BEATO BERNARDO PERONI
DE OFFIDA
1694 d.C.
22 de agosto
En Offida,
en el Piceno, de Italia, beato Bernardo (Domingo) Peroni, religioso de
la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, célebre por su
sencillez de corazón, inocencia de vida y su admirable caridad
para con los pobres.
Nació en Offida en la Marca de Ancona (Italia); se
llamaba Domingo Peroni y era hijo de padres labradores. Nace en el
mismo año en que muere su coterráneo san Serafín
de Montegranaro, lego capuchino, cuya vida será para Bernardo un
modelo que tratará de copiar con absoluta exactitud.
Ingresó como fraile capuchino lego, en el convento
de Fermo a los 22 años de edad. Y empezó a trabajar con
tal ahínco y con tales deseos de perfección, que por
espacio de sesenta y ocho años no se detuvo un momento en el
camino comenzado. En el monasterio ejerció al mismo tiempo los
oficios de cocinero y enfermero. Sin descuidar la oración, la
meditación, las penitencias y mortificaciones, se dedicó
siempre con paciencia y con amor al trabajo que se le había
encomendado; procurando hacerlo siempre todo del mejor modo posible.
Después de la profesión, el alma de fray Bernardo no hizo
otra cosa que cumplir al pie de la letra el programa del noviciado.
Vivió en los conventos de Camerino, Áscoli, Fermo, Offida
y otros; conoció y practicó todos los oficios de su
estado; y siempre sus pensamientos eran rectos, sin doblez, anhelando
la santidad como la conquista de un tesoro, alegre en los trabajos,
riguroso en las penitencias, afable en las conversaciones, efusivo en
la oración y caritativo hasta el heroísmo con grandes y
pequeños.
Fray Bernardo fue adquiriendo, muy a su pesar, una fama
extraordinaria de taumaturgo y de profeta. Sólo él
podía decir con certidumbre dónde se encontraría
un animal extraviado, cuándo sanaría o moriría un
enfermo, cuándo se arrepentiría un pecador; sólo
él podía dar consejos a los recalcitrantes, resolver las
dudas de los doctos, hacer que prosperase un negocio difícil. El
señor obispo de la diócesis viene con frecuencia hasta la
celda del lego capuchino y se sienta en las tablas desnudas de la cama,
porque fray Bernardo no tiene una mala silla que ofrecerle. Allí
el sabio prelado habla con el lego, que le escucha de rodillas; se
discuten los asuntos de la curia y se toman resoluciones disciplinarias
para el buen gobierno del clero, se proponen altas cuestiones de
teología dogmática y moral; y fray Bernardo, siempre
inspirado por Dios, dice tales cosas y con tan prodigiosa
sabiduría, que el señor obispo no puede prescindir de sus
luces y de sus consejos.
Cuando alcanzo los 70 años regresó a Offida,
donde fue portero del convento; siempre estaba dispuesto a hacer el
bien. Cuando una fuerte carestía arrasó la región,
él estaba allí para solucionar los problemas de los
más necesitados. Un golpe repentino y gravísimo vino a
aumentar los temores de todos: el santo anciano cayó en cama,
abatido por la parálisis. Aun pudo levantarse algunos
días y bajar a la iglesia; y fue maravilla ver al perfecto
religioso, sin querer eximirse de ninguna obligación de la vida
común, obedeciendo prontamente como en sus días de
novicio.
El cadáver fue custodiado por hombres armados
durante tres días y tres noches, para evitar que los ciudadanos
de Áscoli, entusiastas admiradores del siervo de Dios, robaran
los sagrados despojos. Su sepulcro, en la iglesia de los capuchinos de
Offida, ha sido hasta el día de hoy un lugar de peregrinaciones
continuas y de milagros incesantes.