BEATO ALCUINO DE YORK
19 de mayo
804 d.C.
Nació en York. Estudió en la escuela benedictina de York,
y parece haber sido alumno de Egberto y Alberto, dos de los más
importantes sacerdotes de la Inglaterra de su tiempo, que ocuparon la
dignidad de Arzobispo de York. Se hizo monje; fue ordenado
diácono y nombrado director de su antigua escuela.
Marchó a Italia para recoger el palio para su
obispo y en Parma encontró a Carlomagno, que lo tomó a su
servicio en el campo de la educación: fue nombrado encargado de
la instrucción del imperio carolingio y para ello fundó
la Escuela Palatina. Ya anciano fue elegido abad de San Martín
de Tours, donde restableció la observancia monástica con
la ayuda de san Benito Aniano. Fue un escritor muy prolífico,
sobre todo en el campo de la teología y la liturgia.
Destacó más como ideólogo
práctico, que como teólogo o filósofo.
Tenía por meta convertir al Imperio carolingio en una nueva
Atenas o una nueva Roma, aunque ahora irradiada por el espíritu
cristiano. Sostiene que a las siete artes liberales, que son las siete
columnas de la sabiduría humana, deben integrarse los siete
dones del Espíritu Santo. Para ello enseñó
profusamente el latín, dándole nuevo brillo a un idioma
que por ese entonces estaba casi olvidado en el continente europeo.
En materias teológicas era menos original. En
general toma argumentos de Severino Boecio, Casiodoro y san
Agustín para sus obras. Su mayor contribución intelectual
fue la polémica que sostuvo con Elipando de Toledo y
Félix de Urgel, defensores ambos del adopcionismo, variante del
cristianismo que había prendido fuertemente en España,
como consecuencia de su pasado visigótico arriano. Sus
principales ideas están condensadas en la carta "De animae
ratione".
Entre los discípulos que Alcuino de York tuvo en
Tours se cuentan Amalario de Metz, Hilduíno de Saint-Denis y el
beato Rábano Mauro, este último destacado teólogo
del siglo IX. Murió un 19 de mayo. En muchos martirologios
aparece como “beatus”, aunque hay otros que no lo consideran tal.