BEATA BEATRIZ DE
ORNACIEUX
25 de noviembre
1309 d.C.
Nació en el solar feudal de la noble familia de los Ornacieux,
en los confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia).
Recibió una rica educación cristiana que la
llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para siempre el
mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el
desierto de Parménie (Isére, Francia).
Beatriz se
destacó por la santidad de vida. Se manifestó siempre
llena de mucha caridad y de una profunda humildad de corazón;
procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y
manifestó una gran capacidad para sufrir. Su obediencia extrema
y su fidelidad a la vida de oración fueron otros dos rasgos
característicos de su vida. Nuestro Señor le
concedió el don de lágrimas y en tal grado que estuvo a
punto de perder la vista en varias ocasiones. Su gran deseo fue siempre
hacer la santa voluntad de Dios. Amó profundamente la
penitencia, expresión de su amor loco a la Cruz. Se entregaba a
prolongados ayunos, se daba sangrientas disciplinas.
Fue especialmente
devota de la Pasión de Cristo y se dice que perforó su
mano izquierda con un clavo para recordar mejor los sufrimientos de la
crucifixión. Por otra parte, tuvo que soportar los asaltos
frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra de la virtud de
la santa pureza, poniéndole delante representaciones obscenas, a
las cuales Beatriz siempre resistió con invencible pureza de
alma y de cuerpo. En medio de estos ataques del enemigo y de las
victorias de la gracia, sentía los consuelos de Jesús y
María. Dios la enriqueció con múltiples dones y
carismas extraordinarios: gozaba continuamente de la presencia del
Señor en visión corporal a su lado; veía a
Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y
también sentía, en ciertos momentos, las sequedades y los
aparentes abandonos de Dios, motivos de gran sufrimiento para su alma.
En 1300 fue obligada, bajo obediencia, a aceptar el priorato de la
cartuja de Eymeux, departamento de Drome; en esta nueva
fundación cartujana, en el ejercicio del cargo de priora,
brillaron sus grandes virtudes. Murió llena de méritos.
Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse
milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad.
Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su
primera cartuja de Parménie. Es la única monja cartuja
beatificada; no ha dejado ningún escrito. El 20 de Marzo de
1869, la Santa Sede confirmó su culto inmemorial y el 15 de
Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó esta
sentencia.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)