CAMINO NEOCATECUMENAL
Qué es el Camino Neocatecumenal
Por Kiko Argüello y Carmen Hernández
Introducción
El Señor nos ha llamado a vivir un camino de conversión,
a través del cual estamos descubriendo la inmensa riqueza de nuestra
fe en un catecumenado post-bautismal. Durante este catecumenado, gradualmente,
etapa por etapa, paso a paso, descendemos a las aguas de la regeneración
eterna, de forma que el bautismo que la Iglesia nos confió en el pasado,
mediante nuestra adhesión a él, se convierta en sacramento
de salvación, en buena noticia para todos los hombres. A través
del Neocatecumenado se abre en el centro de la parroquia un camino de iniciación
cristiana que desarrolla un trabajo pastoral de evangelización para
adultos. Esta evangelización está trayendo a una fe viva a
muchos de nuestros hermanos quienes hoy viven un cristianismo de costumbres
y hábitos y está permitiendo que mucha gente sumergida en un
mundo secularizado tenga la posibilidad de encontrarse con Jesucristo a través
de comunidades cristianas que viven su fe en un nivel adulto del amor en
la dimensión de la cruz y en una unidad perfecta.
Cómo surgieron las comunidades
Para nuestra sorpresa, fuimos testigos de una palabra que,
tomando carne entre estas personas pobres que la acogían con alegría,
produjo el nacimiento de una comunidad en la oración y en una liturgia
sorprendente comorespuesta de todos estos hermanos quienes bendecían
al Señor por haberse acordado de ellos. Por tanto, en el espacio de
tres años, vimos aparecer ante nuestros ojos un trípode en
el cual se basaría el Camino que el Señor estaba creando: el
embrión de un Catecumenado, en una Iglesia donde la comunión
fraterna fuera tomando entidad, en la cual el amor se tomara en una dimensión
que sorprendía a todo el mundo, en la dimensión de la cruz,
donde es posible morir por el enemigo.
Cómo se extienden
Este amor, hecho visible en una pequeña comunidad, fue
el signo que llamó a la fe a mucha gente cuyas vidas estaban alejadas
de la Iglesia. El resultado fue que los sacerdotes de la parroquia de San
Frontis en Zamora y de Cristo Rey en Madrid nos invitaron a traer a sus parroquia
la experiencia de las catequesis que habían observado. Para nuestra
sorpresa, incluso en estas parroquias donde el entorno social era totalmente
distinto de las chabolas, vimos cómo nacían comunidades en
un camino hacia la conversión después del anuncio del kerigma
y dos meses de catequesis.
Cuando el Arzobispo de Madrid, en aquel momento, el Reverendísimo
Monseñor Casimiro Morcillo, se puso en contacto con esta realidad,
que él apoyó con entusiasmo, fue él mismo quien nos
envió a las parroquias que deseaban comenzar la experiencia, mientras
que nos exhortaba a actuar siempre en unión con el párroco.
Esta experiencia se extendió rápidamente en Madrid y en otras
diócesis españolas.
En 1968 fuimos invitados a venir a Roma, llevando una carta
del Arzobispo de Madrid para el Cardenal Dell'Acqua, entonces Vicario de
Roma, y empezamos las mismas catequesis en la parroquia de los Mártires
de Canada. A partir de entonces se extendió por toda la diócesis
mediante la predicación de los catequistas elegidos de las primeras
comunidades, y en muchos otros países, en todos los continentes, incluyendo
los paises misioneros.
Catequistas itinerantes
Muy pronto, las peticiones hechas por los párrocos en
otras diócesis dieron origen al carisma de catequistas itinerantes,
quienes dejan su propia comunidad por un cierto tiempo y se ponen a disposición
para llevar el Neocatecumenado a las diócesis que lo piden.
Muchos equipos de catequistas itinerantes, después de
la experiencia de evangelización en su propio país, han sido
llamados por el Señor a abrir el Camino en otros países, de
donde venían numerosas peticiones - desde obispos hasta párrocos
- particularmente desde 1972 en adelante.
Una de las mayores experiencias que hoy tenemos y por la cual
bendecimos al Señor, es ver cómo Dios nos permite anunciar
el Evangelio en tantas partes del mundo. Y no sólo proclamamos el
kerigma, sino que aparece un camino para la gestación de la fe basado
en una comunidad, a través del cual, con el tiempo, el párroco
puede pasar de una pastoral concentrada en los sacramentos a una pastoral
de evangelización.
Un camino concreto de evangelización para aquellos que están
alejados
El Camino Neocatecumenal se vive dentro de la estructura existente
de la parroquia y en comunión con el obispo, en pequeñas comunidades
compuestas por gente diferente en edad, estatus social, apariencia y cultura.
No es un grupo formado espontáneamente, ni una asociación,
ni un movimiento espiritual, ni una élite dentro de la parroquia.
Más bien es un grupo de gente que desean redescubrir y vivir la vida
cristiana en toda su plenitud, vivir las consecuencias esenciales de su Bautismo,
por medio de un Neocatecumenado dividido en diferentes etapas, tal como el
Catecumentado de la Iglesia primitiva, pero adaptado a su condición
de personas ya bautizadas. Como consecuencia, estas comunidades tienen la
misión de ser, en el interior de la parroquia, el signo y sacramento
de la Iglesia misionera (Sínodo de Obispos), de abrir un camino concreto
de evangelización para los alejados, dando - en la medida en la que
la fe se ha desarrollado - los signos que llaman a conversión a los
paganos, esto es, el amor en la dimensión de la cruz y la unidad.
"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. En esto conocerán
que sois mis discípulos" (Jn, 12, 34-35). "Padre, que sean uno en
nosotros, como Tú lo eres en Mí y Yo en Ti, para que el mundo
crea que eres Tú quien me ha enviado" (Jn, 17,21)
Trayendo el Concilio a las parroquias
A la luz del Concilio Ecuménico Vaticano II, las Comunidades
Neocatecumenales surgieron como un camino concreto de reconstruir la Iglesia
en la forma de pequeñas comunidades que son el cuerpo visible de Cristo
resucitado en el mundo. Estas comunidades no se imponen, consideran una obligación
no destruir nada, sino respetar todo. Se presentan a ellos mismos como el
fruto de una Iglesia en renovación, que dice a sus Padres que ellos
han tenido muchos frutos, pues las comunidades han nacido de ellos.
Carismas y Ministerios
Donde la experiencia se desarrolla, se puede observar una nueva
estructura para la Iglesia local, formada por pequeñas comunidades
cristianas como un cuerpo orgánico el cual, en la medida en que la
fe surge entre ellos, producen carismas de madurez y requiere ministros para
ayudar, servir, y hacer tal renovación posible, puesto que ellos son
los medios que Dios ha deseado para hacer construir la Iglesia constantemente
(Ef, 4,11; 1Cor 12). Por tanto estamos viendo los carismas que hacen presente
a Cristo completo, Cristo el Apóstol, el Profeta, el Diácono,
el Pastor, el Maestro, fiel al Padre, unido con su Iglesia, compadeciéndose
de todo aquel que sufre, etc. Y estos carismas aparecen en cada comunidad
en el presbítero, en el responsable (para quien se pide el diaconado),
en los catequistas locales e itinerantes, en las vírgenes, viudas,
matrimonios, etc.)
El Espíritu del Camino
El primer objetivo perseguido en el Neocatecumenado o iniciación
de la fe es la formación de la comunidad. Lo anterior, al principio,
es muy imperfecto, porque siempre está condicionado por la adhesión
individual a la Palabra. Entonces, poco a poco, nuestros propios defectos
surgen, obligándonos a replantearnos constantemente nuestra fe. Nuestra
incapacidad de amar a los otros, esto es, de aceptar lo que nos destruye
de ellos, es decir, sus fallos, hace surgir una gran pregunta para nosotros.
Amar empieza a aparecer como la destrucción de nosotros mismos, esto
es, de lo que es nuestra seguridad. Amar significa morir y nuestra tragedia
es precisamente que no queremos morir. Amar al otro cuando es diferente de
lo que yo deseo siempre significa un salto en la oscuridad, significará
superar la muerte.
El capítulo segundo de la carta a los Hebreos (Hb, 2,
14s) dice que toda su vida el hombre es esclavo del mal y del pecado por
su miedo a la muerte: por esta razón Jesucristo ha venido "a destruir
a través de Su muerte al señor de la muerte, el diablo, y a
liberarnos de todo aquello que nos exclavizaba antes en nuestra vida por
miedo a la muerte" (Hb, 2-14s)
Si amar significa realmente pasar de nosotros mismos al otro,
esto es, morir a nosostros mismos (y todos nosotros estamos sujetos al pecado
durante nuestra vida por el miedo a la muerte), esta claro que si la muerte
no ha sido vencida por la resurrección de Jesucristo, nosotros no
podemos amar. ¿Cual será entonces el signo de que nosotros
hemos resucitado con Cristo? El amor por encima de la muerte, el amor en
la dimensión de la cruz, amar al enemigo, "como Yo os he amado" (Jn,
13, 34-35). "Por este amor todos conocerán que sois mis discípulos".
Para esto es necesario nacer de Dios, recibir a través del Espíritu
Santo la nueva vida de Cristo resucitado de la muerte. "Nosotros sabemos
que hemos pasado de la muerte a la vida, y podemos estar seguros de esto
porque amamos a nuestros hermanos" (1Jn 3,14).
¿Dónde nacen estas comunidades?
¿Dónde nacen estas comunidades que hacen presente
a Jesucristo resucitado irradiando el amor que han recibido gratuitamente?
La respuesta es: en la parroquia, que es el lugar más adecuado para
que aparezca la Iglesia local como "sacramento de salvación", sin
crear una Iglesia paralela, sin destruir nada, tomando gradualmente la realidad
de la Iglesia hoy y el período de transición en que está
actualmente.
La misión de la parroquia
Hoy, los cristianos más tradicionales viven su fe en
un nivel infantil, como se muestra claramente por la separación entre
religión y vida en ellos. Por tanto, existe la necesidad absoluta
de un proceso de conversión serio, que tome lugar en nuestra experiencia
de cada día. Es un tiempo, guiados por la Palabra de Dios y la celebración
de la Penitencia y la Eucaristía, y vivido dentro de un marco concreto
de una comunidad, para experimentar a Cristo el Salvador, para experimentar
el Reino de Dios que nos está alcanzando y experimentar la alegría
de la paz.
Para llegar a esto es necesario dar signos de fe en la situación
que nos rodea, signos que hacen a Cristo presente y creíble, y signos
que muestren claramente al hombre de la calle que Cristo le ama a él
y está dispuesto a liberarlo de su alineación, de su sufrimiento,
de la muerte.
"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. En esto conocerán
que sois mis discípulos" (Jn 12, 34-35). "Padre, que sean uno en nosotros,
como Tú lo eres en Mí y Yo en Ti, para que el mundo (el hombre
de la calle) crea que eres Tú quien me ha enviado" (Jn, 17,21).
Los signos de fe llaman a la parroquia a conversión.
A través del amor y de la unidad de estas comunidades la parroquia
en su totalidad es llamada a conversión, de forma que puede verse
que donde se han formado estas comunidades, la parroquia ha sido revolucionada
de una forma positiva. Los signos que crean alrededor de ellos hacen surgir
preguntas y como resultado llama a mucha gente que estaba alejada de la Iglesia
a entrar en comunidades similares en la parroquia. De esta forma, una nueva
estructura parroquial empieza a aparecer, sin destruir la existente, hace
a todos los hermanos conscientes de la absoluta necesidad hoy de una profundización
en la fe.
Esto es la vuelta a la comunidad, a la gente de Dios de las
comunidades de la Iglesia Primitiva en las cuales el amor en la dimensión
de la Cruz y de la unidad perfecta actúa como levadura, luz y sal,
en el entorno que les rodea. Una vez de nuevo, el grito "Ver cómo
se aman unos a otros" surge, llamándolos a conversión.
Cómo empieza el Camino
Cuando un párroco desea iniciar el Camino Neocatecumenal
en su parroquia, contacta con otra parroquia donde ya existan Comunidades
Neocatecumenales. Una vez que conoce lo que es el Camino, si desea implicarse
él mismo pide que le envíen catequistas. Estos catequistas
supervisan el comienzo del Catecumenado, y lo dirigen en comunión
con el párroco. Los catequistas también hablan con todos los
sacerdotes de la parroquia, exponiéndoles a ellos la necesidad de
supervisar un trabajo pastoral de evangelización en la parroquia,
a través de un catecumenado post-bautismal. Entonces ellos tienen
encuentros con los diversos grupos de la parroquia y finalmente invitan a
todos los fieles durante la Misa Dominical. El equipo de catequistas está
formado por un sacerdote, quien garantiza la ortodoxia y el magisterio de
la Iglesia en el anuncio, un matrimonio y una persona joven, quienes forman
una pequeña comunidad de evangelización.
Primera etapa: el Kerigma
La primera etapa en el Camino es el kerigma, la proclamación
de la salvación, que se desarrolla mediante un diálogo existencial
y directo, que se centra en el impacto del Cristianismo en la vida de las
personas. Las catequesis se basan en un trípode sobre el cual se basará
todo el catecumenado: Palabra-Liturgia-Comunidad.
El Precatecumenado
Una vez se ha formado la comunidad, empieza la segunda etapa;
el precatecumenado. Este es un período de conocimiento en el cual
cada uno de los hermanos ve probada su fe caminando junto a los otros, también
imperfectos, pecadores, en la novedad de una comunidad concreta que funciona
como un espejo, para mostrar a cada uno claramente su propia realidad, llamándolos,
por tanto, a conversión.
En este tiempo, la comunidad necesita una palabra para iluminar
su realidad y ayudarla. Por tanto, celebra la Palabra de Dios, una vez por
semana, en temas apropiados - palabra, cordero, novia, etc. - como una iniciación
en el lenguaje de la Biblia. La Eucaristía del domingo se celebra
el Sábado por la noche. Una vez al mes se celebra el sacramento de
la Penitencia. Un domingo cada mes hay una convivencia donde se da a cada
uno la oportunidad de hablar libremente en la comunidad sobre su propia experiencia
de la Palabra, para decir cómo está influenciando su vida en
el trabajo, familia, sexualidad, relaciones sociales, en relación
al dinero, etc.
Después de dos años, los catequistas que han supervisado
el inicio de la comunidad, vuelven, y en una convivencia de tres días,
preparan la comunidad para el primer escrutinio para el paso al catecumenado.
En este escrutinio, en la presencia del Obispo, la primera parte del Bautismo
se pone ante la persona, de forma que puedan decir "Amén" y así
la gracia que este sacramento otorga en ellos pueda crecer y desarrollarse.
Por tanto, la puerta del catecumenado se abre para ellos.
Segunda etapa: el Catecumenado post-bautismal
El catecumenado consiste en dos períodos. Durante el
primero, la comunidad persevera con la Palabra, la Eucaristía y la
comunión entre los hermanos, experimentando el poder de Cristo, dirigiendo
el Neocatecumenado a poner a Dios como el centro de sus vidas, gradualmente
desnudándose ellos mismos, pero sin esfuerzo, de todos los ídolos
(dinero, carrera, afectos) mientras continúan vigilando como vírgenes
en espera del novio. Después de otro año, los catequistas vuelven
para preparar el escrutinio para la entrada final en el catecumenado, de
forma que si el primer escrutinio se podía comparar con una puerta
que se abre, en el segundo escrutinio las puertas de cierran. Los catecúmenos
son ahora iniciados por los catequistas en una oración individual,
diaria y profunda, con la entrega de los salmos. Entonces, a través
de la Traditio y la Reditio Symboli, descubren como el Bautismo que se les
dio una vez en la Iglesia, los convierte en personas enviadas, testigos de
su fe allí donde trabajan, en sus familias y sobre todo trabajando
en la parroquia en un apostolado hecho explícitamente en el anuncio
del Evangelio, de dos en dos, por todas las casas de su vecindario, y en
el trabajo como catequistas de la parroquia, etc.
En esta etapa del Camino, los miembros de la comunidad se vuelven
responsables de transmitir la fe a sus hijos. Por tanto, tres tipos de actividades
tienen lugar: primero en la familia, con la participación de los hijos,
segundo en la comunidad y finalmente hay encuentros de todas las comunidades
parroquiales con motivo de las grandes fiestas, como la Vigilia de Pascua.
Hemos descubierto que la alegría mayor y el centro de nuestra vida
está en la celebración de Pascua, en una gran vigilia que dura
hasta el amanecer.
Después de esto, el descubrimiento de cómo el
Bautismo nos hace hijos de Dios, tiene lugar a través del redescubrimiento
y el estudio del Padre Nuestro en el contexto de una oración maravillosa
y profunda, en la cual se nos enseña a gritar "¡Abba, Padre!"
Tercera etapa: Elección y renovación de las promesas bautismales
El período del catecumenado post-bautismal lleva a los
catecúmenos a la simplicidad, a hacerse ellos mismos pequeños,
abandonarse a la voluntad del Padre. Esto los permitirá - siempre
guiados por los catequistas en unión cercana con el párroco
- a pasar, por medio de este abandono, a una espiritualidad de alabanza y
acción de gracias. Están entonces listos para empezar la última
etapa del Camino: la elección y la renovaciónd de las promesas
bautismales. Por tanto, han pasado a través de las tres etapas fundamentales
de la vida cristiana: humildad (precatecumenado), simplicidad (catecumenado
post-bautismal) y alabanza (elección y renovación de las promesas
bautismales).
La Familia de Nazaret: imagen del Camino Neocatecumenal
Nicodemo preguntó a Jesús: "¿Cómo
puede un hombre nacer de nuevo si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar
por seguna vez en el seno de su madre y nacer?" (Jn 3,4).
Esta frase ilustra el espíritu de las Comunidades Neocatecumenales,
volver al seno de la Iglesia, volver a nuestra Madre, la Virgen, de forma
que ella regenere en nosotros la semilla que llevamos dentro por el Bautismo,
y hacer que esta semilla crezca.
Llamamos a este tiempo de gestación y crecimiento, el
Neocatecumenado. María, la imagen de la Iglesia y de cada cristiano,
recibe el anuncio de una buena noticia: el Mesías nacerá en
ti. Después de que ella aceptó estas palabras, el Espíritu
Santo la cubrió con su sombra y dio comienzo la gestación de
una nueva criatura: Jesucristo, quien gradualmente se formará hasta
el día de su nacimiento en Belén. Anuncio, gestación,
nacimiento y vida escondida en la pequeña comunidad de Nazaret donde
el niño crecerá hasta que alcance la edad en que pueda tomar
la misión que su Padre le había confiado: estas son las etapas
a través de las cuales nosotros mismos también deseamos pasar,
convencidos de que, a través de ellas, la Iglesia puede ser renovada,
para dar una respuesta a los nuevos tiempos y servir al mundo moderno.
Cristo, quién ha sido consituído por Dios espíritu
dador de vida, el primer nacido de una nueva creación, hace su obra
de salvación accesible al mundo en el Koinomia, en el Agape de la
gente que ha resucitado por Él en una Iglesia, una comunidad de personas
quienes se aman unos a otros porque el Espíritu se ha derramado sobre
ellos, el Espíritu Santo.
El Neocatecumenado se presenta a sí mismo como un período
de gestación, en el seno de la Iglesia. En estas personas quienes,
como María, dicen su "Así sea" al anuncio del Salvador, la
Palabra empieza a generar una nueva creación, la obra del Espíritu
Santo.
La Iglesia se presenta como una Madre quien engendra, da nacimiento
y cuida de sus hijos hasta que ellos alcanzan la estatura de un nuevo hombre,
de quien San Pablo dice: "Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive
en mí" (Gal, 2,20).
Y esta comunidad, en la cual Cristo se hace visible, vive en
humildad, simplicidad y alabanza, como la Sagrada Familia de Nazaret, conscientes
de que tienen una misión; dar tiempo a Cristo para que nazca en ella,
para poder realizar la misión confiada a Él por Dios, la misión
del Siervo de Yahveh.