BEATO BERNARDO DE FOSSA
27 de noviembre
1503 d.C.



   Bernardino Amici nació en Fossa (Aquila). No se conocen sus padres ni su procedencia social. Se laureó en jurisprudencia en Perugia, allí ingresó entre los Hermanos Menores en 1445 en el convento de Monterípido, en Perugia. Vivió en Gubbio, en Stroncone y en otros conventos de la Umbría, luego pasó a los Abruzzos, y residió especialmente en L’Aquila.

   Fue Ministro provincial de su región en los años 1454 - 1460 y 1472 - 1475. Estuvo en Bohemia y en Dalmacia en los años 1464 - 1467; luego fue Procurador general de la Orden en la curia romana de 1467 a 1469. Participó en el Capítulo general de la Orden en L’Aquila en 1452, en Asís en 1455, en Milán en 1457, en Roma en 1458 y en Mantua en 1467. Varias veces rechazó el Obispado de L'Aquila.

   Fue célebre también como predicador, se recuerda su cuaresma en Sebenice en Dalmacia en 1465. En los últimos años de su vida se dedicó a difundir sus escritos de carácter teológico e histórico. La mayor parte de ellos sin embargo permaneció inédita.

   Fray Bernardino se propuso seguir las huellas de san Bernardino de Siena, a quien varias veces había oído predicar y por quien había quedado fascinado, especialmente cuando en 1438 en la plaza de Santa María de Collemaggio de L'Aquila predicó sobre la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. La inmensa multitud, entre la cual se encontraba también el beato Bernardino, admiró en el cielo una estrella luminosa, cuyo resplandor superaba al del sol. También tuvo la alegría de conocer a san Juan de Capistrano.

   De san Bernardino el beato logró copiar el espíritu de fe y de recogimiento, la prudencia, la humildad, la modestia, el celo ardiente por la gloria de Dios. Lo vemos recorrer ciudades y más ciudades para predicar la palabra de Dios, suscitando por todas partes el entusiasmo y obteniendo conversiones. Durante ocho meses estuvo postrado en cama en medio de terribles sufrimientos que soportó con gran resignación. Un día se le apareció su patrono san Bernardino de Siena, quien le obtuvo del Señor la completa curación.

   Libre de los compromisos que la Orden le había confiado, regresó a los Abruzzos y prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado fervor. Su predicación era docta y popular al mismo tiempo y suscitaba gran entusiasmo y muchas conversiones. Fundó nuevos conventos, entre ellos el de San Angel d'Ocre en su región natal, donde él mismo habitó hasta avanzada edad. Dios selló su santidad con el don de los milagros. Cansado por las fatigas apostólicas y por las penitencias se retiró al convento de San Julián cerca de L'Aquila, y pasó los últimos años revisando sus escritos teológicos e históricos, que más tarde fueron publicados, como la “Chronica Fratrum Minorum Observantiae”, “Funerale” (32 sermones), “Sermón sobre la Virgen según las palabras de Dante”, y se preparó para el encuentro con muerte. Tenía 83 años. El papa León XII aprobó el culto el 26 de marzo de 1828.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)