños de Italia: en el norte poseían Milán y en el sur Nápoles. El Papa se vio obligado a llegar a un acuerdo con el Emperador. Entre otras cosas, se firmó un tratado defensivo-ofensivo, para- defender el ducado de Milán en nombre de Francisco Sforza. Pero el Pontífice volvió a cambiar; en mayo de 1526 se firmó la Liga Santa de Cognac, a la que se adhirió, con el fin de expulsar a los imperiales de todas sus posesiones italianas. La guerra comenzó desfavorablemente para los miembros de la Liga y Clemente VII fue dejado solo por sus aliados. Como consecuencia de varias acciones guerreras, los ejércitos imperiales llegaron a las puertas de Roma, y el día 6 mayo 1527 las tropas entraron a saco en la ciudad (V. CARLOS I DE ESPAÑA; SACO DE ROMA). El Papa se refugió en el castillo de Sant-Angelo, pero, finalmente, fue hecho prisionero. A raíz de esto se vio obligado a firmar un tratado con Carlos V, mediante el cual se comprometía a pagar unas fuertes sumas de dinero por su libertad, así como a entregar varias plazas de los Estados Pontificios a las tropas imperiales, y mientras no se cumpliera lo estipulado en el tratado, Clemente VII permanecería prisionero del Emperador. Siete meses duró su cautiverio, hasta que se redactó un nuevo tratado después de cuya firma fue puesto en libertad. A pesar de todo no se quedó en Roma por temor a las tropas imperiales que por segunda vez amenazaban entrar, como así ocurrió, en la ciudad, y se refugió en Orvieto. Después de las últimas derrotas de la Liga, en la que se negó a volver a entrar, a las puertas de Nápoles, resolvió retornar a Roma. El estado de la ciudad era verdaderamente lamentable, y el Pontífice se vio obligado a tomar las más drásticas medidas para allegar los alimentos suficientes.
      
      Las relaciones entre el Papa y Carlos V mejoraron entonces notablemente. A raíz de los últimos sucesos se firmó el tratado de Barcelona y la paz de Cambrai, ésta última entre el Emperador y Francisco I. Posteriormente el Emperador se trasladó a Bolonia, donde se reunió con Clemente VII en largas conversaciones, al final de las cuales tuvo lugar la ceremonia de coronación del Emperador por el Papa, última de la historia del Sacro Imperio Romano-Germánico. A pesar de todo esto, la política del Papa siguió siendo tan fluctuante como antes. Los últimos años de su vida fueron iguales a los anteriores, con una salvedad: media Europa se había perdido para la Iglesia católica. El papa Médici, demasiado ocupado en la política italiana, descuidó su misión principal.
      
      Durante su reinado la Iglesia pasó por las más terribles pruebas: el engrandecimiento del protestantismo en Alemania, su extensión a los países nórdicos, a Suiza, a Francia, etc., el cisma de Inglaterra (v. ANGLICANISMO). Por otra parte, los avances de los turcos no pudieron ser detenidos y no comprendió la necesidad de un concilio que reorganizara y reformara a la Iglesia. Podemos decir que no supo ver el verdadero problema del protestantismo en toda su amplitud; vivió más preocupado por el establecimiento definitivo de los Médici en Florencia, que por procurar reformar la Iglesia y atajar la herejía. No entendió nunca la política de Carlos V destinada a cortar en Alemania las doctrinas de Lutero, y fue en sumo grado remiso a la convocatoria de un concilio universal. No estuvo en ningún momento a la .altura de las circunstancias, principalmente porque, embargado incesantemente por la política y el nepotismo, perdió de vista las incumbencias propias del Pontificado. Por esta causa tuvo, sin duda alguna, parte de culpa de que se perdieran para la Iglesia extensos territorios de Alemania. Su carácter le impidió adoptar una actitud enérgica con respecto a Inglaterra, y siguió con sus dilaciones habituales. Cuando Wolsey, intermediario de Enrique VIII (v.), propuso la anulación del matrimonio con Catalina de Aragón, la política papal no fue lo suficientemente diligente para evitar los futuros ataques por parte del rey al Pontificado, ataques que culminaron en la separación de Inglaterra de la Iglesia católica. Hay que decir, en descargo de Clemente VII, que en ningún momento pensó en conceder la anulación, después que vio claramente que el matrimonio del rey era completamente válido.
      
      En su pontificado quedó sepultada la libertad de Italia, y el gran poderío de los Estados Pontificios fue caminando constantemente a su ruina. M. el 25 sept. 1534.Sus restos mortales fueron depositados en S. Pedro, y más tarde trasladados a S. María sopra Minerva.
     
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)