BEATO AGNELO DE PISA
13 de marzo
1275 d.C.
Conoció a San
Francisco de Asís en Venecia y fue admitido en la Orden por el
mismo san Francisco en ocasión de su estancia en Pisa. Fue
enviado desde el primer momento a Francia, con un grupo de frailes para
fundar la Orden en París. Será el primer guardián
de la provincia parisina. Sus virtudes y dotes de buen gobierno fueron
óptimas, por ello en el Capítulo general de 1223,
Francisco le confió la misión de Inglaterra y le
nombró primer provincial en la isla. Agnelo desembarcó en
Dover con otros seis franciscanos en 1224. Fieles a los preceptos de
San Francisco, no tenían dinero y los monjes de Fécamp
pagaron los pasajes a los nueve hermanos hasta Dover.
Era el invierno de 1224 y los frailes sufrían grandes
incomodidades y penurias, especialmente en vista de que su comida
diaria era pan y un poco de cerveza, tan espesa, que era necesario
diluirla para poderla tragar. Sin embargo, nada abatió sus
espíritus y su piedad sencilla. Su jovialidad y su entusiasmo
les conquistaron pronto muchos amigos. Lograron obtener del papa
Honorio III una carta de recomendación, de modo que el arzobispo
de Canterbury, Stephen Langton, les dijo al saludarles: «Algunos
religiosos han venido a mí llamándose a sí mismos
Penitentes de la Orden de Asís, pero yo los llamo de la Orden de
los Apóstoles». Por este nombre fueron conocidos, al
principio, en Inglaterra y, cuando algunos de los franciscanos iban a
ser ordenados acólitos en Canterbury, cuatro meses
después de su desembarco, el archidiácono invitó a
los candidatos a adelantarse con estas palabras:
«Acercáos, vosotros, hermanos de la Orden de los
Apóstoles». Al final de aquel año ya habían
fundado dos conventos: uno en Cornhill, cerca de Londres, y otro en
Oxford.
En los años
sucesivos, las casas franciscanas en Inglaterra se multiplicaron
más allá de toda previsión; también
fundó el convento de Canterbury. Como san Francisco, Agnelo no
era sacerdote, sino diácono. A pesar de ello, él
entendió la importancia de los estudios y de la enseñanza
universitaria para el futuro de la Orden y de su Provincia. Oxford,
donde había fundado su convento, fue el mayor centro
universitario de Inglaterra, allí fueron invitados los
franciscanos a impartir Teología, junto con los dominicos.
Pronto la escuela franciscana de Oxford, tendrá una gran
importancia en la filosofía medieval. Fray Agnelo, en su
humildad tuvo que aceptar ser ordenado sacerdote, pero no quiso
enseñar en la universidad, a pesar de las propuestas que tuvo,
ni ser consejero del rey Enrique III.
Se asegura que su amor por la pobreza era tan grande, «que
jamás autorizó la ampliación de un jardín o
la construcción de una casa, si no era estrictamente
necesario». Se cuenta en especial la historia de que él
construyó el hospital de Oxford «con hechura tan modesta,
que el grueso de las paredes era menor que el ancho de un
hombre». Durante la misa y cuando se decía el oficio
divino, derramaba lágrimas constantemente, «empero de tal
manera, que ni por el ruido de gemidos, ni por cualquier gesto de la
cara podría saberse que lloraba». Se mostraba severo en
contra de cualquier quebrantamiento de la regla, pero debido a su
delicadeza y tacto, lo escogieron, en 1233, para intentar un arreglo
con el rebelde conde alguacil del distrito. Se dice que su salud se
resintió por los esfuerzos para cumplir con esta misión,
pero sobre todo debido a un penoso viaje por tierra a Italia. A su
regreso, fue atacado de disentería y murió en Oxford,
después de haber estado exclamando continuamente durante tres
días: «Ven, dulce Jesús». El culto al
beato Agnello fue confirmado el 4 de septiembre de 1892 por León
XIII.