BEATO AMBROSIO
FERNANDEZ
7 de enero
1620 d.C.
Nació en Sisto en Portugal. Con tan solo 20 años
migró a la India, y trabó relación con los
jesuitas, quienes le aconsejaron entrar al servicio del rey de Portugal
en la guarnición cristiana de Salsette. Este enclave era
continuamente atacado por musulmanes, y tras caer en una ocasión
cautivo de ellos, dejó las armas y dirigió su vida al
comercio.
Sirvió a un
mercader de Goa como administrador, pero más tarde se
trasladó a Macao (China), donde cambió de patrón.
Pasó, también como administrador, a trabajar para un
comerciante, bajo cuyas tareas tenía que realizar frecuentes
viajes. En un viaje a Japón, la nave “Sâo
Sebastiâo” fue arrastrada por un tifón y, estuvo a
punto de perder la vida, pero pudo desembarcar en Hirado. Esta
experiencia le llevó a realizar el voto de consagrarse como
jesuita. El superior del japón, Francisco Cabral, lo
admitió como hermano, hacia el 1590.
Marchó al Japón para hacer fortuna y la encontró
en 1577, al ingresar como coadjutor en la Compañía de
Jesús. Llevó una vida de entrega a las tareas misioneras
de la Compañía en Japón, y fue durante 20
años coadjutor en Nagasaki. Desatendió la
expulsión de cristianos de 1614 decretada por Tokugawa Ieyasu, y
continuó en Nagasaki su trabajo misionero hasta que fue apresado
en 1618, junto con el beato P. Carlos Spinola (martirizado en 1622) y
el seglar beato Domingo Georgi (martirizado en 1619). Murió de
apoplejía y malos tratos en la horrible prisión de Suzuka
(Ômura), a la edad de 69 años.
Murió en la cárcel, de malos tratos, por lo que fue
reconocido como mártir por el Beato Pío IX en la
beatificación de los mártires del Japón de 1867.
Se conservan del beato una pocas cartas.