Se
llamaba
Benito Sinigardi, y nació en Arezzo, era hijo de Tommaso
Sinigardo de la noble familia de los Sinigardi y de la condesa
Elisabetta Tarlati di Pietramala. En 1211, tras una predicación
del santo de Asís en Arezzo, fue uno de los primeros
compañeros de san Francisco de Asís. Entró muy
joven en la Orden, y recibió el hábito de manos del
propio san Francisco, y a pesar de su juventud, con sólo 27
años fue nobrado Ministro provincias de Las Marcas. El ardor con
que vivía el Evangelio, le hicieron pedir que lo enviaran como
misionero a tierras lejanas, entre los infiles con el riesgo de su
vida.
Fue enviado por el
mismo san Francisco a Grecia y Rumania, para fundar nuevos conventos.
Vivió la realidad del cisma entre la Iglesia de Oriente con la
de Occidente. Durante 16 años fue provincial en Tierra Santa y
del Oriente, y construyó el primer convento franciscano de
Constantinopla; tuvo su punto de gloria cuando Juan de Brienne,
emperador de Constantinopla, decidió hacerse Terciario
franciscano, gracias a su predicación.
En su ancianidad
regresó a Arezzo, donde vivió con autentica modestia
franciscana, siempre primero en la obediencia. Se le atribuye la
costumbre de recitar diariamente la antífona "Angelus locutus
est Mariae", en la que se medita el misterio salvífico de la
Encarnación. El "Angelus Domini" fue una pía
práctica de toda la Orden franciscana, y después de la
Iglesia, como lo es ahora. Murió muy viejo. Está
enterrado en la basílica de San Francisco en Arezzo.