BEATO ADOLFO DE
ESTEBAN RADA
1936 d.C.
31 de julio
Nació el 28 de
septiembre de 1912 en Berbinzana (Navarra)
Profesión el 1 de octubre de 1928
Asesinado el 31 de julio de 1936 en Barcelona
Nació el 28 de septiembre de 1912 en Berbinzana (Navarra),
diócesis de Pamplona. Sus padres fueron D. Quintín de
Esteban y Faustina Rada. Fue bautizado al día siguiente, 29 de
septiembre, por el cura párroco en la iglesia parroquial de
Santa María. Recibió la confirmación el 2 de junio
de 1913 en la visita pastoral del Ilmo José López de
Mendoza y García, Obispo de Pamplona. Hizo la primera
comunión en 1921 a los nueve años.
El 19 de noviembre de 1923 ingresó en el postulantado de
Alagón siguiendo el llamamiento divino. Allí estuvo hasta
1925. Su prefecto de postulantes fue el P. Francisco Piñol,
cargo que ocupó desde 1918 hasta 1927, cuando fue destinado a
Italia.
En el primer curso estudió castellano, latín,
aritmética, catecismo, historia sagrada. En segundo
estudió Analogía. El 17 de agosto de 1925 pasó a
Cervera a estudiar 3 y 4 de Humanidades, o sea Sintaxis y
Retórica. Era muy aplicado en los estudios. Escribe a su casa
diciendo que los estudios van bien y que allí está muy
bien.
El 28 de julio de 1927 marchó a Vich para hacer el noviciado
cuyo maestro era el P. Ramón Ribera. Una vez cumplidos los 15
años, edad mínima prescrita pro las normas
canónicas, vistió el hábito el 30 de septiembre de
ese mismo año. Durante el periodo de prueba, un año
completo, los primeros informes del maestro lo calificaban de mediano,
poco sacrificado, pero al final los informes fueron mejores en todos
los aspectos y disiparon todas las dudas que tenía antes. El 1
de octubre de 1928 emitió la profesión. Al día
siguiente partió para Solsona, en cuyo colegio debía
cursar los estudios filosóficos, Lógica,
Metafísica y Ética. Su Prefecto fue el P. Felipe Calvo.
El 26 de agosto de 1931 marchó con sus compañeros a
Cervera para estudiar teología. El viaje lo hicieron vestidos de
paisanos, aprovechando los trajes de seglar que hacía semanas
habían comprado, Ya entonces toda precaución era poca por
la inseguridad social reinante y el odio contra la Iglesia suscitado
por la República. Los Prefectos de Cervera fueron los PP.
José Arner (1931-1933), Clemente Ramos (1933-1934) y Felipe
Calvo (1934-1936). En 1935 terminó los estudios, pero
todavía no pudo ordenarse porque debía hacer el servicio
militar y fue destinado al colegio de Barcelona como profesor, que
ejerció durante el curso 1935-1936. Demostró tener buenas
cualidades físicas, buena actitud para la música y
talento mediano.
Vocación misionera y sacerdotal
Conforme pasaban los años y progresaban los estudios mostraba su
ilusión por llegar al sacerdocio, su deseo de ser un fervoroso
ministro del Señor, aunque era consciente de que la
situación era no sólo poco favorable sino positivamente
hostil. Así ponía de manifiesto el odio que el
gobierno y sus seguidores tenían a la Iglesia:
«Córrense rumores , y con fundamento de que pretende
quitarnos el vestido talar, o sea la sotana… Si tan sólo fuera
por eso… mas el odio que ellos tienen a todo lo santo y sagrado pide
que hagan más; y tarde o temprano saldrán con su
intento».
A pesar de que la situación seguía empeorando, su
ánimo e ilusión no disminuían, sino que aumentaban
y sólo se lamentaba de tener que hacer las quintas, que le
retrasarían la ordenación dos o tres años, pues
desde la proclamación de la República ya no se
podían sustituir yendo a las misiones de América o de
África[2].
Sobre el mismo asunto escribía a su padre en 1936: «la
alegría que me daría si por este motivo pudiera ordenarme
cuanto antes de sacerdote», pero como el no tenía defectos
previstos por la ley (vista, pecho, estatura) no podría librarse
y escribía resignado «tengo que pasar por la guillotina…
la grandísima satisfacción de verme sacerdote de Dios
Eterno»[3].
Virtudes
Según los testimonios recogidos, que vienen a confirmar la
solidez de la formación recibida, manifestaba:
Fe. Hombre de fe viva e intensa.
Piedad. Era de natural piadoso, muy devoto de la Santísima
Virgen. Rezaba todos los días el Santo Rosario.
Celo apostólico. En sus caras manifestaba este afán. Lo
ejerció directamente con dos de sus hermanos carnales para que
abandonaran sus ideales socialistas, fueran cristianos practicantes y
no lucharan contra la Iglesia y contra él mismo, como
decía.
Observante. Era fiel observante de sus obligaciones religiosas.
Sencillo e ingenuo, según algunos, pero sus cartas parecen
demostrar lo contrario.
Estudioso. También era instruido y culto según los de
Barcelona. Buen profesor, diligente en llevar la clase.
Sencillo, dócil, obediente, servicial, afable, caritativo.
Aceptación del martirio
Desde 1931 todos los religiosos vivían la tensión de la
nueva situación con ánimo decidido de no abandonar la fe
ni la vocación religiosa ante las dificultades, incluso ante la
muerte. Su disposición a morir por Cristo fue un elemento
más de su formación al sacerdocio, como aceptación
de las consecuencias de la vocación religiosa.
Lo escribía él mismo ya a principios de 1936 en carta a
su hermano Teodoro: «Créeme Teodoro que nada me espanta la
situación actual política si es preciso moriremos
mártires de la fe de Jesucristo. El padecimiento será
breva; el gozo, eterno… El porvenir se ve realmente negro de veras, mas
no hay más remedio que encomendarse a Dios y resignarse a que
pase lo que Él quiera»[4].
Tres meses después escribía a su padre
reafirmándose en la misma idea: «No tenga Vd.
ningún miedo por mi suerte, pues si preciso fuera estoy decidido
a derramar mi sangre por la causa de Jesucristo»[5].
Martirio
El día 26 de agosto de 1935 había llegado destinado a la
casa de Barcelona y ya el 19 de julio de 1936 tuvo que abandonarla,
obligado por las trágicas circunstancias antes reseñadas.
No quería abandonar el convento porque estaba dispuesto a
afrontar todas las dificultades, incluso la muerte. Pero no le
quedó otro remedio. Cuando salió de allí, junto
con su compañero claretiano José Mª Oliva se
refugiaron en la casa de la madre de este, en la calle Córcega.
Allí estuvo tranquilo y dedicado a la oración con su
compañero, ajeno a todo peligro. La presencia de estos
huéspedes levantó sospechas y fue denunciada al
comité, que envió a sus registradores el día 31 de
julio.
Ese día, 31 de julio, a las 7 de la mañana se
presentó una patrulla de milicianos para hacer el consabido, y
temido, registro, con el lacónico saludo propio de su
diccionario: Este piso está lleno de curas. El registro fue
minucioso y se llevaron alguna cosa que les interesaba. El estudiante
Adolfo de Esteban fue arrestado, ya que su compañero pudo
escabullirse por intervención de su hermano Mariano. Pero antes
de salir de la casa tuvo oportunidad de despedirse de la madre de su
compañero José Mª, agradecerle todo, entregarle el
reloj para que lo hiciera llegar a su padre como único recuerdo
y manifestar su tranquilidad ante la muerte.
Con el arrestado los milicianos se dirigieron al Colegio de la calle
del P. Claret para que les descubriera pasadizos secretos, que los
milicianos imaginaban. Allí fue saludado por un
niño alumno llamándole Padre. Este hecho inocente,
ciertamente, no descubrió nada a los asesinos pues sabían
bien quién era, y no puede ser considerado como la causa
ocasional de la denuncia. La causa de la detención y posterior
muerte fue su condición de religioso del convento del P. Claret,
o sea cura en el diccionario simple de los patrulleros. Del Colegio lo
llevaron a un Comité del barrio para las declaraciones o
simulacro de lo que fuera, y de allí a la muerte, que fue poco
después, a eso de las tres de la tarde.
El lugar del martirio fueron unos terrenos traseros del Hospital de San
Pablo, cuyo cadáver fue visto. Después su cadáver
fue llevado al Clínico, donde también fue reconocido por
Ángela Oliva, hermana de José Mª, pero se desconoce
el paradero de sus restos.