BEATO ANTONIO BALDINUCCI
7 de noviembre
1717 d.C.



   El año de Cristo de 1665, vino al mundo en Florencia, el bienaventurado Baldinucci. Niño todavía estuvo a riesgo de perder la vida por descuido de su nodriza, pero Dios que le tenía elegido para instrumento de su gloria, hizo que saliese incólume del golpe.

   Pasada la niñez, mostró con su ajustada conducta, que no habían quedado en el olvido las enseñanzas de sus piadosos progenitores. En efecto, a imitación de otro hermano suyo que había vestido el santo hábito de San Ignacio, al terminanr los cuales, sintió el fuerte impulso de la gracia que le movió hacia la Compañía. Habiendo ingresado a ella con gran contentamiento de su alma, no tuvo otro empeño que copiar y a ser posible emular las virtudes de tantos ejemplares varones commo se le presentaban a la memoria en el noviciado de San Andrés del Quirinal.

   Terminado el curso de enseñanza de la filosofía, como es costumbre que se haga en la Compañía, después del estudio de aquella facultad, dedicóse a la Teología en el Colegio Romano. Aquí fue sorpendido de violenta enfermedad, de la que si sanó no fue tan radicalmente que no le quedase algun padecimiento para toda su vida. Esto empero no fue causa bastante, para que una vez recibido el Sacerdocio, no se dedicase por completo al ejercicio y perfección de todas las virtudes, pues consideró que nada es mejor que el ejemplo tratándose de la conquista de las almas.

   Por esto, aunque en su profunda humildad se tenía en muy poco para tan delicado ministerio, pidió y obtuvo de sus Superiores el permiso tan apetecido para dedicarse al apostolado. Emprendido con gran celo este camino, es para considerar como milagroso que un hombre tan débil de fuerzas y delicado de complexión y tan expuesto a dolores y enfermedades, llevase una vida tan áspera y trabajosa. Pero habiéndose Antonio propuesto no darse jamás punto de reposo, era de ver a este santo varón recorriendo a pie ciudades, aldeas y lugares sin que le adredasen, ni los malos caminos, ni los peligros, ni la inclemencia de las estaciones, dejando en todas partes muy marcadas huellas de su apostólica caridad.

   Esta excelentísima virtud se distinguió sobre todo en él, llevando la paz en medio de los más tenaces rencores, y reconciliando los odios más inveterados: por esta razón conocíanle con el nombre de Ángel de la Paz. Era cada día más notoria la fama de santidad que le seguí en todas partes, habiéndola el Señor confirmado alguna vez con prodigios, como sucedió cuendo con cierta ocasión no pudiendo predicar en la iglesia de un lugar por ser mucha la concurrencia, salió al campo, y tratando de impresionar vivamente a sus oyentes acerca de is que temerariamente abusan de la paciencia de Dios para convertirse a su voz, quedóse en pleno mes de abril, un corpulento olmo de tupidísimo follaje, casi sin hoja, cayendo todas al suelo como si fuese en riguroso invierno; este suceso obró en quella turba de campesinos que le escuchaba, saludable éxito, pues no cesaban de llorar de contrición de sus pecados.

   De todas sus correrías apostólicas es inútil pnderar,  qué resutados tan óptimos sacaría refrenando la disolución, desarraigando los escándolos inveterados, aterrorizando los blasfemos, extirpando en fin los estímulos del vicio. Y por el contrario veíase en todos la reforma de costumbres, la frecuencia de Sacramentos, el aumento de congregaciones, especialmente en honor de Nuestra Señor, de quien era devotísimo, arrancando en una palabra, como buen operario la zizaña del campo del Señor para dar lugar a los buenos frutos.

   Destinado por la obediencia a residir en Frascati, se distinguió notablemente en su amor a la pobreza. Habitó un aposentillo estrecho, bajo y libre de todo mueble innecesario; solamente tenía la ventaja de estar contiguo al templo y miarar a la plaza, por lo cual se sentía más movido a la oración, y si en la plaza se entablaba un riña, allá iba él antes que tomase resultados funestos. Así dispuesto, acercósele la muerte; sucedió que habiendo salido a misionar en una aldea del Lacio llamada Pofi, fue asaltado de la última enfermedad y advitiendo que se acercaba  el último trance, suplicó le trajesen la imagen de la Santísima Virgen de la que siempre se había acompañado en sus misiones, y con el corazón y los ojos fijamente clavados en la venerada imagen, no cesando de suspirar y decir "Mostrad que sois mi Madre", entregó plácidamente su dichos espíritu al Señor, a los 53 años de su vida morta, el 7 de noviembre de 1717. Fue beatificado por Léon XIII,

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)