SANTOS ANDRÉS DE SOVERAL
Y DOMINGO CARVALHO
16 de julio
1645 d.C.
El 16 de
julio de 1645, los holandeses que ocupaban el nordeste de Brasil, llegaron
a Cunhaú, en Río Grande del Norte, donde varios colonos residían
en los alrededores del Molino, ocupados en la plantación de la caña
de azúcar. Era un domingo. La hora de la misa, 69 personas se reunieron
en la capilla Nuestro Señora de Candeias. La capilla fue rodeada e
invadida por soldados e indios que eliminaron a todos los que allí
estaban, incluyendo al párroco sacerdote Andrés de Soveral que
celebraba la misa. Ellos no opusieron resistencia a los agresores y entregando
sus almas piadosamente al Creador.
Andrés de Soveral nació en Sâo
Vicente, hoy el Estado de São Paulo, en Brasil, una ciudad muy vinculada
al beato José de Anchieta. Andrés estudió en el colegio
de los jesuitas: Latín, Teología y Moral y en 1593 ingresó
en la Compañía de Jesús de Bahía. Sabiendo muy
bien el idioma indígena, estaba a cargo de de la conversión
del Indios en los territorios dependientes de la escuela de Pernambuco, en
la ciudad de Olinda.
En 1606 viaja a Río
Grande en una misión. Probablemente entre 1607 y 1610 pasó al
clero diocesano, regresando a Rio Grande en 1614 ya como sacerdote secular
y quedándose esta vez como parroco de Cunhaú, allí fundó
la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria. Tenía 73 años
cuando fue martirizado mientras celebraba la misa en su iglesia parroquial.
“La
figura del P. Andrés de Soveral, el pastor del pequeño rebaño
de Cunhaú, despunta como el gran héroe que, no sólo ofreció
su vida por la fe en el momento sublime del sacrificio eucarístico,
sino que también exhorto a sus feligreses a que hicieran lo mismo,
aceptando voluntariamente el martirio”. Fue martirizado por los calvinistas,
junto a su comunidad.
Además
del Beato Andrés, Domingo es
el único nombre conocido de entre todas las víctimas de la
masacre de Cunhaú. Después de la matanza, los asesinos empezaron
a hacer fiesta y a robar las pertenencias de los cadáveres. Se dice
que en uno de los cuerpos, el de Domingo Carvalho, quien era uno de los principales
del lugar, encontraron cierta cantidad de oro que fue distribuido entre en
los asesinos.