BEATA ANA MARÍA
TAIGI
9 de junio
1837 d.C.
Nació en Siena. Era hija de un farmacéutico sin mucha
fortuna de Siena. Sus padres: Luis Giannetti y María Santa Masi.
Se trasladó con su familia a Roma donde fue alumna del colegio
de las Maestras Pías, pero apenas aprendió a leer pero
jamás a escribir. Se colocó en casa de una señora
que tenía un taller de ovillo en la que se mostró
diestra. Cuando tenía 14 años presenció como su
madre atendía y amortajaba el cuerpo llagado del peregrino san
Benito José Labre, que con 35 años moría en las
escalinatas de la iglesia Madonna dei Monti. Después
trabajó como criada en el palacio Maccarani, donde
también trabajaba su padre, y allí conoció a su
futuro marido.
A los 21 años (1790) se caso con Domenico
Taigi, camarero de la familia romana de los Chigi, a quién le
dio siete hijos, de los que murieron tres a tierna edad. Durante un
breve período tuvo una vida frívola, amante de los
vestidos y de las fiestas, hasta que un religioso la hizo observar su
vanidad. Se hizo Terciaria trinitaria en 1808. La paga del marido era
muy escasa para una familia, y Ana Maria tuvo que pensar, para tirar la
prole adelante y mostrarse siempre amable hacia su marido, que
solía tener un carácter insoportable. Su gran virtud
consistió en mostrarse siempre serena y sonriente incluso en los
momentos más difíciles. Si un niño rompía
un plato decía: "Es necesario dar trabajo a los alfareros". Si
el marido llegaba de noche tarde, ella estaba allí con la sopa
caliente. El secreto de esta serenidad estaba en la oración.
Pero confesaba que tenía tentaciones fortísimas y que las
vencía con la ayuda de María.
Al envejecer no disminuyó su ritmo de trabajo, a
pesar de que sufría reumatismo, asma, gota y hernia. Cuando
tenía momentos de éxtasis, le decía al
Señor: "Déjame tranquila. Yo tengo mis ocupaciones. Soy
una madre de familia". Sonreía siempre entre los sufrimientos
diciendo "Las penas del purgatorio serán peores". Fue favorecida
con el don de profecía, leía los pensamientos y
describía sucesos que sucedían en lugares distantes. Su
casa fue lugar de encuentro de cardenales y otros dignatarios que iban
a pedirle consejo entre ellos se destaca a María Luisa de
Borbón, los santos Gaspar del Búfalo y Vicente Pallotti.
Sufrió fortísimos dolores de cabeza y meditaba la
pasión de Cristo. Murió a los 68 años. En su
proceso de beatificación su marido dijo: "Ella hacía
continuamente milagros mirando por las necesidades de la familia.
¿Qué podría hacer yo con seis escudos al mes?
Dejaba que ella hiciera, porque me había dado cuenta que cuando
ella había pagado, la Providencia venía siempre en
nuestra ayuda". Fue beatificada el 30 de mayo de 1920 por SS
Benedicto XV. Su sepulcro se encuentra en la iglesia de San
Crisógono de los trinitarios en Roma.