CALIXTO II
1119-1124 d.C.
Guido de
Borgoña fue elegido en Cluny y luego consagrado en Roma. El Papa
y el emperador se encontraron en Alemania, donde firmaron la llamada
"paz del Imperio", que pronto dejó de ser respetada. Durante un
sínodo reunido en Reims, Calixto II excomulgó a Enrique V
y regresó a Roma, donde reinaba aún el antipapa Gregorio
VIII. Hecho prisionero por los normandos, el antipapa fue encerrado por
Calixto en el convento de Cava. Sólo en 1122, el concordato de
Worms ponía fin a la guerra de las investiduras. El emperador se
daba cuenta de que el pueblo estaba en contra suya, mientras los
príncies le obligaban a someterse al Papa.
Calixto facilitó las cosas escribiéndole una
carta en la que le proponía la reunión de una dieta en la
que participaran Obispos y príncipes. Esta dieta se
reunió en Worms y el concordato fue firmado el 23 de septiembre
de 1122. El emprador recunciaba al derecho de la investidura y dejaba a
la Iglesia libertad absoluta en el nombramiento de Obispos y abades. El
Papa, a cambio, reconocía al emperador el derecho de asistir a
tales nombramientos y de otorgar después la investidura por el
cetro. Fue el primer concordato concluido por la Iglesia con una
potencia laica y ponía fin a una guerra que había durado
ciencuenta años. Otro conflicto quedaba pendiente: el del
dominium mundi, la dominación universal, a la que el emperador
no podía renunciar, pero que ejercían efectivamente los
Papas desde que Urbano II la había ejercido realmente durante la
primera cruzada.
El primer concilio ecuménico occidental fue
convocado poco después en Letrán, el 18 de marzo de 1123.
Ningún nuevo dogma fue promulgado, pero fueron confirmados y
sancionados todos los progresos realizados por la Iglesia durante los
últimos dos siglos. Fue leído y rectificado el concordato
de Worms; se publicaron veintidós cánones de los
clérigos, la intromisión de los laicos en los asuntos
eclesiásticos, la falsificación de la moneda, los
atentados contra los peregrinos, la violación del juramento para
tomar las armas contra los infieles, etc.
Las costumbres medievales, establecidas bajo el influjo
directo de los bárbaros, empezaban a modificarse y la Iglesia
tuvo un papel importante en su evolución. Pascual II, por
ejemplo, había intervenido para que se suprimiese la
práctica de la ordalia o juicio de Dios, que consistía en
obligar a un acusado a atravesae un brasero con los pies descalzos o
tirarse con las manos y los pies atados en una cuba de agua helada o
hirviendo. Si Dios quería, el acusado se salvaba y demostraba
así su inocencia. El duelo judicial, contra el que se
había alzado Nicolás I, fue igualmente combatido por los
Papas de la época. Notable fue también la
intervención de la Iglesia, bajo el influjo de Cluny, en la
protección del pueblo en contra de las violencias feudales. El
beneficio de la protección de los bienes eclesiásticos se
extendió poco a poco a los humildes, y el conclio de Bourges
(1038) creó una milicia diocesana destinada a imponerse a los
nobles. En este sentido, el clero de Francia fue el que tomó la
iniciativa.
Otro paso importante hacia la modificación y
cristianizazión de las costumbres fue la tregua establecida por
el concilio de Elna, en el Rosellón (1027). Según sus
principios, nadie podía atacar a sus enemigos entre la hora
novena del sábado y la primera del lunes, haciéndose
respetar de este modo el reposo dominical. Más tarde, la
prohibición se extendió a otros días de la semana.
Nicolás II ordenó que fueran excomulgados los que no
respetaban la tregua de Dios.
En fin, una de las obras más notables de la Iglesia
en la época del concordato de Worms fue la reforma de la
Caballería. Esta institución, de carácter
puramente militar, impregnada de la brutalidad y las malas costumbres
de la época, se vino transformando poco a poco, bajo el inflijo
educador de la Iglesia, en una especie de milicia sagrada, puesta al
servicio de los pobres y del derecho, y cuyo último
representante simbólico será Don Quijote. Una nueva
cristiandad podrá organizarse sobre esta base durante los siglos
siguientes, iluminados por las figuras de los grandes Pontífices
de la Edad Media.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)