BEATA BERTA DE BINGEN
15 de mayo
Siglo VIII d.C.

Era hija
del duque Loreno, príncipe alemán de una región no
precisada; fue destinada como esposa al príncipe pagano Robolao
(o Roboldo), durante el reinado de Carlomagno, recibiendo una
importante dote consistente en vastos territorios a lo largo de la
región del Rin.
Como era cristiana practicante, buscó convertir a
su marido sin conseguirlo, porque murió, todavía joven,
combatiendo. Berta afrontó la viudez con coraje y se
retiró con su hijo de tres años, Ruperto, en su propiedad
de Bingen (Alemania), dedicándose con mucho celo a su
educación cristiana.
San Ruperto creció fiel a las enseñanzas de
su madre y con el consejo del sacerdote Wigberto su tutor y director
espiritual, estuvo dedicado a las prácticas devocionales y a las
obras de beneficencia. Su madre lo asoció, cuando tenía
12 años, a la fundación de un monasterio en los parajes
de Bingen y de un hospicio para pobres: las obras de misericordia
hacía los más débiles continuó en una
fructífera colaboración entre madre e hijo y se
truncó con la prematura muerte de Ruperto con 19 años.
Berta sintió un gran dolor, pero fue mitigado por el consuelo al
ver la veneración del que fue objeto por la
población.
Después del luto, santa Berta vivió una vida
de oración y penitencia, donando sus bienes y riquezas para el
sustento de los monjes, que vivían en el monasterio donde
había sido sepultado Ruperto. Sobrevivió a su hijo cerca
de 25 años; fue sepultada junto a la tumba de su hijo que
llegó a ser meta de peregrinaciones. Durante las invasiones
normandas, sus tumbas fueron saqueadas, pero su culto siguió.