BEATA CATALINA
CITTADINI
5 de mayo
1857 d.C.
Nació
en Bérgamo. En 1808, murió su madre y su padre
abandonó a sus hijas, Catalina, junto con su hermana Judit,
fueron acogidas en el orfanato del Conventino de Bérgamo, donde
fue formada en la fe, en un carácter decidido, en el estudio
llegando a ser maestra elemental. En 1823 las hermanas dejaron el
orfanato para trasladarse con sus primos sacerdotes a Calolzio,
parróquia de la diócesis de Bérgamo. Aquí
permanecieron dos años, encontrando en sus primos una segura
dirección espiritual y un ambiente pastoral muy activo. Catalina
fue maestra en la escuela comunal femenina de Somasca. Con su hermana
maduró el deseo de ingresar en una congregación
religiosa. Su director espiritual, don José Brena, les
indicó que la voluntad de Dios era que se quedasen en Somasca,
donde serían las columnas fundamentales de una nueva familia
religiosa de aquel pueblecito de donde había nacido san
Jerónimo Emiliani.
En
1826 adquieren una casa en Somasca, que llegará a ser del
instituto de las Hermanas Ursulinas. Catalina encontró un apoyo
espiritual en los somascos, Congregación fundada por san
Jerónimo Emiliani. Participó activamente en la vida
parroquial donde fue catequista y se inscribió en diversas
confraternidades, y abrió su casa a las chicas jóvenes
para animarlas según el estilo oratoriano. Catalina hizo su
trabajo con tanta dedicación que mereció el elogio de sus
vecinos. Fundó en 1832 la escuela privada “Cittadini” y en 1836
el “Educandato”, para la educación de las huerfanas, y cuya
directora fue su hermana Judit. La escuela adquirió un gran
desarrollo en la formación espiritual y humana entre las
alumnas.
Toda
su vida Catalina estuvo probada: en 1840 murió su hermana, al
año siguiente uno de sus primos sacerdotes y su director
espiritual José Brena. En 1842 enfermó gravemente pero
fue milagrosamente curada gracias a la intercesión de la Virgen
de Caravaggio y de san Jerónimo Emiliano. En 1845 tuvo que dejar
la enseñanza en la escuela comunal, para dedicarse por entero al
cuidado de las huerfanas y a la guía de las compañeras
que se le habían unido. Decidió consagrarse por entero a
Dios y fundó en 1855 el Instituto de las Ursulinas
Jerónimas (hoy conocidas como Hermanas Ursulinas de Somasca),
después de largas esperas por parte de la jerarquía
eclesiástica. Los sufrimientos minaron su salud y murió,
después de un día de agonía, llena de serenidad y
confianza en la Providencia. El
29 de abril de 2001 fue beatificada por SS Juan Pablo II.