BEATO AGUSTÍ
LLOSES TRULLOLS
1936 d.C.
21 de agosto
Nacido el 20 de
diciembre de 1906 en Cervera (Lleida)
Profeso 15 de agosto de, 1924
Ordenado sacerdote 21 de junio 1931
21 disparos de agosto de 1936 en Lleida
El 25 de julio de 1936 el P. Agustí Lloses escribía desde
la cárcel de Lleida a su madre Antònia Trullols en
catalán como solía:
Queridísima madre: Tres semanas hace hoy que estoy encerrado en
la cárcel gozando de buena salud sin haber sufrido ninguna
contrariedad; el Corazón de María se digne favorecerme
como hasta ahora, a ella debo el conservar la vida. Y ustedes
¿cómo están? ¿No podrían enviarme
pronto cuatro rayas para notificarme si están bien de salud? Por
mí no sufran que estoy bien aquí en la cárcel.
Nada más por hoy, cuando salgo de la cárcel ya iré
a casa a pasar unos días. Recuerdos a todos, a Pepe, a
Antonieta, a la Sra. Teresa, a Tresina, Enriqueta y Rafelet y usted
acuérdense de su hijo Agustí C.M.F.
Dice y no dice. Pero esos días fueron de una dureza terrible que
refleja con crudeza su compañero de cárcel el P. Xavier
Morell. El día 21 de agosto, con otros muchos sacerdotes y
religiosos y otros tres claretianos entró en el cementerio para
ser fusilado con todos los demás.
Recorramos brevemente el camino que le llevó de la pila
bautismal al martirio. Agustí Xavier Francesc nació y fue
bautizado en Cervera el día 20 de diciembre de 1906. Fueron sus
padres Agustí i Antònia, excelentes cristianos que
velaron amorosamente por la formación cristiana de sus dos hijos
Josep y Agustí. Josep, padrino de su hermano, laico ejemplar,
padre de tres hijos, murió asesinado en la carretera de
Barcelona cerca de Sant Pere dels Arquells por haber guardado en su
casa al P. Joan Blanch, claretiano, con quien compartió el
martirio.
Agustí perdió a su padre a los ocho años. De su
santa madre heredó la piedad, el buen carácter y un gran
parecido físico. Muchos recordaban al niño Agustí,
ayudando la Misa en la Iglesia de Sant Agustí con su porte
modosito, o acudiendo a las clases que los Hermanos coadjutores
claretianos daban en la exuniversidad.
Ingresó en el seminario claretiano de Barbastro a sus trece
años. El 15 de agosto de 1924 emitió sus votos
religiosos. Cursó la filosofía en Solsona y la
teología en Cervera.
Recibió las órdenes menores en los días 13 y 14 de
julio de 1928 de manos de D. Emeterio Valverde Téllez, obispo de
León, México, en donde había vivido terribles
días de persecución. El día 21 de junio de
1931 recibía el presbiterado en Solsona en la capilla del
palacio de manos del obispo Valentí Comellas.
Su primer destino fue el colegio del Corazón de María de
Barcelona. En enero de 1932 escribe a su madre: Los Reyes no se han
olvidado de hacerle este regalo de mi foto. Y le agradece el reloj, que
por ahora funciona bien. Dios le pague tan gran favor.
Después de una fatigosa excursión a pie a la
Conrería, cerca de la Cartuja de Montalegre, escribía a
su madre:
Ya me dispensarán si esta carta está tan mal
escrita porque estoy cansado y no sé si tengo la cabeza sobre el
cuello o bajo los pies…
Otro día le dice:
Como tengo algo de tiempo y buen humor, se me ha ocurrido escribirle a
máquina, porque ha de saber, y, sea dicho de paso, que soy
profesor de esta asignatura.
De hecho el P. Lloses era muy hábil, muy bien dotado para el
dibujo y la pintura. El día 26 de diciembre escribe:
El día de San Esteban tuve la inmensa alegría y gran
emoción de oír por vez primera con mis oídos y no
por radio ni por gramófono, y ver con mis propios ojos al
Orfeó Català en uno de sus famosos conciertos de Navidad.
El corazón no me cabía dentro del pecho al oír
aquellos famosos cánticos tan bien cantados… No todo ha de ser
tristezas en este mundo.
Pero en Cervera el frío y la niebla le traían a la
memoria la melodía de una canción infantil: Sol, solet,
vina’m a veure que tinc fred… [Sol, solecito,visítame que tengo
frío]
En diciembre de 1934 invitaba a su madre a la misa del gallo que, si no
hay ningún contratiempo, tendremos en nuestra iglesia y tal vez
la cantaré yo. Y el día 28 agradecía a su
hermano el cava que había regalado a la comunidad:
¡Hubieses visto cómo saltaban los tapones de las botellas
de Codorniu! ¡Y cómo brincaban por las mesas de
mármol! Y la algazara y juerga que armábamos! Fue uno de
los números más interesantes del programa del día
de Navidad.
La correspondencia del P. Lloses refleja la preocupación por la
situación presente y futura del país. Desde Aytona, donde
está predicando durante la semana santa, escribe en abril de
1936:
Aquí tengo de compañero al rector de Alcarràs que
ha tenido que abandonar la parroquia porque los vecinos dicen que ya
les sobra el rector: les basta con un vicario anciano y cecuciente. Es
un botón de muestra de lo que son estos pueblos…
En mayo escribe a su madre lo que ocurría en Lleida:
Por aquí vamos tirando con paz y tranquilidad. De momento,
gracias a Dios, nadie nos ha dicho nada, como si no viviésemos
en este mundo. No así los pobres Padres Franciscanos que no les
dejan en paz ni en su casa. Al grito de ¡abajo la propiedad;
afuera los frailes! se adueñaron de lo ajeno.
Le escribía también que iría a comer la mona de
pascua del Espíritu Santo en “la tierra de los comunistas, cerca
de Balaguer o sea en La Sentiu a donde iría a predicar la
cuaresma. “Se ve que lo hice tan bien que quieren que repita.” Dice
también que en Massoteres predicó su primer novenario,
“del que guardo grato recuerdo”.
El 12 de junio de 1936, en la fiesta onomástica de su madre y de
su cuñada Antonieta Fort felicitaba a su madre. El P. Lloses
comentaba la huelga del ramo de la construcción de Lleida.
Esta vez, escribe, los obreros tienen toda la razón, les
prometieron que si ellos subían no habría obreros en
paro, y ya llevan varios meses cobrando ellos su rentilla y los pobres
obreros muriéndose de hambre.
Y pregunta a su madre con cierta preocupación:
¿Qué tal el nuevo Ayuntamiento de izquierdas? He
oído decir que quiere echar de casa a mis hermanos de
religión. ¿Qué hay de verdad?
La pregunta no era ociosa porque en realidad en Cervera había
muchos que deseaban echar a los claretianos de la exuniversidad.
Anunciaba también a su madre:
Aquí estoy muy ocupado. […]. Ahora me toca ir, si Dios quiere, a
Bellcaire el próximo día 21 a predicar la fiesta del
Sagrado Corazón de Jesús.
Pero no estaba de Dios. Ya estamos en el 9 de julio de 1936. En carta a
su “padrí” y hermano Josep le informa: Por aquí paz y
tranquilidad en medio de la huelga mercantil que ha durado muchos
días y de los petardos y “roturade lunas de muchos aparadores”.
Los malos tiempos todavía daban pie a planes
halagüeños:
Si Dios quiere, le decía, el próximo día 10 de
agosto iré de nuevo a pasar unos quince días a Tarragona
a acabar de ahogar los granos. El P. Provincial ha tenido la
generosidad de concederme sin más esta gracia. Y hablando de
generosidad estaba seguro que el padrino también sería
generoso: ¿Me enviará un papelucho que dice cinco
durillos, que equivalen a veinticinco pesetillas y los
matemáticos dicen que son igual que cien realillos (ralet…
ralet… eh! que sí, Tresina?). Me hará quedar bien,
verdad, amado padrino? ¡Gracias anticipadas!
Hemos podido comprobar por la correspondencia que acabamos de espigar,
algunos rasgos de su carácter: próximo, amable, de buen
humor, de gran amor y ternura para con su madre, hermano y sobrinos.
También sus planes apostólicos.
En la comunidad de Lleida preveían lo que les esperaba. El 18 de
julio del 36, fiesta onomástica del superior P. Frederic Codina,
el P. Lloses le acompañó a una visita a una familia y
quedó muy impresionado al oír de sus labios: “Está
la situación rematadamente mal; y mañana veremos nuestras
cabezas rodando por las calles”. Los hechos le dieron la razón.
Del P. Agustí Lloses, el P. Marcelino Bertolín,
compañero de seminario, recalca su faceta de ministro o
ecónomo de la comunidad: se distinguía en este cargo por
la caridad con que trataba a sus compañeros. Estando yo preso en
la cárcel de Lérida traté frecuentemente al P.
Lloses que nos procuraba a sus hermanos de Congregación los
cambios de ropa y la ayuda de alimentación y demás cosas
necesarias. Además siempre había visto al P. Lloses muy
sereno y animándonos a todos al martirio. El H. Lluís
Grau certifica que en la cárcel, el P. Lloses cuidaba que a los
religiosos sus hermanos no les faltara cosa alguna que él les
pudiera proporcionar. Se manifestaba resignado a la voluntad de Dios,
esperando la muerte con tranquilidad.
Pudo ser el P. Lloses el que, según otro testigo, al despedirse
le dijo: “Hasta el cielo”, entregándome un reloj, con encargo de
que, si me salvaba, lo hiciera llegar a su familia.
¿Sería el reloj que le había regalado su madre?.