BEATO BERNARDO DE
SITHIU
19 de abril
1181 d.C.
Natural de Provenza; como
hubiera cometido un horrible crimen, al participar en un motín
contra un gobernador impopular, que resultó muerto, fue
condenado por obispo de Maguelone a siete años de pública
penitencia; él la cumplió cargando con siete pesadas
cadenas de hierro que llevó de santuario en santuario: de
Compostela a Roma y Palestina, una vez a la India, para implorar la
intercesión de santo Tomás apóstol. En cierta
ocasión en que se hallaba en Saint-Omer, recibió del
cielo la orden de no hacer más peregrinaciones. Un generoso
bienhechor le cedió una casita contigua al monasterio de
Saint-Bertin (Suthiu) y los monjes le permitieron entrar en la iglesia
a cualquier hora del día o de la noche. Bernardo era siempre el
primero en los oficios nocturnos. Aun en lo más crudo del
invierno, permanecía en pie, descalzo, sobre las losas de
piedra. El resto del tiempo lo ocupaba en asistir a los pobres y en
limpiar las iglesias. Las gentes se acostumbraron pronto a ver a aquel
penitente que saludaba a todos con estas palabras: «Que Dios nos
conceda un buen fin».
Después pidió a los monjes de admitirlo en la
comunidad, los monjes se la concedieron de buena gana, pues le
consideraban como un santo. Hacia el fin de su vida, Dios le
concedió el don de profecía y, a la intercesión de
Bernardo se atribuyeron numerosos milagros. La multitud que
invadió la iglesia durante sus funerales fue inmensa. Todos
querían un fragmento de sus vestidos o algún objeto
tocado por el beato. En su tumba se verificaron muchos milagros.