CLEMENTE V
1305-1314 d.C.
En Roma se
habían formado poco a poco dos partidos, dentro del Colegio
Cardenalicio: el italiano y el francés, cuya preponderancia se
puso de manifiesto a la muerte de Benecto XI. Los franceses impusieron
la elección del Obispo de Burdeos, Raimundo Bertrand de Got,
también apoyado por los Orsini.
Para evitar la intervención de las facciones
romanas, el nuevo Papa trasladó su corte a Lyon, donde se hizo
coronar el 14 de noviembre de 1305. Durante algún tiempo, sin
saber dónde fijar su residencia, viajó por Francia, de un
sitio a otro, hasta que se estableció en Aviñón,
en la primavera de 1309. Clemente V se fue a vivir en un convent de la
Orden dominicana, a la que él mismo pertenecía. La Santa
Sede empezaba una nueva vida, de cuya servidumbre iban a salvarla,
setenta años más tarde, las súplicas de Santa
Catalina de Siena. Aviñón, en aquel tiempo,
pertenecía a la Santa Sede y no a Francia, pero, por su
posición, se encontraba bajo el control indirecto de las fuerzas
francesas. Era fácil dominar al dueño de
Aviñón. Durante las conversaciones de Poitiers, el Papa
anuló los edictos de Bonifacio contra el rey de Francia e
introdujo en la Curia el proceso del antiguo enemigo de Felipe.
Sólo durante el concilio de Vienne (1311)
logró convencer al rey para que renunciase a sus absurdas
pretensiones: proclamar herético a Bonifacio, exhumar sus restos
y quemarlos en la plaza pública. La causa contra Bonifacio fue
suspendida. No resultó dificil convencer al rey, ya que se
encontraba en aquel momento envuelto en otras intrigas. Había
empezado la campaña contra los Templarios, Orden militar y
religiosa fundada en 1118 y que se había distinguido
particularmente en Palestina durante las Cruzadas. Sus miembros
habían llegado a controlar inmensas riquezas y su influencia en
las cortes era muy grande.
La actitud de los soberanos europeos, y sobre todo de
Felipe el Hermoso, en contra de ls Orden de los Templarios, recuerda lo
que pasará siglos más tarde con la persecución
organizada por las monarquías en contra de los Jesuitas. Se los
acusaba de las peores cosas, entre ellas la inmoralidad, la lujuria, la
profanación de las iglesias y del culto, etc. El Papa se
preparaba a iniciar una encuesta sobre las actividades de la Orden,
cuando se enteró de que Jacques de Molay, gran maestro de los
Templarios, había sido arrestado por Nogaret, el especialista de
los golpes por sorpresa. El rey pidió al Papa que se hiciera
solidario de esta medida, pero Clemente se negó a ello.
El gran inquisidor de Francia, Guillermo de París,
dio su ayusa al rey, y empezó entonces uno de los procesos
más terribles de la historia. Casi todos los 138 acusados
reconocieron haber renegado de Jesucristo y escupido en la cruz, pero
casi todos afirmaron después que estas declaraciones no eran
válidas, ya que las habían hecho bajo tortura. El mismo
Papa Clemente, ante la monstruosidad de las declaraciones,
autorizó la tortura. Centenares de hogueras fueron encendidas en
Francia, España, Inglaterra, Alemania e Italia, pero fue en
Francia donde el rey hizo que la persecución llegara al
paroxismo.
En 1312 el Papa suprimió la Orden templaria. El rey
se apoderaba de los bienes de la Orden, supremo fin de aquella
horrorosa campaña. El 11 de marzo de 1314, Jacques de Mplay era
quemado vivo en París después de haberse retractado de su
declaración de culpabilidad.
La situación en el Imperio no llegaba a
estabilizarse. En 1308 fue elegido emperador Enrique de Luxemburgo, al
que el Papa hizo coronar en Roma por sus legados. El rey de Francia
había apoyado a otro candidato, Carlos de Valois, y esto
creó nuevos conflictos entre el Papa y el rey. Sin embargo, el
candidato del Papa no tardó en manifestar sus pretensiones
gibelinas y pensar en apoderase de Italia. Clemente se preparaba a
excomulgarle, cuando Enrique falleció, en 1313. Donde acababa de
escribir su De Monarchia, en la que tomaba partido a favor del
emperador.
Ante el lujo, la corrupción y el nepotismo
imperantes en la corte de Aviñón (Clemente nombró
cardenales a cinco de sus parientes), se elevó la voz de
Guillermo Durand, Obispo de Mende, que pedía la reforma de la
Iglesia "en su cabeza y en sus miembros", y la del joven franciscano
Piere d'Olive, que pregonaba la doctrina de la pobreza
evangélica, según la enseñanza de San Francisco de
Asís.
Clemente V fundó las Universidades de Perusa y de
Orleans. Andrea de Firenze pintó su retrato en el fresco
dedicado al Triunfo de Santo Tomás, en la Capilla de los
Españoles, en la iglesia de Santa María Novella, de
Florencia.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)