BEATO CÁNDIDO
CASALS SUNYER
1936 d.C.
29 de julio
Nació el 22 de
agosto de 1897 en La Nou (Barcelona).
Profesó el 8 de septiembre de 1913, Cervera.
Sacerdote el 29 de mayo de 1920, Zaragoza.
Martirizado, el 29 de julio de 1936, Barcelona.
Era el Superior local de la casa de Gracia. Nació el 22 de
agosto de 1897 en La Nou (Barcelona)[1], siendo bautizado al día
siguiente en la parroquia de San Saturnino de Malanyeu (Barcelona) de
la diócesis de Solsona. Fue confirmado el 5 de septiembre de
1899 por el Obispo de Solsona, Ilmo Dr. Ramón Riu y Cabanes.
Sus padres fueron D. Ramón Casals y Dª. María
Sunyer, quienes tuvieron otros tres hijos más, ocupando
Cándido[2] el último lugar. En la familia y en la
parroquia recibió la primera educación y la fe cristiana.
Desde niño se sintió atraído por las cosas de la
Iglesia y así descubrió la vocación de Dios.
Ingresó en el Postulando de Vich a los 10 años, el 20 de
diciembre de 1907. Su prefecto fue el P. Gumersindo Valtierra.
Allí cursó Humanidades, Analogía, Sintaxis,
Retórica obteniendo óptimas calificaciones,
superándose cada año, demostrando gran talento,
cualidades físicas y morales.
En 1911 fue a Cervera con los compañeros de su curso, pero
mientras estos hacían el noviciado, él, con sólo
14 años, cursaba el primero de filosofía, la
Lógica. Al curso siguiente (1912-1913) hizo el noviciado, pero,
como no había cumplido los 15 años, o sea la edad
canónica, no pudo tomar el hábito el 15 de agosto con los
demás, y la toma de hábito la tuvo más tarde, el 7
de septiembre de 1912. Su maestro inicial fue el P. Mariano
Fernández, que fue elegido provincial, por lo cual fue
sustituido por el P. Ramón Ribera. Profesó el 8 de
septiembre de 1913 por un año. Entonces comenzaron los votos
simples temporales. Ahí mismo realizó los restantes
estudios filosóficos, Metafísica y Ética, y los de
teología Dogmática hasta el verano de 1918. . El 18 de
julio de 1915 recibió la primera Tonsura junto con otros 58
estudiantes y las Órdenes Menores con otros 9 de manos de Mons.
Armengol Coll y Armengol, Vicario apostólico de Fernando Poo.
Sus prefectos fueron los PP. Felipe de Jesús Munárriz y
Jaime Girón, ambos mártires.
A continuación, ese año 1918 pasó a Alagón
para estudiar la teología Moral. Y allí el 22 de agosto
sucesivo emitió la profesión perpetua. Al año
siguiente, el día 14 de junio de 1919, recibió el
subdiaconado en Zaragoza de manos del Dr. Juan Soldevilla y Romero.
Arzobispo de Zaragoza. El día 29 de agosto de ese año, en
Alagón, recibió el Diaconado de manos del mismo Sr.
Arzobispo. El 29 de mayo de 1920 fue ordenado sacerdote en Zaragoza por
el mismo Sr. Arzobispo, ahora ya elevado a la dignidad Cardenalicia.
Fue un estudiante modelo por su aplicación y fervor.
Excelente predicador
De Alagón pasó a Aranda de Duero para el curso de
preparación al ministerio. La preparación era
teórica y práctica, pues salían a predicar a los
pueblos en las ocasiones más importantes. Terminado el curso fue
destinado a Cervera, como predicador, y en 1924 a Vich. Aquí
desarrolló de manera extraordinaria sus excelentes dotes
oratorias. Era un excelente predicador, con voz sonora y
declamación rigurosa. Tenía gran fama de predicador, pero
además puso todo de su parte. Para ello supo aprovechar la buena
biblioteca de que disponía la casa, de manera especial en las
materias correspondientes a la predicación y a las necesidades
de los oyentes. Así se agigantó su figura de gran
predicador. Esto lo demostró en las misiones populares como en
las predicaciones sueltas. De hecho era muy solicitado para predicar.
En relación con esto, casi todos los veranos era designado
por los superiores para dar a los estudiantes las clases de oratoria.
Todos lo reconocieron como un gran profesor.
El cargo de Superior
En el trienio 1928-1931 fue superior de la Selva del Campo, el
siguiente (1931-1934) fue destinado a Lérida como consultor 1 y
desde 1934 superior de la casa provincial de Barcelona. Este
nombramiento, según él mismo, causó
extrañeza en toda la provincia de Cataluña. «Por
muy serias y poderosas razones renuncié – por tres veces – al
último me mandó por virtud de santa obediencia y no tuve
más remedio que bajar la cabeza. Naturalmente como eran muchos
los que renunciaban adoptó el Gobierno Provincial un criterio
cerrado y no quiso escuchar razones. Creo que si se hubiese intentado
hacer mal las citadas elecciones no hubiesen resultado peor. …
Yo iré continuando hasta que no pueda más. Es voz
corriente en la Provincia que el Gobierno Provincial necesitaba
un acólito de amén para esta casa.
Además ya se sabe que aquí no es y no puede ser otro que
el P. Fabregat, consultor 1 local y al mismo tiempo Consultor
Provincial…
Aquí, se dice, no manda el Superior, sino el Consultor 1. Pero
en fin prescindo de todas esas consideraciones»[3].
Este texto demuestra su humildad y obediencia, pues el cargo de
superior era para él una carga pesadísima que
aceptó por obediencia. El cargo de superior era una cruz que
abrazó por obediencia.
Sus súbditos le consideraban un excelente superior, de trato
fino, amable y delicado. Tenía gran modestia al tratar a los
Padres venerables de la comunidad. Era muy bondadoso y se preocupaba de
promover las iniciativas de sus subordinados.
Durante este mandato no le faltaron problemas de todo tipo, tanto
internos como externos. De orden interno se pueden señalar la
cantidad de transeúntes, movimiento personal, la enfermedad del
ministro local por unos meses, de cuya tarea tuvo que hacerse cargo,
que le impedía cumplir con la obligación de enviar el
informe de fin de año. De orden externo, como se puede suponer,
eran los derivados de la situación política y social, que
afectaban a la seguridad de los individuos y al funcionamiento del
colegio. En una carta escrita el 25 de mayo de 1936 al Superior
General, P. Felipe Maroto, decía lo siguiente: «Por lo que
respecta a la comunidad de Barcelona por ahora las
impresiones no son tan pesimistas. Parece que no se llevará a
efecto el cierre de los Colegios religiosos. Dios sobre todo»[4].
Este texto, escrito ni siquiera dos meses antes de que estallara por
completo la revolución marxista, da la impresión de que
no conocían bien a los partidos políticos gobernantes o
que se creían las buenas palabras que les decían. Bien
está confiar en la Providencia, pero también hay tomar
medidas prudentes. Esta opinión, al parecer, estaba bastante
difundida entre los religiosos. «Vio venir la revolución,
y no sabemos si penetró desde el principio toda la gravedad de
la situación en España. Fueron muchos los que creyeron
que era cosa de unos días, y que la normalidad más
perfecta volvería en breve al suelo patrio»[5].
De todas formas se preocupó de la comunidad, buscó
refugio para sus miembros y dejó dinero en una farmacia para que
a los religiosos nos les faltaran vestidos seglares y dineros.
Cualidades y virtudes. Dotado de excelentes cualidades intelectuales.
Fe. Fue un hombre de fe. Eso se apreciaba en su actividad misionera.
Caridad. Era una característica de él, nunca desmentida,
que brillaba en el trato continuo. Era una caridad ardiente por sus
subordinados, sobresaliendo su amabilidad y preocupación. En
efecto, se preocupaba por todos, muchos más en los días
de la revolución.
Fervor. Piedad. Edificaba con su modestia y fervor.
Celo por la salvación de las almas, por lo cual
desarrolló intensa actividad ministerial. Un predicador
incansable. Insistía en que las personas que estaban enfermas
fueran asistidas espiritualmente.
Observante. Era exacto en el cumplimiento de las Constituciones y muy
cuidadoso de sus súbditos. Religiosos perfecto en el
cumplimiento de sus votos. Conducta ejemplar. Ya en el mismo noviciado
el maestro le confió dirigir las meditaciones. Estaba
considerado como un excelente religioso.
Era sencillo, humilde, modesto. Trataba con sencillez a sus
compañeros y súbditos.
Mariano. Era muy devoto de la Virgen, apóstol del Corazón
de María.
Aceptación del martirio. Estaba decidido a la muerte, por eso no
abandonó la casa de Gracia a primera hora, como podía
haber hecho, sino cuando estaba en ruinas, demostrando la entereza de
su carácter. Una vez abandonado el convento, declaró a
quienes le acogieron estar resignado a la voluntad de Dios y a derramar
su sangre si era su designio. Incluso manifestaba sus deseos de morir
por Cristo. Estaba decidido a morir por Cristo.
Martirio
El día 19 de julio de 1936 cuidó de que todos,
excepto los enfermos atendidos por el P. Provincial y P. Montaner,
salieran del convento a las familias asignadas de antemano a cada uno
como refugio. A última hora, a instancias del P. Provincial P.
Goñi, salió de la casa provincial ya en ruinas y se
dirigió, bajo un tiroteo realizado desde varios puntos, a la
casa de unos amigos, la familia Casal, que proveía de pescado a
la comunidad. Durante el trayecto salvó la vida de milagro, ya
que había fusileros apostados y dispuestos a disparar a los
transeúntes sospechosos. La llegada de la guardia civil montada
creó un poco de confusión y el Padre pudo pasar
inadvertido. De esta manera siguió su camino aunque no faltaron
los disparos realizados desde varios lugares, que providencialmente no
le alcanzaron. Así pudo llegar a la casa de sus amigos.
Allí pasó la noche, pero no se acostó ni
durmió pensando en los enfermos que habían quedado en la
casa. Más aún, su amargura se acentuó al ver desde
la casa las llamas que consumían la casa y la iglesia. Varias
veces quiso volver al convento para ayudar a los suyos, pero sus amigos
le disuadieron de tal propósito y él respondía
Nada me importa el morir, si Dios lo quiere.
Al día siguiente por la mañana, para evitar las molestias
de un registro a sus amigos, demostrando la nobleza de su
corazón, salió de casa acompañado por dos hijos de
la familia para instalarse en casa de unos primos suyos. Mientras el
Padre y sus acompañantes bajaban por la escalera, los milicianos
subían en el ascensor para llevar a cabo el temido y terrible
registro.
Con sus parientes estuvo hasta el día 25 de julio dando muestras
de tranquilidad y de conformación a la voluntad de Dios. Por su
condición de sacerdote aceptaba la muerte. Al parecer en estos
días intentó trasladarse a Francia, para lo cual se
dirigió al Consulado francés a fin de obtener el
pasaporte, pero no lo consiguió. Por la noche del día
25 fue donde otro primo, médico, el Dr. Sunyer.
El día 27, como otras veces anteriores, fue a visitar a unos
sobrinos suyos, que estaban de pupilo en otra casa en Barcelona. La
casa estaba rodeada de milicianos por dos salesianos, allí
hospedados y atrapados en otra calle, y las patrullas marxistas estaban
registrando la casa. El Padre, sin darse cuenta de la situación,
subió la escalera y al entrar le reconocieron el aire de
sacerdote. En efecto, un miliciano le quitó la boina y
vió la coronilla y le dijo:
Tú eres cura.
Sí lo soy, respondió el Padre.
Entones los milicianos reconvinieron a la dueña de la
pensión
¿También coronillas en casa?
Por las indagaciones llegaron a saber que era el superior de la casa
del P. Claret, donde, según ellos, se habían resistido,
por lo cual se lo llevaron a base de culatazos y la consabida sarta de
blasfemias e insultos, y le detuvieron junto con otros tres salesianos,
los dos que estaban allí y otro que llegó en esa
hora. Les hicieron subir a un camión, también entre
golpes, que presenciaron muchos curiosos que había en la calle.
Según información de un sobrino del Padre, los cuatro
fueron conducidos a una checa, el sindicato de Gracia, y torturados
horriblemente para arrancarles alguna declaración que fuera de
interés.
Nada se sabe de la hora y lugar donde fueron ejecutados. Sus
cadáveres entraron en el Clínico a las 7 de la
mañana del día 28. La fotografía de su
cadáver fue reconocida por los que le hospedaron. Poco
después fue reconocida la fotografía de su cadáver
por sus parientes en el Palacio de Justicia en que aparecía
asesinado con una bala en las sienes[6]. Se supone que fue sepultado en
el cementerio de San Andrés de Palomar, pues allí
también fueron enterrados los salesianos en una fosa
común.