BEATO CLAUDIO GRANZOTTO
15 de agosto
1947 d.C.
Se llamaba
Ricardo, y nació en Santa Lucia de Piave, Treviso, (Italia), en
el seno de una familia modesta. La naturaleza le dotó de una
voluntad tenaz y de una exquisita bondad, que lo hacía amable a
todos. El duro trabajo del campo y, posteriormente, los oficios de
carpintero y albañil templaron su carácter y le formaron
en el sacrificio y la generosidad. A los 15 años quiso ser
escultor, arte que se convirtió en su pasión. En 1918 fue
enrolado como soldado en la I Guerra Mundial. A los 22 años,
ingresó, con grandes sacrificios, y admirable constancia, en la
Academia de Bellas Artes de Venecia, donde alcanzó la
máxima nota como profesor de escultura.
En 1933 ingresó en los franciscanos, en el convento
de San Francisco del Desierto en la laguna véneta. Al
presentarlo al ministro provincial de los Frailes Menores de Venecia,
el arcipreste de Santa Lucía di Piave escribía: "La Orden
consigue no sólo un artista, sino también un santo".
Comienza su subida al monte santo de Dios, es un recorrido marcado por
un inmenso amor a Dios; un total abandono en sus manos; una
oración hecha vida y que lleva con frecuencia a fray Claudio a
la adoración ante el Sagrario; al amor a todos, especialmente a
los pobres y enfermos; una extraordinaria y suave humildad; una
obediencia pronta y generosa; y una radiante castidad.
Su práctica heroica de todas las virtudes se alimenta de una
piedad eminentemente eucarística y reparadora y de una
devoción filial a María Inmaculada. Amó de
corazón a la Madre del Señor, hasta el punto de poder
afirmar: "¡Soy esclavo de la Virgen!... La Virgen quiere mi
salvación, porque desde hace mucho tiempo estoy consagrado a su
Corazón inmaculado, cuyo esclavo me considero". Por amor a la
Virgen de Nazaret, construyó cuatro Grutas de Lourdes, una de
las cuales, la de Chiampo, es de proporciones idénticas a las de
la Gruta de Massabielle, en Francia.
Fray Claudio, que había escrito: "Señor,
cuando me concedas el don de las espinas tendré la certeza de
que has aceptado el sacrificio de mi vida", no rehuyó el don
conclusivo con que Cristo quiso mostrarle su predilección.
Atacado por un tumor cerebral, en el hospital civil de Padua se
encontró para siempre con Aquel a quien había confesado:
"Quiero vivir y morir diciéndote y demostrándote que te
amo más que a todos los tesoros del cielo y de la tierra". La
Reina de los ángeles, a quien había venerado y honrado
con todo el corazón, lo acogía en la morada celestial el
día de la solemnidad de su Asunción, atendiendo
así el deseo de su siervo: "El día de la Asunción
me voy". Sus restos mortales descansan en Chiampo, al pie de la gruta
de Lourdes, convertida, según su promesa, en "lugar de
oración y de encuentro con Dios para tanta gente". Fue
beatificado el 20 de noviembre de 1994 por SS Juan Pablo II.