BEATO BENINCASA DE
MONTEPULCIANO
9 de mayo
1426 d.C.
Benincasa
nació con toda probabilidad en Montepulciano. Siendo
adolescente, vistió el hábito de los Siervos de
María. A la edad de veinticinco años se retiró a
una gruta del Monte Amiata, situada en el territorio de Siena.
Benincasa sobresalió entre aquellos hombres que el
Espíritu Santo ha suscitado con frecuencia en la Orden de los
Siervos de María, y que, entregados a la contemplación
han tenido un amor especial por la soledad y el silencio.
Fray Miguel Poccianti, quien en el siglo XVII
escribió la "Crónica de la Orden de la bienaventurada
Virgen María", al narrar la vida del beato Benincasa, dice,
entre otras cosas: "Si lo asaltaba el espíritu de
fornicación oraba a Dios, no para que lo apartara de la lucha,
sino para que lo fortaleciera. Si enfermaba, no permitía que
nadie se le acercara diciendo: "Es un fuego que se me ha puesto para
quitarme la herrumbre". Si la gente que lo visitaba le daba limosna, no
la admitía porque le bastaba para vivir sólo un poco de
pan y agua, y decía 'Nuestro adversario es vencido con mayor
facilidad por aquellos que no tienen nada'. Más aún,
aquellos que le ofrecían lo necesario para su sustento. Les daba
algún objeto elaborado con sus propias manos". Con tales
palabras prescindiendo del esto ampuloso que emplea el
hagiógrafo, podemos representarnos una viva imagen del hombre
que vivió en soledad, entregado a la oración y a la
penitencia, y ganándose el frugal alimento con el trabajo de sus
manos.
El año 1426, a los cincuenta años de edad,
Benincasa subía al reino celestial. Su cuerpo recibió
honrosa sepultura en la ciudad de Monticchiello, no muy distante de al
gruta donde el beato había vivido, en la iglesia dedicada a san
Martín; junto a ella el pueblo, en señal de gratitud,
levantó un convento para los Siervos. Los restos del beato
Benincasa, después de muchas vicisitudes, se guardan y veneran
actualmente en la iglesia parroquial de San Leonardo. El 23 de
diciembre de 1829, el Papa Pío VIII confirmó su culto.