ADRIANO IV
1154-1159 d.C.

El nuevo
Papa era inglés (el único que esta nación
proporcionó a la Iglesia) y se llamaba Nicolás
Breakpeare. Espíritu combativo, generoso y culto, se dio cuenta
en seguida del peligro que Arnaldo de Brescia representaba para la
Santa Sede. Muchas ciudades italianas se negaron a abrir sus puertas
para recibir al emperador, y fueron, duramente castigadas.
Después de un choque inicial, debido a la resistencia que
Federico oponía para someterse al antiguo ceremonial, el Papa y
el emperador se encontraron en Sutri, y la coronación tuvo lugar
en Roma el 18 de junio de 1155.
Los senadores romanos habían salido salido a su
encuentro, tratando de conquistarle a su causa y ofreciéndole el
título de emperador, que, según ellos, pertenecía
al Senado, pero la respuesta de Federico fue tajante. Dijo, entre otras
cosas: "Roma ya no está en Roma", queriendo decir que Roma
había dejado de ser fuerte y que otros pueblos habían
heredado sus virtudes. Roma era, para Federico, el Imperio
alemán. "Vosotros me elogiáis la gloria de vuestra
ciudad, la sabiduría de vuestro Senado, el valor de vuestra
juventud. Entiendo, entiendo bien; pero os contestaré con uno de
vuestros poemas: fuit, ella fue".
La rebelión estalló en Roma. Centanares de
soldados alemanes fueron matados, y el pueblo se apoderó del
barrio papal, la llamada ciudad leonina. Federico obtuvo la victoria
final, pero se retiró en seguida hacia el norte. Arnaldo de
Brescia, entregado al emperador por un barón romano, fue
ejecutado el 18 de junio, el día de la coronación
imperial.
El verdadero conflicto no tardó en producirse entre
los poderes. Apoyado en la nueva doctrina gibelina, proclamada por la
Universidad de Bolonia, en la que se propugnaba el Derecho romano, y
según las tesis de la cual la voluntad del emperador
tenía fuerza de ley. Doctrina peligrosa y falsa que
fundamentará todos los abusos del absolutismo. En la dieta de
Roncaglia (1158) fue redactado un "Código de Roncaglia", que
atribuía todos los derechos al poder imperial, dañando de
este modo tanto al Pontífice como a las ciudades libres y al
pueblo. Poco faltaba, sin embargo, para que las ciudades italianas
rompiesen el yugo. El milagro de la vistoria de los débiles y de
los justos en contra de la fuerza y de la injusticia habrá
de producirse dentro de poco. Adriano falleció en Anagni,
después de haber defendido valerosamente la Santa Sede y su
ecumenicidad en contra de todos. En este sentido puede ser comparado
con Gregorio VII.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)