BEATO CAYETANO GARCÍA MARTINEZ
15 de agosto
1936 d.C.
Sus primeros destinos fueron
Blanca y Albujón. Con las Hijas de la Caridad tomó contacto
en Cartagena en 1932. Era un sacerdote piadoso y abnegado con los enfermos.
Al ser nombrado coadjutor de la parroquia del Sgdo. Corazón, se integró
plenamente en la asociación de Hijos de María de la Casa de
Misericordia. D. Cayetano captó perfectamente el mensaje de la medalla
milagrosa, porque incide en sus dos grandes amores: el divino Redentor y
la Stma. Virgen. En la revista de la Asociación se conservan veintiún
escritos suyos de carácter mariano, evangélico y de apostolado
entre los jóvenes, donde Cristo, María y la Iglesia son presentados
como faros para la vida de los que han elegido el camino del evangelio.
MARTIRIO: En junio de 1935, cuando D. Cayetano se hizo cargo
de la parroquia de Lorquí, el pueblo estaba furiosamente imbuido de
las ideas marxistas contra todo lo religioso. En el carnaval del año
siguiente cantaban las comparsas canciones ofensivas a la religión
en la puerta de la iglesia para hacerle sufrir. En febrero algunos entraron
en la iglesia dando gritos, insultándolo e incluso amenazándole
de muerte y el párroco se enfrentó a todos con una valentía
enorme, diciéndoles que la vida no se da más que una vez y
que darla por Cristo era lo más grande. En julio de 1936 los milicianos
se incautaron de la casa parroquial y les hicieron salir inmediatamente,
sin tiempo para coger lo más necesario. Lo que sí pudo sacar
D. Cayetano es el Stmo. Sacramento de su pequeño oratorio. Una señora
piadosa les dejó una casa. Las autoridades comunistas no pararon de
molestarle. El día 15 de agosto de 1936 milicianos del Frente Popular
de Jumilla, su pueblo natal, invadieron la casa y se llevaron al sacerdote
y a su cuñado, Roberto Bernal. Los tuvieron un rato en el ayuntamiento
de Jumilla y, sobre las 11 de la mañana, los condujeron por la carretera
de Cieza hasta el lugar de la ejecución, junto a la ermita de San
Agustín. D. Cayetano impartió la absolución a
su cuñado y trató de darle ánimo con un abrazo. Murieron
gritando ¡Viva Cristo Rey!
Recién terminada la guerra, un vecino de Jumilla, acusado
de haber disparado contra D. Cayetano y su cuñado, se presentó
ante su madre y hermana a pedir clemencia. Les contó con detalle todo
lo que pasó en los últimos momentos. De tal modo quedó
grabada en la familia el perdón generoso de D. Cayetano que, como
testifica su sobrina Isabel que estuvo presente: “Mi madre y mi abuela perdonaron
de corazón a los asesinos de mi tío y de mi padre, porque sabíamos
que él les había perdonado y bendecido antes de morir”.