BEATA ALFONSA CLERICI
14 de enero
1930 d.C.



   Nació en Linate (Milán). A los 15 años entró al colegio de las Hermanas de la Preciosísima Sangre en Monza. En 1879 consiguió el diploma de maestra en grado superior y comenzó a enseñar en la escuela pública de Linate. A los 23 años ingresó en la comunidad del colegio donde había estudiado: “Yo que tengo el honor de llevar el nombre de Hermana de la Preciosísima Sangre”, escribió la religiosa cuando emitió sus votos temporales, “estaré contenta donde haya más sacrificio, estaré contenta de derramar la sangre de la voluntad, del amor propio”, dijo.

   La congregación a la que perteneció la hermana Alfonsa tiene el carisma de la vida comunitaria intensa, así como la educación en la que resaltan a sus alumnos la dignidad como hijos de Dios. También se dedican a la asistencia a los enfermos y a la promoción de la mujer.

   Luego de emitir sus votos, la hermana Alfonsa enseñó en el colegio donde había estudiado. Allí fue también la directora de 1898 a 1907. El principal desafío que enfrentó fue la solución de una gran crisis económica que sufrió su instituto. Ella misma admitió que se trataba de “una comunidad que reordenar, que reformar pero no que deshacer”.

   La hermana Alfonsa fue llamada en 1911 a dirigir el colegio Retiro de la providencia, ubicado en Vercelli. Se trataba de un instituto de acogida de personas huérfanas o que vivían en una situación familiar difícil.

   “Encontraron estos chicos, algunos pequeños que no lograban tener una educación completa porque faltaba el dinero. Ella buscaba mejorar la situación”, comentó la religiosa. Su santidad se fue forjando en pequeñas acciones de caridad que tenía con sus alumnos y con las personas más necesitadas que llegaban a este instituto.

   “Muchos pobres y atribulados iban diariamente al Instituto para obtener un pedazo de pan o un vestido y, sobre todo un poco de amor, que la hermana Alfonsa sabía dan con alegría. Ninguno se iba desilusionado, todos recibían algo de ella, sea material o espiritual”, asegura su postuladora. Una caridad que se fundaba en una vida espiritual muy profunda y particular.

   Hermana Santina cuenta que un día, durante la Primera Guerra Mundial, un soldado fue a pedirle dinero. La hermana Alfonsa sólo tenía la cantidad exacta para comprar una lámpara para el Santísimo. Ella le dijo que no lo podía ayudar económicamente. En la noche no pudo dormir y decidió darle ese dinero al soldado. Al día siguiente fue una  condesa a visitarla y a darle una ofrenda. “Era la misma cantidad que le había dado al soldado. ¡El Señor se lo había devuelto!”, cuenta su postuladora. Entre el 12 y el 13 de enero de 1930, la hermana Alfonsa sufrió una fuerte hemorragia cerebral mientras que oraba con su habitual posición de la cabeza en el suelo. Así fue encontrada. Murió al día siguiente. Fue beatificada por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2010.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)