BEATO ÁNGEL DE
FURCI
6 de febrero
1327 d.C.
Nació en Furci, provincia de Chieti (Italia). Sus padres, de
buena situación económica, eran muy mayores y sin hijos,
hasta que pidieron al arcángel san Miguel que les diera un
hijo..., y así fue y le llamaron Ángel. Tras la ejemplar
educación recibida en los primeros años, fue confiado a
un tío materno, abad del monasterio benedictino de Cornaclano,
próximo a Furci, a cuyo lado progresó con rapidez tanto
en ciencia como en virtud. Muerto el familiar, Ángel
regresó a Furci.
Fallecido también poco después su padre, se
dirigió a Vasto, ingresando en 1266 en la Orden agustiniana,
donde realizó los estudios reglamentarios, accediendo
posteriormente al sacerdocio. Muy joven aún, en torno a los
veinticinco años, fue enviado a estudiar a la Sorbona de
París, donde parece que permaneció durante cinco
años. Vuelto a Italia, enseñó en varios conventos
antes de ser destinado al estudio agustiniano de Nápoles,
localidad en la que residiría ya hasta el fin de sus días.
Se distinguió
como teólogo y orador. Se le atribuyen un comentario sobre San
Mateo y una serie de sermones, obras todas ellas de las que en la
actualidad se desconoce el paradero. En 1287 fue elegido superior de la
provincia napolitana. Más tarde renunció a los obispados
de Acerra y de Melfi. Murió en el convento de San Agustín
a la Zecca de Nápoles, recibiendo sepultura en la contigua
iglesia del mismo nombre.
El pueblo, que ya lo veneraba en vida como un santo, comenzó a
invocarlo, obteniendo favores y gracias. Muy pronto fue incluido entre
los santos patronos de la ciudad. Mayor aún fue y sigue siendo
el recuerdo y la estima hacia su persona en la propia ciudad natal de
Furci, que desde 1808 posee sus restos mortales. Su culto se
confirmó el 20 de diciembre de 1888 por León XIII.