BEATA BIBIANA MUN YEONG-IN
2 de julio
1801 d.C.



   Nació en Seúl en el seno de una familia de status social mediano. Su padre era oficial de baja graduación y vivía con Bibiana y sus hermanas pequeñas, teniendo escondidas a sus hijas mayores en otro sitio, por miedo a que se las llevasen para que fueran damas de la Corte. Pero, en 1783, los oficiales de la Corte se dieron cuenta de la inteligencia y la belleza de nuestra beata y la eligieron: apenas tenía 7 años.

   Después que aprendió a escribir, fue encargada de la redacción de informes. En 1797, con 21 años, tuvo que dejar la Corte a causa de una grave enfermedad. En aquella época conoció la religión católica por medio de una anciana y de ella, aprendió el Catecismo. Un año después se puso en contacto con la catequista beata Columba Kang Wan-suk y fue bautizada por el beato Santiago Zhou Wen-mo. Fue asidua de la casa de Columba, donde se reunía con otros cristianos para profundizar la doctrina y participar en la Misa.

   Se repuso de su enfermedad y tuvo que regresar a la Corte. Aunque no podía cumplir plenamente con sus deberes religiosos, hizo todo los posible para mantenerse fiel en la oración. Cuando descubrieron que era católica, fue expulsada de la Corte. Libre de sus deberes cortesanos, pudo dedicarse plenamente a su fe. Leía las vidas de los santos y se empeñó en vivir como ellos. Alguna vez manifestó su deseo de morir mártir. Su familia la repudió a causa de su fe; Bibiana tuvo que marcharse y alquiló una casa en Cheongseok-don junto a Seúl, donde hospedó al catequista beato Agustín Jeong Yak-jong.

  En 1801, cuando comenzó la persecución Shinyu, Bibiana regresó a su casa, esperando el día en que moriría mártir. Fue arrestada y la llevaron  al cuartel general de la policía en donde la torturaron con saña. En medio del sufrimiento, apostató, pero en seguida se dio cuenta de todo y dijo: «Aunque pueda morir, no cambiaré de idea sobre mi fe en Dios».

  Fue trasladada al Ministerio de Justicia, donde después de recibir más palizas, no cedió. Intentó explicar las enseñanzas cristianas y se reafirmó en su fe total en Cristo a pesar de aquellos momentos de debilidad. Los jueces, viendo que no podían hacerla ceder en su fe, pronunciaron la sentencia de muerte: «Está totalmente atrapada por la religión católica y no renunciará jamás a ella. Por tanto merece morir diez mil veces». Junto a sus compañeros, entre las que se encontraba Columba Kang, fue decapitada en la Pequeña Puerta Occidental de Seúl. Tenía 25 años.

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(Parroquia San Martín de Porres)