BEATO CARLOS LUIS
HURTREL
1792 d.C.
2 de septiembre
Carlos Luis
Hurtrel nació en París en 1760. En 1780 obtiene el
título de Maestro en artes. Ingresó en los frailes
mínimos, donde hizo la profesión religiosa en el 1781 y
en el 1783 fue ordenado sacerdote.
Fue un orador renombrado y gozó de la estima de los
enemigos de la fe, fue gran devoto del Sagrado Corazón y
recibió el título de predicador por el rey Luis XVI. Eran
tiempos duros para el catolicismo francés, la Revolución
estaba a las puertas. Nuestro beato rechazó firmemente prestar
juramente constitucional y fue acusado de ayudar al soberano para
absolver a los sacerdotes refractarios que celebraran la Misa. Fue
arrestado y murió mártir en la masacre de la
abadía de Saint-Germain-des-Prés de París.
Fue arrestado en agosto de 1792 y trasladado a la
abadía de Saint Germain-des-Prés, transformada en
prisión, con la acusación de ser partidario del rey; el
11 de septiembre se le unió su hermano el beato Luis
Benjamín Hurtrel.
En el 1789, cuando comenzó la revolución
francesa, era bibliotecario de su convento parisino; ante la
oportunidad de elegir entre la secularización o la vida
comunitaria eligió esta última, continuando su vida en el
convento. Su nombre aparecía entre los firmante de una carta
dirigida al papa Pío VI, que participaron en un retiro en 1792
en el seminario de los Irlandeses, calificándose como “parisinus
ex Ordine Minorum presbiter”.
En las primeras horas del 2 de septiembre, se les
llevó al locutorio, donde, por grupos, todos los prisioneros
pertenecientes al clero, eran procesados por una especie de tribunal
presidido por el comisario Maillard, investido para este menester por
el Comité de vigilancia. A todos se les pedía prestar
jurameneto a la “Constitución Civil del Clero”, aquellos que lo
rechazaban eran ejecutados a golpe de sable. También se les
pidió el juramento a los dos hermanos Hurtrel; pero
todavía no habían respondido cuando un componente del
tribunal, que los conocía, los defendió, se produjo
así un enfrentamiento entre el presidente y el defensor.
Entretanto, sin esperar ninguna sentencia, los revolucionarios, los
ejecutaron a golpe de sable.