BEATO ANGEL ALONSO ESCRIBANO
1936 d.C.
30 de agosto
En este villorrio de la salmantina
comarca de La Armuña, recibió el Bautismo en su Iglesia Parroquial
de san Vicente Mártir. Con gran aprovechamiento cursó estudios
en el Seminario de Salamanca y en la Universidad Pontificia de Comillas,
obteniendo el doctorado en Teología y la licenciatura en Derecho Canónico.
Ordenado presbítero el once de septiembre de 1921, inició
su ministerio pastoral en Fuenterroble de Salvatierra. Muy pronto descubrió
su carisma de entregarse a la formación del clero e ingresó
en la Hermandad de Operarios Diocesanos el doce de agosto de 1927. Como operario
desempeñó varias misiones: prefecto de disciplina del Seminario
de Burgos desde 1926 a 1930, la misma responsabilidad tuvo en el Seminario
de Valladolid entre 1930 y 1933, añadiendo su labor de enseñanza
en el Seminario de Belchite.
Enviado al Seminario de Almería en 1934 como prefecto
y profesor de Lógica, asumió diversos oficios al servicio de
los seminaristas. De entre todos, la dirección espiritual cobró
una singular importancia en su ministerio. Respetado y querido por todos,
sobresalían en su persona las virtudes de la humildad y la pobreza.
Aunque debía marcharse a Salamanca el diez de julio de 1936, al esperar
la llegada de su sucesor quedó prisionero. Refugiado en un cortijo
de la Cañada de san Urbano, tras varios registros fue detenido con
tres hermanos de La Salle. A sus treinta y nueve años compartió
martirio con los Beatos Obispos de Almería y de Guadix. Sus cuerpos,
como todos los martirizados en el barranco del Chisme, fueron desgarrados
y quemados.
En la carta que luego escribió el rector del Seminario
a sus familiares de Salamanca les dijo: «A la madre de don Ángel
tenga la bondad de enterarle de todo esto, y transmitirle mi más profundo
sentimiento por tan sensible pérdida, pero al mismo tiempo la más
sincera felicitación por tener un hijo en el cielo vistiendo la estola
blanca del sacerdocio y ostentando la palma del martirio muy cerca del trono
de Dios. Yo me encomiendo a él y le confío mis asuntos como
verdadero Santo.»