BEATO ALFREDO
ILDEFONSO SCHUSTER
1954 d.C.
30 de agosto
Nació en Roma. Su padre Juan Schuster, era oriundo de Baviera y
se enroló en los zuavos pontificios, en donde ejerció el
oficio de sastre, hasta que, con la pérdida de los Estados
Pontificios, fue dado de baja. Su padrino de confirmación fue el
marqués Clemente Sachetti, que lo tomó bajo su
protección. Las Hijas de la Caridad y sus muchos protectores,
sobre todo el barón Pfiffer de Altishofen, que conocían
bien sus cualidades y su inclinación acentuada hacia la vida
religiosa, lo encaminaron a través del benedictino Gregorio
Palmieri, que trabajaba en el archivo secreto del Vaticano, a la
escuela monástica del monasterio de San Pablo Extramuros de
Roma. Alfredo fue benedictino y adoptó el nombre de Ildefonso.
No fue del todo feliz en su primera época en la
escuela benedictina, porque tenía un defecto de
pronunciación y que le humillaba mucho. En 1899 hizo su
profesión religiosa. En la escuela conoció y trabó
amistad con el beato Plácido Riccardi. Estudió en el
Ateneo de San Anselmo de Roma, donde se doctoró en
Filosofía, pero a él lo que le apasionaba eran los
estudios históricos y arqueológicos. Fue ordenado
sacerdote en 1904 y fue profesor en el monasterio; fue maestro de
novicios, prior y entre 1904 a 1918, abad del monasterio. Fue
también profesor de San Anselmo y en la Escuela de
Arqueología Sagrada, en donde enseñó liturgia.
Escribió “Liber Sacramentorum”, que tuvo mucho éxito.
Fue llamado por la Sede Apostólica para grandes y
graves misiones en las diócesis de Italia. Fue consultor en
varias sagradas congregaciones romanas. Como prelado de la
abadía “nullius” de San Pablo de Roma, hizo una labor
apostólica de gran importancia. Ayudó mucho al Papa
Benedicto XV, que le tenía gran estima, y se dice que a
él se debe el borrador de la encíclica en la que se
declaró a san Efrén, doctor de la Iglesia. También
intervino en la fundación del Instituto Pontificio Oriental.
Pío XI le nombró Cardenal y Arzobispo de
Milán en 1929. Rigió la diócesis de Milán
durante 25 años, y se inmoló por ella. Comía muy
poco. Se interesó mucho por la formación y
santificación del clero. Tenía un elevado concepto de la
parroquia, pero no descuidó otras formas de apostolado, como la
Acción Católica y la prensa católica.
Defendió a todo el que estaba en peligro sea cual fuera el
régimen gubernamental y fue célebre por su
oposición al régimen de Mussolini, aunque apoyó la
invasión de Etiopía, y por ello fue acusado de
“filofascista”, aunque se opuso a la unión del fascismo con el
nazismo por su política racial. Condenó en una dura
homilia al régimen fascista. Salvó muchas vidas e
intervino para que el cadáver de Mussolini fuera enterrado
cristianamente. Fue legado pontificio en muchas ocasiones. Dio todo
cuanto podía hasta quedar sin nada. Fundó “Charitas” y la
“Domus Ambrosiana” y apoyó la fundación de la Universidad
Católica de Milán. Murió con 74 años en
Venegono y la homilía fúnebre fue predicado por el
cardenal Roncalli, el futuro Juan XXIII; le sucedió el cardenal
Montini, luego el futuro Pablo VI, que fue quien inició su
proceso de beatificación. Fue siempre un monje que
ejerció como obispo. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II
el 12 de mayo de 1996.