Pésame,
Dios mío,
y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido.
Pésame
por el Infierno que merecí y por el Cielo que perdí;
pero mucho más me pesa,
porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos.
Antes
querría haber muerto que haberos ofendido,
y propongo firmemente no pecar más,
y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén