Antonio Le
Cocq (o Le Coq) nació en Avigliana (Turín), en el seno de
una noble familia. A los 20 años decidió hacerse cartujo.
Ingresó en la Grande Chrartreuse de Grenoble y se
distinguió por el respeto a la Regla; fue ordenado sacerdote y
profesó solemnemente. Como sus cohermanos acompañó
la soledad del cuerpo con la total unión con Dios.
Su ejemplo
comenzó a ser seguido y su nombre fue conocido fuera de la
cartuja. A pesar de su joven edad tenía frecuentes visitas de
gentes del común y de nobles. Transcurridos seis años,
para no molestar la quietud del monasterio, el Capítulo General
lo trasladó a Italia, entre las montañas de Chiuda Pesio,
en Mondovì. Sus días transcurrían entre la
oración, la austeridad y el estudio. Amaba pintar. La humildad
de Antonio aumentaba como crecía la estima de cuantos le
conocían. Cuando celebraba la misa se conmovía y a veces
entraba en éxtasis. Tenía el don de discernimiento de
espíritus y el don de profecía.
Los duques de
Saboya y el Rey de Francia lo buscaban por su doctrina y santidad. A
Yolanda de Francia, le dedicó un tratado sobre el libro de Job.
Contra la duquesa, futura regente, se desatará el odio de sus
cuñados. Yolanda tenía por el beato una gran estima y le
pidió que hospedara a su hermano Luis. El heredero quería
desde hacía tiempo el trono y su padre ordenó su arresto.
Una situación así obligó al delfín, con
poca escolta, a refugiarse en la cartuja con nuestro beato, que le dijo
que no era correcto ambicionar la corona antes de tiempo. Le predijo la
reconciliación con su padre y su subida al trono, como
sucedió en 1461. Luis XI pasó a la historia por reunir
bajo su dominio la mayor parte del territorio francés,
prosiguiendo el trabajo de su padre de unidad y estabilidad
después de la terrible Guerra de los Cien Años.
Antonio fue un
fecundo escritor aunque sus obras nunca fueron editadas.
Escribió un “Liber consolationis”. También compuso
un estudio sobre la cartuja que también se perdió.
Después de 48 años de vida religiosa murió con
fama de santidad. Como era norma de los cartujos fue sepultado sin
ningún monumento. En la Orden Cartuja se la ha dado el
título de beato, no confirmado porque los cartujos por humildad
no lo pidieron a Roma.