BEATO CIRIACO OLARTE PEREZ DE MENDIGUREN
31 de julio
1936 d.C.
A las 8,30 hs de la mañana
del 8 de febrero de 1893 daba a luz en Gomecha María Pérez
de Mendiguren; aunque dos niñas le precedieron en el seno familiar,
éste era el primer varón de la familia; esto llenó de
alegría a todos, especialmente a Saturnino Olarte, su padre, que lo
cogió en sus brazos lo ofreció al Padre Creador en acción
de gracias. Pasadas las primeras impresiones, Saturnino le inscribió
en el registro civil y habló con el párroco para bautizarlo.
Ese mismo día 8 nació también para la Iglesia en la
Parroquia de la Transfiguración del Señor, recibiendo el nombre
de Ciriaco.
Creció Ciriaco en el seno de una familia de labradores,
numerosa y de honda experiencia religiosa; fueron 10 hermanos, de los cuales
además de Ciriaco, 2 fueron sacerdotes seculares y 2 hermanas monjas
Carmelitas descalzas. Recibió una esmerada educación religiosa,
recibiendo la catequesis que le preparó a la 1ª Comunión
y recibiendo la Confirmación el 7 de mayo de 1899 en Ariñez
(Álava) de manos del Obispo de Vitoria D. Ramón Fernández
de la Piérola.
Desde pequeño, Ciriaco destacó por su piedad y
simpatía. Era un niño vivo, extrovertido y ocurrente; era bondadoso,
compasivo y dócil; con sus padres siempre fue obediente. Tuvo especiales
dotes para las relaciones: con un trato fácil y agradable, estaba
adornado con cualidades musicales y de oratoria. Estas cualidades hicieron
de él un niño simpático y agradable. Pero esta simpatía
corría paralela a la piedad; gustaba con las cosas de Dios, y desde
pequeño tuvo inclinación hacia la vida sacerdotal. Además
de asistir con asiduidad a la catequesis, la Eucaristía y el resto
de actos de culto.
Desde muy pequeño quiso ayudar a misa. Dada su edad
y estatura, apenas podía coger el misal; el sacerdote le pospuso sus
intenciones y le invitó a prepararse; él asumió esa
tarea de preparación y todas las tardes se dedicaba a adquirir fuerza
y habilidad en los brazos con unos libros gordos y pesados, para logar manejar
el misal. Algún día que logró convencer al sacerdote
para que le dejara ser monaguillo y así le pudiese mostrar la pericia
que estaba logrando en el uso del misal, este terminó sobre su cabeza.
Desarrolló Ciriaco un corazón noble inclinado
a la compasión y especialmente caritativo. En numerosas ocasiones
se entretuvo en escuchar a los niños del pueblo que veía tristes
o compartía lo que tenía con quienes lo necesitaban. A su casa
invitaba de vez en cuando a algún niño que pasaba necesidad.
En cuanto a los ancianos, se paraba a charlar con ellos o a acompañarles
cuando estos iban por algún camino. Y cuando algún religioso
o religiosa venía al pueblo a pedir por las casas, se las apañaba
para encontrarse con ellos por casualidad; entonces, dejando los juegos los
acompañaba de casa en casa, les ayudaba a llevar la carga y se las
arreglaba para que terminaran comiendo a la mesa de su casa.
Con una personalidad tan especial y una experiencia de Dios
tan fuerte, pronto sintió la llamada al sacerdocio. Entonces, a eso
de los 10 años, le tocó decidir hacia donde encaminar su vocación:
sacerdote secular, franciscano,
.. ; su vocación tenía una
característica especial; no le llamaba Dios simplemente a ser sacerdote;
lo que Dios quería de él es que fuera misionero. Enterado de
que otro sacerdote del pueblo era Misionero Redentorista, pidió a
sus padres ingresar como seminarista en el centro vocacional que los Redentoristas
tenían en El Monasterio del Espino (Burgos); allí fue recibido
el 21 de septiembre de 1904.
Durante los años que estuvo en El Espino se ganó
el corazón de compañeros y formadores con la gran fuerza de
atracción de su personalidad caracterizada por su carácter
abierto y alegre, su simpatía y entusiasmo, su compasión y
caridad y su piedad y recogimiento. De constitución corporal mediana,
ágil, atlética y con gran resistencia física. En lo
referente a su psicología, era ocurrente, espontáneo y aventurero.
Pero donde destacó fue en la caridad, y una caridad elegante: conocedor
de su fortaleza física, no sólo cargaba con el mayor peso en
las excursiones a la montaña, sino que después ayudaba a sus
compañeros con el peso que ellos llevaban.
Los estudios siempre le costaron mucho, pero encontró
un apoyo en los formadores del seminario; apoyo al que él respondió
con su aplicación. Donde brilló especialmente fue en las dotes
que poseía para el teatro, la oratoria y la declamación; cualidades
estas que le serían de gran ayuda en su vida misionera. Con la ayuda
inestimable del P. San Román, al que estará siempre agradecido,
terminó sus estudios preparatorios en el Espino (Burgos).
El día 2 de agosto de 1910 salió del jovenado
del Espino y tomó el camino que le condujo a Nava del Rey (Valladolid)
donde hizo el Noviciado. Vistió el hábito redentorista el 8
de septiembre de ese año y hizo su profesión Religiosa el 8
de septiembre de 1911 y al día siguiente marchó para Astorga
(León) donde hizo sus estudios teológicos. Se ordenó
sacerdote en Esta ciudad leonesa el 29 de julio de 1917, continuando un curso
más en el Teologado hasta culminar los cursos de Teología Moral.
De estos años de formación nos queda el juicio
de varios compañeros recogido por el P. Dionisio de Felipe (Nuevos
Redentores, Madrid, Perpetuo Socorro 1962, p. 163): El autor puede apropiarse,
con pequeñas variantes, las palabras que escribió el Padre
Ibarrola, y que se publicaron en la Revista El Perpetuo Socorro el año
1940 (Nuestros mártires, agosto 1940 Año XLI núm. 586-,
p. 305): Profunda impresión de dolor causó en mi espíritu
la noticia del asesinato del Padre Olarte... Compañero constante durante
la carrera sacerdotal y después, en distintas residencias, hubo esta
triste nueva de producir en mi ánimo desgarradura cruel. En efecto:
nuestro continuo contacto en los doce años de la carrera y el carácter
rebosante de simpatía del Padre Olarte, hacían hondamente sensible
su desaparición a los que le habíamos conocido y habíamos
disfrutado de su trato atrayente y noblote.
La vida apostólica de un misionero
Al acabar el curso en julio de 1918 fue destinado a Nava del
Rey (Valladolid). Obligado al servicio militar fue a Coruña durante
unos meses, volviendo enseguida a Nava del Rey para hacer el segundo Noviciado
que le prepararía de forma inmediata como misionero. Terminado este
en 1919, sale para Cuenca, en cuya relación de personal figura el
año 1920. Con fecha de 24 de octubre de 1920 escribe a su hermana
desde Valencia comunicándole que ha sido destinado a México.
Como no podía ser de ora manera, asumió como un gran reto misionero
el destino: Es para mí una honra el que los superiores me hayan escogido
para misionar las tierras mejicanas y aunque tengo sentimiento por salir
de la patria doy gracias a Dios por ello
Voy gustosísimo porque considero
que Dios me llama y quiere que yo trabaje en aquellas tierras mejicanas por
su gloria
hasta que Dios quiera y si Dios quiere hasta el cielo .
Partió del puerto de Valencia el 26 de octubre. En Méjico
es difícil seguir sus pasos. En 1922 está en Oaxaca; desde
aquí escribe a su hermana el 1 de mayo de 1923 donde le cuenta la
situación de persecución religiosa que viven, a pesar de lo
cual se encuentra contento. En 1924 está en la Comunidad de Puebla
y en junio de 1926 es destinado a Monterrey. Desde aquí escribe a
su hermana el 12 de diciembre de 1925; en ella cuenta del intenso trabajo
que tiene esa comunidad tanto de predicación como en el confesionario.
El 22 de junio de 1926 escribe de nuevo desde esa ciudad contando el trabajo
abrumador que tiene, con predicaciones, ejercicios y confesiones a la vez
que se ha iniciado ya una persecución religiosa sistemática
contra la iglesia; como resultado, la revolución de Calles le aventa
de México y el 12 de septiembre de 1926, arrojado de Méjico,
desembarca en Coruña junto al P. Cándido Fernández Peña.
A los cuatro días, el 16 de septiembre, escribe de nuevo a su hermana
dándole la noticia de su llegada:
Vine como han tenido que venir la mayoría de los sacerdotes
españoles, porque allí están las cosas imposibles. El
Presidente no cede en nada contra la Religión y estábamos viviendo
en casas particulares, pues las iglesias son declaradas bienes de la nación
y desde el 30 de julio no ejercía en público ningún
sacerdote. Estando las cosas en este estado, pareció más prudente
venirnos pensando que para volver ya habrá tiempo.
En la comunidad de Coruña queda hasta septiembre de 1929, dedicado
a un intenso trabajo de largas campañas misioneras por las tierras
gallegas, estando fuera de la residencia tres o cuatro meses seguidos. Junto
a las misiones se en encomiendan otras responsabilidades comunitarias como
son las de Prefecto y enfermos, de forasteros o cronista. El 17 de septiembre
de 1929 el P. Ciriaco Olarte sale de la Coruña destinado a la Comunidad
del Perpetuo Socorro de Madrid, como Misionero; en Madrid estará hasta
agosto de 1932, con un pequeño intervalo de una semana en que va a
Nava del Rey en julio de 1931 por precaución ante los acontecimientos
políticos. En Madrid, además de las Misiones, tendrá
otras responsabilidades comunitarias como la de bibliotecario. En una carta
que escribe a su hermana con fecha de 21 de diciembre de 1929 le dice: Mi
vida en Madrid es como en todas partes, dedicándome en las ocupaciones
del ministerio y fuera en toda clase de trabajos apostólicos. Lo que
llevamos de invierno lo he pasado en Alicante, donde el clima es primaveral.
Vine a casa el día 15 del presente, y tal vez se preparen nuevas salidas
para mediados de enero, que durarán toda la cuaresma. Y en otra del
22 de abril de 1929 Mi última campaña de misiones fue larga
y de mucho trabajo. Todos fueron pueblos sin fe y para más estropearlo
tuvimos que luchar con varias huelgas de obreros. Sin embargo siempre se
consiguen frutos consoladores. Mañana salgo para la Misión
de Yecla de 30000 almas en la provincia de Murcia. Y así otras misiones
en Jaén, Madrid, León, Valladolid, misiones que detalla a su
hermana.
El 16 de agosto de 1932 el P. Ciriaco llega destinado a Granada
en donde estará hasta el 4 de julio de 1933, además de misionero
como sotoministro y prefecto de forasteros. Allí, su radio de acción
se extiende a Córdoba, Málaga, Granada y Almería, predicando
Misiones Novenas y Ejercicios a Monastrios contemplativos. El 4 de julio
de 1933 sale de Granada de nuevo para el Perpetuo Socorro de Madrid, como
Misionero y ocupando el tiempo que le quedaba en casa en la atención
a la Asociación de Asistentas domésticas de Santa Zita. En
esta comunidad residirá hasta 1935. Esta vez su irradiación
misionera llega desde el Colegio de las Escolapias de Carabanchel al Terrer
y Calatayud (Zaragoza) hasta Plasencia (Cáceres). El 8 de mayo de
1935 el P. Ciriaco Olarte va destinado a Cuenca, donde le sorprenderá
la persecución religiosa. Allí seguirá su intensa labor
de misionero y de predicador a las religiosas. Con las elecciones de febrero
de 1936 parece ser que las solicitudes de misiones bajan, o así lo
da a entender en una carta a su hermana con fecha de 14 de julio de 1936:
Por aquí seguimos sin novedad, aunque sin trabajo fuera de casa.
Parece que no depara mucho o no le da mucha importancia a cómo están
derivando las cosas; su principal preocupación es seguir evangelizando.
Dando testimonio hasta la muerte
El día 20 de julio de 1936 sale de la Residencia de San
Felipe y se hospeda junto con los PP. Goñi, Jorge y Posado en la casa
que el Sacerdote Canónigo D. Acisclo Domínguez tenía
en la calle Andrés Cabrera. Salían a la Catedral a celebrar
la Eucaristía. A los pocos días decidieron separarse y el día
25 fue junto al P. Goñi a la vivienda de la calle Los Pilares donde
vivía el sacerdote D. Enrique García, Beneficiado de la Catedral
de Almería.
Siguieron saliendo a celebrar a la Catedral; una noche enviaron
a un monaguillo para pedirle al H. Benjamín que les consiguiera un
cáliz y para darle el siguiente: escóndete bien, que de nosotros
todos saben que estamos aquí, y cada día se pone peor (Cf.
H. Benjamín). Y viendo el peligro que corrían, el P. Olarte
comentó a Goñi y a D. Enrique: El día de San Alfonso
lo vamos a pasar en el cielo.
La vida que llevaron en casa de D. Enrique fue la de un continuo
retiro de oración, preparándose los tres para un futuro incierto,
pues veían como las cosas cada día estaban peor. El día
31 de julio, después de celebrar los tres sacerdotes la Santa Misa
se presentaron unos milicianos en la casa y hacen un registro; ante la presencia
de los redentoristas vestidos con el hábito, D. Enrique les aclaró
que eran amigos suyos, y estos se fueron. Volvieron al poco rato y les dijeron
a los PP. Goñi y Olarte: ¡Quedan detenidos! Quítense
los guardapolvos [refiriéndose a las sotanas] y sígannos.
D. Enrique y su asistenta intentaron impedir que se los llevaran, pero un
miliciano les dio un empujón y les fritó: Quítense
o los aso. Los dos redentoristas supieron su destino y se despidieron de
D. Enrique diciéndole Hasta el cielo.
Dado que daban las 10:00 hs. en la torre Mangada de una mañana
de verano, muchos les vieron pasar en medio de la ciudad: calle Pilares,
calle Severo Catalina, bajada de las Angustias, postigo de los Descalzos,
Ermita de la Virgen, Puente de los Descalzos
; toda una ruta turística
detallada en las guías turísticas. Iban entre un grupo de milicianos
que los llevaban a empujones, insultos y vivas a Rusia y al ritmo de la internacional.
Al llegar al puente se adentraron por una senda a la orilla del Júcar
en dirección a la estación eléctrica del Batán.
En un desmonte de una antigua cantera los pusieron a subir un terraplén,
y los milicianos, desde arriba y abajo descargaron sobre ambos siervos de
Dios. Varias personas fueron testigos del macabro cuadro. El cadáver
del P. Ciriaco sufrió los disparos en el pecho; esto hizo que tardara
más en morir; según cuentan se arrastró hasta su compañero
de martirio y le impartió la absolución antes de quedar él
mismo exánime por la pérdida de sagre. Ambos fueron abandonados
en el descampado con una vigilancia para que nadie se atreviese a acercarse;
poco a poco, sin poder precisar la hora de la muerte, se fueron desangrando;
según la partida de defunción el P. Ciriaco Olarte murió
sobre las veinte horas a consecuencia de hemorragia externa. Por la noche
fueron recogidos ambos cadáveres e inhumados en la fosa común.
El P. Olarte junto con el P. Goñi fueron los protomártires
mártires de la ciudad de Cuenca. A ellos les seguirá el Sr.
Obispo junto con su secretario.